Revueltas en un mundo sin normas
Protestas como las de los suburbios franceses o las de agosto en Reino Unido son el recurso de grupos populares marginales, carentes de voz institucional, para marcar terreno en la defensa de sus intereses
La crisis econ¨®mica global ha desatado un caos. Fen¨®menos emergentes de conflictividad social muy variada proliferan por todos lados: huelgas generales, nuevos movimientos sociales y pol¨ªticos, flash mobs y flash robs en Estados Unidos, el 15-M en Espa?a y otros indignados en Grecia e Israel, las revueltas ¨¢rabes y, el pasado agosto, los "disturbios" brit¨¢nicos iniciados en Tottenham que hicieron estallar una crisis social de grandes dimensiones y diagn¨®stico incierto, algo perceptible en el desconcierto, pol¨ªtico, medi¨¢tico, de opini¨®n p¨²blica, con que se abord¨® su tratamiento. Sin embargo, la ciencia social contempor¨¢nea hace tiempo que nos dio las claves adecuadas para captar su naturaleza y nos advirti¨® sobre los or¨ªgenes de "patolog¨ªas sociales" como las que resurgieron hace pocas semanas en Reino Unido.
Hay pocos precedentes de un sistema tan cruel y antidemocr¨¢tico como la globalizaci¨®n neoliberal
No cabe esperar que estas explosiones desaparezcan. Son inherentes al capitalismo imperante
Los peri¨®dicos mejor orientados titularon esa crisis como "Explosi¨®n social" o "La banlieue brit¨¢nica". Exacto: lo que ocurri¨® en las principales ciudades brit¨¢nicas fue m¨¢s all¨¢ de un saqueo colectivo y, en cambio, se emparentaba con una larga lista de eventos que seguramente encabezan los sucesos franceses de noviembre de 2005 con el levantamiento de los barrios perif¨¦ricos (las banlieues), que produjo la quema nocturna de 20.000 veh¨ªculos y amplios da?os. Tanto en ese caso como en el de Reino Unido se trata de una revuelta social, pero de un tipo particular que denominar¨¦ "an¨®mica".
Anomia es un t¨¦rmino t¨¦cnico muy querido de algunos grandes cient¨ªficos sociales para indicar una situaci¨®n donde la estructura normativa que opera habitualmente, y mantiene relativamente cohesionados a los miembros de una comunidad, queda en suspenso. Anomia indica carencia de normas: los valores considerados poco antes como vigentes y que predispon¨ªan a una obligaci¨®n moral (conformidad) han dejado de funcionar, mientras los valores nuevos que deber¨ªan reemplazarlos no est¨¢n todav¨ªa disponibles.
Hay tres razones para considerar estas protestas como an¨®micas. Emergen en sociedades donde hay una condici¨®n de fondo dominante: la alienaci¨®n individual y la ausencia de cualquier estructura fuerte de cohesi¨®n colectiva, algo revelado por la conducta asocial e incluso antisocial de esa minor¨ªa en la que se reconoce indirectamente la propia mayor¨ªa (al percibir esa fractura en la cohesi¨®n colectiva: es esto lo que crea una conciencia ciudadana inmediata de crisis social y fracaso de convivencia para lo que, en otras condiciones, ser¨ªa meramente pillaje). En segundo lugar, la estructura normativa operativa para la mayor¨ªa es percibida como algo ajeno por una minor¨ªa (a veces muy amplia) que se considera a s¨ª misma al margen de la sociedad. Finalmente, los protestatarios carecen de reivindicaciones y, por tanto, de propuestas normativas alternativas; los movilizados se manifiestan as¨ª como protagonistas de una protesta expresiva que implica rechazo de la forma de vida dominante, pero rechazo inerte: no pretende sustituir nada sino ¨²nicamente exhibir af¨¢n de destrucci¨®n y puesta en cuesti¨®n completa del orden. De ah¨ª que no haya ni reivindicaciones, ni liderazgo claro, ni af¨¢n de negociar demandas: parece una protesta, en la terminolog¨ªa de Hobsbawm, "prepol¨ªtica" y de orientaci¨®n reaccionaria (el af¨¢n de transformar ese mundo que se rechaza est¨¢ ausente) al estilo de las "turbas" urbanas preindustriales y de los inicios de la industrializaci¨®n.
Pero, inspeccionadas de cerca, estas revueltas an¨®micas contempor¨¢neas no parecen prepol¨ªticas. Son el recurso de los grupos populares marginales, carentes de voz pol¨ªtica institucional, para marcar terreno en la defensa de sus intereses. Parece una forma poco racional de definir y defender intereses (sin parecido alguno, por ejemplo, con los grupos populares que disponen de sindicatos y partidos), pero se trata de una impresi¨®n enga?osa: es un formato de protesta colectiva econ¨®mico (por su espontaneidad, carencia de organizaci¨®n y actores, desactivaci¨®n r¨¢pida, baja visibilidad individual de los protestatarios) en contextos donde la posibilidad de negociar intereses es impensable: si lo que est¨¢ en cuesti¨®n es todo, el margen de negociaci¨®n es ninguno; y la propia conciencia de grupo tiene un alcance limitado y ef¨ªmero.
