Criados a escondidas

Macarena descubri¨® un d¨ªa, a los 25 a?os, recluida en prisi¨®n por un robo, que estaba embarazada por quinta vez. Al enterarse, sinti¨® una punzada. No ten¨ªa ni idea de d¨®nde estaban sus otros hijos, dados en adopci¨®n por los servicios sociales debido a su situaci¨®n de desamparo. Era el a?o 2002. El padre de los ni?os, Yeray, estaba tambi¨¦n preso y hac¨ªa tiempo que se hab¨ªa desentendido de la familia. La chica, toxic¨®mana por entonces, intent¨® ocultar la barriga a la trabajadora social que la visitaba de vez en cuando, pero la mujer acab¨® d¨¢ndose cuenta y tramit¨® una orden para que le quitasen el beb¨¦ nada m¨¢s dar a luz. Llegado ese d¨ªa, Macarena, a¨²n convaleciente de una ligadura de trompas que le hab¨ªa recomendado una enfermera, agarr¨® al beb¨¦ de una de las cunas de la unidad de neonatos del hospital de Las Palmas, lo escondi¨® en una maleta y sali¨® por la puerta del hospital en busca de un taxi.

"Me enter¨¦ de que mi nuera hab¨ªa tenido otro hijo", cuenta el suegro de Macarena. "Le dije: 'D¨¢melo, soy su abuelo"

La madre recuerda que en la cuna del hospital hab¨ªa un letrero, "retenci¨®n judicial". Se lo llev¨® por las bravas

Irena y Mario est¨¢n ingresados en un centro de menores donde pueden recibir visitas los jueves y los s¨¢bados

En Canarias, 1.357 menores son criados por familias ajenas y 943 est¨¢n acogidos en centros o residencias

La ni?a, todo este tiempo, ha permanecido oculta en un edificio que alberga a familias que viv¨ªan en chabolas. Salvo en ese peque?o mundo, la ni?a no exist¨ªa. La polic¨ªa dice haber seguido todos estos a?os la pista del entorno marginal de Macarena, una extensa red de padres, t¨ªos y abuelos, sin dar con el paradero de la menor. Una vez que lo han conseguido ahora, tras una denuncia an¨®nima que deriv¨® en meses de seguimientos y averiguaciones, los investigadores tambi¨¦n han descubierto la existencia de otro beb¨¦, dado a luz en casa para que no constase en ning¨²n registro. "?Alguien en mi situaci¨®n no hubiese hecho lo mismo? Son m¨ªos", reflexiona la madre en la puerta de su casa, en el barrio de San Jos¨¦, en una tarde en la que la polic¨ªa va por unas calles del barrio pidiendo la documentaci¨®n y buscando droga en las palmeras que adornan los jardines y proporcionan sombra. La mujer viene de ver a sus hijos en el centro de menores donde han sido ingresados. "Dudo que esa sea la soluci¨®n. ?Ah¨ª estar¨¢n mejor que conmigo?", sigue pregunt¨¢ndose.

Los ni?os, a los que llamaremos Irena y Mario para contar el periplo la vida que han llevado al margen de la sociedad, estaban sin escolarizar, no sab¨ªan leer ni escribir y nunca hab¨ªan visitado un hospital, donde los m¨¦dicos pod¨ªan haber dado la voz de alarma. El caso ha producido una gran conmoci¨®n en Gran Canaria, una sociedad muy concienciada con la desaparici¨®n de ni?os. Los nombres de Sara Morales y Y¨¦remy Vargas, de los que no se sabe nada desde 2006 y 2007, respectivamente, sale a relucir cada vez que se habla de menores, como si sus desapariciones hubiesen instaurado una especie de miedo colectivo, de psicosis, entre padres. Las caras de los ni?os empapelan fachadas, controles aeroportuarios, anuncios de carretera. "Nunca dejaremos de buscaros", se lee en el cartel de una tienda de ultramarinos del centro de la ciudad. ?D¨®nde han podido ocultarlos, se pregunta la gente, en un pedazo de tierra tan limitado como es una isla?

