Hablemos de soberan¨ªa
La pregunta que se hacen muchos ciudadanos es si los Gobiernos tienen capacidad para hacer frente a la crisis financiera, nacional e internacional, que les azota y si la tienen para ayudar a poner la econom¨ªa de vuelta en el camino del crecimiento y de la prosperidad. La respuesta es s¨ª. Pero para ello es imprescindible tener la voluntad pol¨ªtica de ejercer esas capacidades.
En el caso de los pa¨ªses miembros de la Uni¨®n Europea y, espec¨ªficamente, de la eurozona, una gran parte de esa capacidad ha sido transferida a mecanismos comunitarios, pero los dirigentes pol¨ªticos europeos, por ejemplo, har¨ªan bien en recordar que los ciudadanos hemos aceptado delegar parte de la soberan¨ªa nacional en organismos comunes, es decir, hemos aceptado compartir soberan¨ªa, no cederla miserablemente a otro pa¨ªs. No es soberan¨ªa perdida, sino soberan¨ªa compartida, y as¨ª hay que recordarlo y mantenerlo donde y cuando sea preciso.
Si existe la posibilidad de una recesi¨®n, un pa¨ªs no se salvar¨¢ solo. Tampoco unos pocos en la UE. Afecta a todos
Volviendo a la capacidad de los Gobiernos (o de los organismos comunitarios europeos en los que residen ahora determinadas ¨¢reas de la soberan¨ªa) para hacer frente a situaciones que se anuncian catastr¨®ficas, la capacidad y la responsabilidad son mucho m¨¢s claras de lo que, a veces, unos y otros (sobre todo los portavoces de los grandes conglomerados al servicio del dinero) nos quieren hacer creer. Lamentablemente, los historiadores han demostrado tambi¨¦n que, en muchas ocasiones, los dirigentes pol¨ªticos, aun con los datos y los informes correctos en la mano, han adoptado las decisiones incorrectas. No se trata de que no puedan hacer otra cosa, sino de que hacen lo que, con la perspectiva de la historia, se demuestra que era exactamente lo m¨¢s inadecuado.
La cuesti¨®n es que los ciudadanos debemos ser conscientes de esos elementos de la realidad pol¨ªtica: ni Espa?a, ni Italia, ni Grecia han cedido su soberan¨ªa a Alemania. La cedimos, como ellos mismos, a la Uni¨®n Monetaria y Econ¨®mica, para defender unos objetivos solidarios y comunes. El Banco Central Europeo est¨¢ obligado a defender el euro, pero no el euro de Alemania, Holanda y Finlandia, muchos de cuyos pol¨ªticos y analistas no paran de predecir hecatombes, sino el euro que compartimos todos. Y no est¨¢ tampoco de m¨¢s recordar que la moneda ¨²nica naci¨® como una garant¨ªa de prosperidad, no para Alemania, Holanda o Finlandia en exclusiva, sino para toda la Uni¨®n.
Cierto que la crisis no golpea a todos los pa¨ªses con igual intensidad y cierto que no todos los pa¨ªses han cumplido igualmente sus obligaciones o han sido igualmente prudentes en las ¨¢reas econ¨®micas a ellos mismos encomendadas. Cierto que esos pa¨ªses deben hacer sacrificios suplementarios y que es a sus pol¨ªticos a quienes hay que exigir que asuman responsabilidades y, sobre todo, que dejen claros cu¨¢les son sus propuestas de futuro. Todo eso es verdad y esas son responsabilidades que no se pueden echar a la puerta de Bruselas.
Pero de lo que se trata ahora tambi¨¦n es de no perder de vista que la Uni¨®n Europea y la moneda ¨²nica fueron creadas para garantizar el crecimiento y la prosperidad solidaria de una regi¨®n entera del mundo, que tiene una historia complicada y com¨²n, y que si ese objetivo no existiera, no tendr¨ªan sentido ni la UE ni el euro. Es imposible que, por mucho que presione, Alemania no sea consciente de esa realidad. Ning¨²n sacrificio que se pida a los miembros de la UE puede olvidar ese horizonte. Como asegura el norteamericano George Friedman, "la UE no tiene otro peso moral en Europa que ofrecer el camino para evitar conflictos y prometer prosperidad". Vale para la UE en su conjunto, y para Alemania en particular. Si existe la posibilidad de una recesi¨®n, no ser¨¢ un pa¨ªs solo el que se salve, como bien saben Estados Unidos, Brasil o incluso China. Mucho menos uno solo, o un peque?o grupo, de los miembros de la Uni¨®n. Relanzar medidas que ayuden al crecimiento de todos (Grecia incluida) es una tarea global. Y todos los pol¨ªticos lo saben, tomen al final la decisi¨®n que tomen. -
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