Peligrosa Europa
Hubo un tiempo, que ahora parece lejano pero no lo es tanto, en el que la Uni¨®n Europea lleg¨® a verse a s¨ª misma como una fuerza para el bien, un actor internacional m¨¢s interesado en transformar el entorno global a su imagen y semejanza que en saciar a corto plazo su apetito de seguridad y materias primas. En el fallido texto de la Constituci¨®n Europea se creaban unas instituciones con un mandato claro y normativo, encuadrado en unos valores compartidos y con vocaci¨®n universal. Con audacia, Europa inventaba nuevas maneras de afrontar los problemas: integrar a los vecinos de modo progresivo en una red de normas compartidas e intereses entrelazados; liderar con el ejemplo la lucha contra el cambio clim¨¢tico; fijarse en la seguridad de las personas, no solo la de los Estados; convertirse en un nuevo tipo de potencia global, sin enemigos declarados, seduciendo en vez de amenazar. La realidad ha tardado poqu¨ªsimos a?os en alcanzar este sue?o europeo y hacerlo a?icos. Nos ha despertado una crisis brutal que ha convertido a Europa en lo que menos nos hubi¨¦semos pensado: el eslab¨®n d¨¦bil, la costura gastada por la que podr¨ªa acabar reventando una parte importante del sistema econ¨®mico global. La desorientaci¨®n y desuni¨®n de los europeos se ha convertido en amenaza para el mundo entero y, claro est¨¢, para nosotros mismos.
Ha llegado el momento de la solidaridad y del nuevo impulso al crecimiento
Peor a¨²n: los europeos empezamos a vernos los unos a los otros como el problema y nos debatimos entre la recriminaci¨®n permanente y el s¨¢lvese quien pueda. Alemania, Finlandia y los Pa¨ªses Bajos temen que su asociaci¨®n con las endeudadas y poco competitivas econom¨ªas del sur de Europa se convierta en una r¨¦mora (la "Uni¨®n de la deuda", en palabras de Merkel) y acabe da?ando a su propia credibilidad. Estas, a su vez, ven c¨®mo argumentos moralistas y puritanos (?que los endeudados mediterr¨¢neos purguen por su malgasto!) se est¨¢n imponiendo a una ¨¦tica de la responsabilidad y temen que los pa¨ªses centrales del euro acaben dando al traste con la Uni¨®n Monetaria por su rigidez ideol¨®gica. La derecha reprocha a la izquierda la erosi¨®n de la competitividad y la p¨¦rdida de credibilidad en los mercados globales por los elevados d¨¦ficits. La izquierda replica acusando a la derecha de gobernar para unos mercados insaciables y de condenar con su prematura austeridad a Europa, si no al mundo entero, a una recesi¨®n de gran alcance. Los federalistas se?alan con el dedo a quienes se oponen a un gobierno econ¨®mico ¨²nico, mientras los euroesc¨¦pticos replican alegando la falta de sensatez de adoptar una moneda ¨²nica que parece complicar la vida a todos.
En medio de este panorama, los Gobiernos no alcanzan a ver mucho m¨¢s all¨¢ de la siguiente elecci¨®n (sea local, regional o nacional) y del diferencial con el bono alem¨¢n. Cumbre tras cumbre, y ya van unas cuantas desde la quiebra de Lehman Brothers hace tres a?os, los l¨ªderes se conforman con colocar pa?os calientes sobre heridas sangrantes que no tienen ning¨²n viso de cicatrizar, solo para encontrarse con una nueva emergencia a las pocas semanas. Se suceden mal llamadas reformas estructurales a sabiendas de estar simplemente lanzando carnaza a una bestia sin visos de saciarse pronto.
Como en los dibujos animados, la maquinaria europea ha seguido corriendo por un tiempo sin darse cuenta de que se le acabaron los ra¨ªles bajo las ruedas; al estilo de una pel¨ªcula de acci¨®n, aguardamos suspendidos en el aire en el vag¨®n europeo sin saber si caeremos todos en el abismo o si, por la m¨ªnima, llegaremos al otro lado por una combinaci¨®n de inercia y suerte casi milagrosa. Dentro de este vag¨®n, peligrosamente escorado a la derecha, cada uno intenta salvarse por su lado, haci¨¦ndolo zozobrar con violencia cada vez mayor.
Esta Europa deslavazada es un aut¨¦ntico peligro para la econom¨ªa mundial. Tambi¨¦n es, parad¨®jicamente, la tabla de salvaci¨®n de todos los Estados miembros, incluida la poderosa Alemania. No queda otra que ponerse de acuerdo, sin malas excusas electorales. Tirar por la borda a los ciudadanos y sus derechos no parece que vaya a poder seguir siendo una opci¨®n. Es hora de que todos los que vamos a bordo nos orientemos en una direcci¨®n. La austeridad y los recortes sin l¨ªmite no han detenido la hemorragia. Ha llegado el momento de la solidaridad y del nuevo impulso al crecimiento. Dos principios, por cierto, que fueron se?a de identidad de la mejor UE, la que unific¨® el Viejo Continente y alumbr¨® el sue?o de trabajar juntos por un mundo m¨¢s parecido a esta Europa pr¨®spera, unida y en paz.
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