Macarena lo logr¨®, tal y como cuenta un mando del Servicio de Atenci¨®n a la Familia (SAF) de la Polic¨ªa Judicial, con la ayuda de su n¨²cleo familiar. Un clan de decenas de personas acostumbrado a convivir bajo el mismo techo, un mundo muy cerrado y herm¨¦tico para las autoridades, dificil de rastrear.

Aun as¨ª, el relato de los hechos no acaba de despejar todas las inc¨®gnitas. ?C¨®mo pudieron hacerlos desaparecer si siempre han vivido en el mismo barrio? Los mandos policiales subrayan las dificultades de localizar al primer hijo, robado del hospital cuando no exist¨ªan fotograf¨ªas suyas y a quien hab¨ªan cambiado el nombre. El segundo naci¨® en casa, y la familia se ocup¨® de no inscribirlo en el Registro para no dejar rastro. As¨ª los ni?os crecieron sin formar parte de ning¨²n fichero, de espaldas a la sociedad. Ilocalizables.

El ¨²nico hijo que vive hoy en d¨ªa con Macarena se llama Iv¨¢n. Ha vivido mucho tiempo al cargo de una abuela. Tras acariciarle la cabeza, la mujer le pide que vaya tras unos vendedores de huevos para que no llamen al timbre de la casa, en cuyo interior descansa su madre ciega, antigua vendedora de cupones. Volviendo a la noche en la que se fug¨® del hospital, Macarena recuerda que en la cuna pon¨ªa algo parecido a "retenci¨®n judicial". Se lo llev¨® por las bravas. Al otro lo tuvo por su cuenta, a escondidas. ?Qu¨¦ fue de esos dos beb¨¦s durante los siguientes 10 a?os?

El rastro de estos ni?os fantasma hay que buscarlo en el edificio Mantequilla, conocido as¨ª por su color amarillento, un mamotreto de ocho plantas y varios portales, lugar de peregrinaje de los que buscan hach¨ªs, de acuerdo con los informes que maneja la polic¨ªa. Aqu¨ª vive el espigado Pedro, quien a sus 65 siempre que sale a la calle lo hace de traje y corbata, cuando lo com¨²n para los hombres del edificio es ir en chanclas y bermudas, como mucho vaqueros. Es el suegro de Macarena, el padre de Yeray, al que dice no querer ver "nunca m¨¢s" por todos los disgustos que le ha dado desde que cay¨® en el mundo de la droga, y es quien ha criado a Mario desde que ten¨ªa un a?o de edad.

"Me enter¨¦ de que mi nuera hab¨ªa tenido otro hijo, que no hab¨ªa nacido en el hospital, sino en su casa con una matrona, creo", cuenta. "Me present¨¦ en casa de Maqui [as¨ª la conocen en su entorno] y le dije: 'Mira t¨², mi ni?a, t¨² no puedes quedarte con este chiquillo, te los han quitado todos. ?D¨®nde demonios estar¨¢n? D¨¢melo a m¨ª y yo lo cuido, soy su abuelo'. Nada m¨¢s entreg¨¢rmelo, me fui corriendo escaleras abajo y cog¨ª un taxi, cuando mira que yo siempre uso autob¨²s porque tengo abono. Lo hice por si acaso se arrepent¨ªa". Al llegar a casa, un piso amplio de tres habitaciones y ba?o con ducha de hidromasaje, lo tumb¨® en la cama, puso almohadas a los lados para evitar que se cayera, llam¨® a una vecina que ten¨ªa que echarle un vistazo y baj¨® a comprar pa?ales, ropa y medicinas.

A medida que iba creciendo, Pedro lo vest¨ªa a su imagen y semejanza. Parezco un viejo, se quejaba Mario. El abuelo fue a un colegio situado a un par de calles de distancia y quiso matricularlo, pero le pidieron el libro de familia. Asegura que le rog¨® a Macarena que lo inscribiera en el Registro Civil para poder formalizar la matr¨ªcula en el centro, pero que ella nunca le hizo caso.