Y esto nos conduce a una segunda observaci¨®n: en el capitalismo contempor¨¢neo, estas formas de protesta son recurrentes y de frecuencia creciente. Numerosos cient¨ªficos sociales lo han puesto de relieve, entre ellos el economista pol¨ªtico Fred Hirsch en 1976: "El principio del autointer¨¦s es incompleto en tanto que instrumento de organizaci¨®n social. Funciona de manera efectiva ¨²nicamente en combinaci¨®n con alg¨²n principio social de refuerzo... [En el capitalismo moderno] se ha intentado erigir una organizaci¨®n social crecientemente expl¨ªcita sin el soporte de una moralidad social, lo que ha dado como resultado una tensi¨®n estructural tanto en el mecanismo del mercado como en el mecanismo pol¨ªtico dise?ado para regularlo y complementarlo". Los saqueadores de Londres no mostraron menos moralidad p¨²blica, sino tal vez m¨¢s, que la exhibida en los cuatro a?os de crisis por las ¨¦lites financieras y econ¨®micas globales. ?Por qu¨¦ raz¨®n deber¨ªamos dar m¨¢s cr¨¦dito los ciudadanos a unos que a otros? Esto expresa el problema central del capitalismo neoliberal: c¨®mo concitar cohesi¨®n social y obligaci¨®n moral entre los habitantes de un sistema basado estrictamente en el autointer¨¦s, la ventaja comparativa, la depredaci¨®n y la desprotecci¨®n p¨²blica de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
Por otro lado, la relaci¨®n entre la protesta an¨®mica y las leyes de funcionamiento del neoliberalismo fue bien establecida por el soci¨®logo (liberal-conservador) Ralf Dahrendorf en 2008, uno de los estudiosos de esa cuasi clase social formada por el precariado y las nuevas formas de desempleo y pobreza, a los que denomina infraclase o subclase: "?Por qu¨¦ la subclase no arremete y destroza los muebles de la casa que la clase mayoritaria construy¨® para s¨ª misma? De vez en cuando lo hace", en el estadio Heysel en 1985 o en Brixton en 1981 (antecedente directo del Tottenham de agosto), a los que podr¨ªamos a?adir localidades espa?olas bien pr¨®ximas.
Pero en lo fundamental, los "conflictos no se presentan como l¨ªneas de batalla en una guerra revolucionaria, o incluso como una lucha de clases democr¨¢tica, sino como anomia". Se presentan por tanto como carencia de un contrato social m¨ªnimo que predispone al absentismo de cualquier responsabilidad colectiva. Los medios de comunicaci¨®n m¨¢s sesgados intentaron hacer creer en agosto que el "nihilismo" y "gamberrismo" de los saqueadores brit¨¢nicos respond¨ªa a demasiado Estado del bienestar (malcrianza, inacci¨®n de las familias dependientes de subsidios estatales, supuesta p¨¦rdida de "valores" de las sociedades postindustriales). Pura e inaudita ideolog¨ªa. La anomia y la protesta pasiva contra todo tienen sus ra¨ªces en la estructura social caracter¨ªstica del capitalismo neoliberal. ?Qu¨¦ se pensaban? Hay pocos precedentes hist¨®ricos de un sistema de dominaci¨®n tan cruel y antidemocr¨¢tico como el instaurado bajo la globalizaci¨®n neoliberal, y los "costes" m¨ªnimos que han de afrontar los beneficiarios de tal sistema social hiperdesigual e irresponsable (est¨¢ arrasando el planeta) son la hostilidad de la izquierda mundial, pero tambi¨¦n este otro tipo de protesta pol¨ªtica que se manifiesta a primera vista como antipol¨ªtica y puramente orientada al pillaje ocasional.
No se puede esperar que estas explosiones an¨®micas se desvanezcan f¨¢cilmente, porque son inherentes al sistema social imperante. Algunos recurrir¨¢n al marketing pol¨ªtico, har¨¢n ver que no pasa nada y hablar¨¢n del neoliberalismo como "la sociedad abierta", algo contradicho aparatosamente por los hechos y el examen de cualquier persona con mentalidad independiente, y hablar¨¢n de los saqueadores como meros "criminales"; otros intentar¨¢n paliar los efectos de las revueltas atacando las condiciones del entorno pr¨®ximo (mediante ayudas p¨²blicas, mejora de la educaci¨®n y creaci¨®n de puestos de trabajo superfluos para la subclase), lo cual es encomiable y obligado, pero dif¨ªcilmente practicable en ¨¦pocas de crisis; la gente que busca un mundo mejor y acabar con esta expresi¨®n b¨¢rbara de la anomia deber¨¢ asociarse y presionar para escapar del neoliberalismo y atacar las causas por medio de un sistema social diferente y racional, basado en la igualdad, la democracia y el bienestar de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
Salvador Aguilar es profesor de Estructura y Cambio Social en la Universidad de Barcelona.
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