Inauguramos una nueva fase
En pocas horas, vienen apelmaz¨¢ndose cuatro sucesos novedosos en la crisis de la deuda soberana europea. Son in¨¦ditos o cargan las tintas de otros anteriores.
Uno: el secretario del Tesoro de EE UU, Tim Geithner, participar¨¢ ma?ana en el Ecofin, el consejo de los ministros de Econom¨ªa y Finanzas de la UE.
Dos: los emergentes (los BRIC), analizar¨¢n conjuntamente en Washington el problema europeo y propondr¨¢n contribuir con alg¨²n tipo de apoyo.
Tres: la teleconferencia Merkel / Sarkozy / Papandreu simboliza, como ninguna antes, que los Gobiernos usan ya medios tecnol¨®gicos hasta ahora empleados en exclusiva por los mercados globales.
Cuatro: la imprudencia y/o desverg¨¹enza de algunos l¨ªderes se aviva y desborda a Europa. La directora-gerente del FMI invoca demasiado a brocha gorda el peligro de una nueva "recesi¨®n" y hunde los mercados. El ministro de Econom¨ªa alem¨¢n, Phillip R?sler, preconiza la suspensi¨®n de pagos de Grecia y aplasta los bonos de esta. Dimite, ocultando sus razones, el halc¨®n del BCE, J¨¹rgen Stark, lo empeora todo. Y Barack Obama usa el nombre de Italia y Espa?a en vano, para semipredicciones con valor de tarot.
Lo que hay que hacer contra la crisis de la deuda est¨¢ claro, pero no todos lo tienen claro
Ante el estancamiento mundial, Europa deber¨ªa compensar el rigor con un mayor crecimiento
Todo ello se adereza con un fen¨®meno tan reiterado en encrucijadas explosivas, que resulta cansino de recordar: las agencias descalificadoras vuelven a buitrear, sobre los bancos franceses, sobre las autonom¨ªas espa?olas, como en cada etapa de la crisis, de Atenas a Washington.
Esas cuatro novedades denotan un hilo conductor com¨²n. El terremoto de la deuda europea acaba de entrar de lleno en una nueva fase: se entrevera de crisis global, atenta contra la estabilidad, amenaza con contagiar a todos, en todos los rincones, como ocurri¨® con la crisis financiera de Lehman, hoy hace tres a?os.
Es l¨®gico que los emergentes se inquieten. Si la UE y EE UU, que en conjunto suponen la mitad de la econom¨ªa mundial, siguen renqueando, acabar¨¢n contagi¨¢ndoles su debilidad, frenando sus exportaciones al Primer Mundo.
Es normal que Washington se angustie: su banca est¨¢ expuesta a la europea en medio bill¨®n de euros, que peligrar¨ªan, en cascada, si peligrasen los bancos europeos porque alg¨²n pa¨ªs de la eurozona impagase los bonos que compraron para sus carteras... y nadie sabe cu¨¢ntos seguros de impago, los especulativos, mal¨¦ficos y opacos CDS (?casi siempre fabricados en la City, no se olvide!), hay, ni d¨®nde se esconden.
La econom¨ªa griega apenas representa el 2% de la zona euro, y el 0,5% de la mundial. Y sin embargo, el drama griego alcanza relevancia planetaria. Tambi¨¦n sucedi¨® con la crisis del sureste asi¨¢tico, en 1997-1998, desencadenada por Tailandia, un pa¨ªs peque?o. Eso es lo que tiene la globalizaci¨®n: los peligros sist¨¦micos no los determina solo la gran dimensi¨®n (de un banco, de un pa¨ªs), sino la capacidad de da?ar al conjunto, provocando el efecto cesta de cerezas: "Lo importante no es el tama?o en s¨ª, sino la concentraci¨®n y correlaci¨®n de riesgo en el sistema" (Grietas del sistema, Raghuram G. Rahjan, Deusto, Barcelona, 2011).