El abuelo no quiso hacerlo por su cuenta por temor a que se llevaran a Mario, a quien los vecinos se hab¨ªan acostumbrado a ver siempre junto a ¨¦l. Mario y el abuelo en el ambulatorio para las revisiones del jubilado. Mario y el abuelo en la playa por las tardes. El abuelo y Mario de compras, los dos viendo tres pel¨ªculas un mismo d¨ªa en un canal tem¨¢tico. Uno tumbado en el sof¨¢ y otro sentado en un sill¨®n con reposapi¨¦s.

"Lo quiero m¨¢s que a todos mis hijos. Cuando me pon¨ªa malo, me dec¨ªa: 'No te preocupes abuelo, si te mueres le pido a la vecina que llame a la ambulancia'. Pas¨¢bamos la vida entera juntos. Siempre estaba pendiente, me daba miedo que me lo robaran o me lo quitaran", contin¨²a Pedro junto a un retrato del ni?o encorbatado. Y eso que tiene mucho donde elegir: 5 hijos, 21 nietos y 6 bisnietos, aunque los n¨²meros en ocasiones le bailan y pone una cifra m¨¢s o menos aqu¨ª o all¨¢.

Pedro descubri¨® poco a poco que ese ni?o se estaba haciendo mayor. No le ense?¨® a leer ni escribir porque ¨¦l tampoco sab¨ªa. Le compr¨® a plazos en un centro comercial una videoconsola que le cost¨® 300 euros. De vez en cuando lo llevaba para que viera a su madre. Si te pregunta alguien, le aleccionaba el abuelo esta ¨²ltima ¨¦poca, t¨² di que estudias con las monjitas. "?A qu¨¦ colegio vas, mi ni?o?", le pregunt¨® de sopet¨®n una vecina en el ascensor, cuando ten¨ªa ya 11 a?os. "Al de las monjitas", dijo.

Pedro esperaba que el ni?o alcanzara la mayor¨ªa de edad y a partir de ah¨ª dar fe de su existencia. No dio tiempo. A mediados de agosto, la polic¨ªa y la autoridad judicial se presentaron en el apartamento. El ni?o estaba pasando unos d¨ªas en un bungal¨® del sur de Gran Canaria, la zona tur¨ªstica de la isla, con una hija de Pedro. "La llam¨¦ y le dije que se trajese al ni?o para ac¨¢ que lo estaban reclamando. Mi hija dijo que no, que no iba a darlo, que ten¨ªa que estar con nosotros, pero la fiscal cogi¨® el tel¨¦fono y le dijo: 'Tr¨¢igaselo usted ahora mismo o le pongo una orden de busca y captura". Ante el revuelo de todo el vecindario, se llevaron a Pedro detenido por sustracci¨®n de menores, abandono de la familia, contra las relaciones familiares y contra el Registro Civil.

En libertad con cargos, a un Pedro solitario que toma medicaci¨®n se le cae el techo de la casa encima. Repasa una y otra vez los rincones de la habitaci¨®n donde dorm¨ªa Mario. Por el momento, ha solicitado a la Direcci¨®n General del Menor y la Protecci¨®n de la Familia el acogimiento del ni?o por los v¨ªnculos familiares y afectivos que les unen. Lo ha ido a ver al centro, y Mario le ha dado tarjetas con adornos manuales y cartas en las que le dice que lo echa de menos, pero que no se preocupe porque ah¨ª lo cuidan bien. La letra induce a pensar que el texto lo ha escrito una monitora.

En Canarias son muchos los ni?os y ni?as que crecen en pisos y residencias atendidos por profesionales. Desde el Gobierno de Canarias aseguran que est¨¢n muy bien cuidados, pero que nada supera "el calor de un hogar". A finales de 2010 se contaban 943 menores acogidos en centros y 1.357 estaban al cuidado de una familia que no es la suya. Consideran un ¨¦xito tener a m¨¢s menores en un entorno familiar que en un centro, y para reforzar esto, el Gobierno canario desarrolla un programa para el acogimiento de menores en familias ajenas. Se trabajar¨¢ especialmente con familias monoparentales con ni?os menores de un a?o (la tasa de embarazos es de 28,59 por cada mil mujeres en edades entre 15 y 19 a?os, cuando en el resto de Espa?a esta cifra es de 15,25).