Por tanto, habr¨¢ que distinguir en esta nueva fase los aspectos espec¨ªficos europeos de la crisis, de los globales. La soluciones europeas hace tiempo que se conocen. En lo inmediato, cumplir con el paquete del 21 de julio: la flexibilizaci¨®n del fondo de rescate, la suavizaci¨®n de las condiciones de los pr¨¦stamos, y los compromisos de rigor de Atenas. En lo sucesivo, completar la uni¨®n monetaria con la econ¨®mica, un Tesoro ¨²nico que mutualice la deuda, con eurobonos emitidos por una agencia de la deuda; un ministro de Hacienda con un presupuesto digno; un fondo de rescate m¨¢s dotado y m¨¢s polivalente; una uni¨®n fiscal de finanzas equilibradas pero aptas para combatir los periodos de vacas flacas y para invertir en futuro. El problema es que este programa necesita a¨²n tiempo para concitar consenso: v¨¦anse las zancadillas finlandesas y austriacas al actual rescate griego.
Las soluciones globales al estancamiento -estancamiento que tanto el FMI, como la OCDE como el BCE acaban de radiografiar- a¨²n son m¨¢s controvertidas: tarea de fondo para un reverdecimiento del G-20. Pero frente a la pol¨ªtica expansiva (monetaria y fiscal) de EE UU y la restrictiva (fiscal y monetaria) de la UE, se avizora una nueva y dif¨ªcil s¨ªntesis de mayor gasto manteniendo simult¨¢neamente el desapalancamiento (ahorro para sajar exceso de deuda), aunque acentuando ahora, siquiera t¨ªmidamente, cierta flexibilidad en pro del gasto.
En la pata presupuestaria, la directora del FMI proclam¨® a trav¨¦s de Der Spiegel que "hay margen para cierta relajaci¨®n", para "limitar el ajuste a corto plazo" y tomar "algunas medidas de fomento del crecimiento", como ha hecho Obama en su plan por el empleo. En la pata monetaria, "los tipos de inter¨¦s deben bajarse", donde exista esa posibilidad, sostiene la OCDE en su informe del 8 de septiembre, apuntando claramente al BCE.
Cada vez se oyen m¨¢s voces, y algunas m¨¢s afinadas, en esta direcci¨®n. El ex primer ministro brit¨¢nico Gordon Brown reclama un "pacto de crecimiento global", recordando que hace un a?o, el FMI estimaba que un enfoque coordinado de las pol¨ªticas macroecon¨®micas, comerciales y estructurales podr¨ªa elevar un 5% el PIB mundial. El profeta de la crisis, Nouriel Roubini, aconseja a pa¨ªses como EE UU, Jap¨®n y Alemania que apuesten a "introducir nuevos est¨ªmulos fiscales a corto plazo", aunque manteniendo inc¨®lume la austeridad a medio plazo.
Y Joe Stiglitz, que con Paul Krugman suele insistir en el aumento keynesiano de la demanda, sugiere algo menos popularizado, su selectividad: "Incluso con el mismo l¨ªmite presupuestario, reestructurar gastos e impuestos hacia el crecimiento", apostando por la econom¨ªa productiva, por la v¨ªa de favorecer a las empresas que inviertan, y una m¨¢s justa redistribuci¨®n de las cargas impositivas.
Quiz¨¢ lo m¨¢s notable en este conato de recuperar el clima favorable a los est¨ªmulos que se cre¨® inmediatamente despu¨¦s de la crisis Lehman, sea la apuesta de un economista muy conservador, el execonomista jefe del FMI que defendi¨® la criticad¨ªsima actuaci¨®n del ente en la crisis asi¨¢tica, Kenneth Rogoff. Desde hace tres a?os postula, cada vez con m¨¢s ah¨ªnco, que los bancos centrales le den sin descanso a la maquinilla de imprimir billetes "para comprar deuda p¨²blica", aunque sea a costa de una inflaci¨®n del 4% o del 6%, notable anatema si lo lanza un campe¨®n de los rigoristas.
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