Este ¨²ltimo es el caso de Macarena, que tuvo tres hijos entre los a?os 1995 y 1997, siempre con el mismo hombre. Ella lleva los nombres de todos ellos tatuados en los brazos y el cuello. Perdi¨® la custodia de los tres tras elaborarse un informe de los servicios sociales en el que se detallaba que los ni?os pasaban muchas ¨¦pocas solos y los padres, enganchados a la droga y detenidos continuamente, los ten¨ªan desatendidos. De acuerdo con la versi¨®n que ofrece el abuelo Pedro, Macarena ocult¨® el nacimiento de Mario, pero no pudo hacer lo mismo con la siguiente, Irena, por encontrarse en prisi¨®n. Sali¨® para dar a luz en el hospital y de ah¨ª se escap¨® con la ni?a en brazos, tapada con una manta y no escondida en una maleta, como cre¨ªa la polic¨ªa. D¨ªas m¨¢s tarde fue localizada por la periodista Marisol Ayala, a quien concedi¨® la ¨²nica entrevista que dio en esa ¨¦poca. "Igual nos vamos de la isla, nos embarcamos", apareci¨® publicado. No le dio tiempo, la polic¨ªa la detuvo antes de que subiera a ning¨²n barco y se utilizaron esas declaraciones que hab¨ªa hecho en el juicio para condenarla por sustracci¨®n de menores. Ella fue a la c¨¢rcel por hab¨¦rsela llevado, pero la ni?a nunca apareci¨®.

El misterio ha quedado resuelto casi una d¨¦cada despu¨¦s. Irena, de una forma o de otra, cay¨® en manos de Dolores, de 53 a?os, una pariente lejana. Dolores enviud¨® en el a?o 2000, pero antes tuvo dos abortos que le impidieron cumplir el sue?o de ser madre. Esa pena le acompa?ar¨¢ mientras viva. La ni?a se instal¨® con Dolores en la cuarta planta de un edificio en el que fueron realojados los habitantes del poblado chabolista Buque Guerra. Dolores lleva igualmente tatuado en el brazo el nombre de la ni?a y asegura, al abrir la puerta, que la ha cuidado como si fuera suya. Su versi¨®n es parecida a la de Pedro en cuanto a la escolarizaci¨®n de la peque?a: intent¨® varias veces convencer a Macarena para que arreglase los papeles, pero no le hizo mucho caso. Desisti¨®. Le puso una profesora particular que ven¨ªa varias veces en semana a la casa mientras ella cuidaba de una vecina mayor que le da la mitad de su pensi¨®n. Dolores cuenta que llev¨® a la ni?a a un m¨¦dico de pago, por lo que no se le puede achacar que tuviera alg¨²n problema de salud. Tiene unas fotos de ella bailando encima de un escenario. La mujer ha solicitado la guardia y custodia de la ni?a, a la que piensa adjuntar la firma de apoyo de sus vecinos. "Esta mujer no ha hecho otra cosa que cuidarla y preocuparse por la ni?a y la detienen como una delincuente", le defiende en pijama su sobrina.

Irena y Mario permanecen ingresados en un centro de menores donde pueden recibir visitas los jueves y los s¨¢bados hasta que un juez decida qu¨¦ hacer con ellos. Macarena, la madre, cruzada de brazos en su barrio, saluda a todo el que pasa, como abstra¨ªda. Despu¨¦s te veo, le dice a una chica, m¨¢s tarde te cuento una cosa, le dice a otra al pasar. Ahora te toco al telefonillo, le grita a una vecina que se asoma a la ventana. "Mi idea es recuperar a todos mis hijos e irme lejos, a un sitio mejor, empezar de cero. Irme de aqu¨ª de una vez", dice para terminar, en un deseo muy parecido al que manejaba hace una d¨¦cada, el de huir y vivir lejos de cualquier control social. En todo ese tiempo, Macarena no ha podido escapar a la realidad.