Amaral, ruta salvaje
La situaci¨®n es la siguiente: Eva Amaral se ha retirado sin hacer ruido a la parte trasera del camerino, que en realidad se parece mucho al vestuario de cualquier polideportivo. En un banco corrido con forma de u se encuentran sentados Toni Toledo, exbater¨ªa de Sexy Sadie; Jaime Garc¨ªa Soriano, excantante y guitarrista de la misma banda; un bajista brit¨¢nico llamado Chris Taylor y Juan Aguirre, el tipo del gorro, la otra mitad de Amaral. Charlan con un punto impulsivo y hay restos de una cena tipo buf¨¦. La luz recuerda a la de un laboratorio, y el calor hace asomar perlas de sudor en la frente. Sin que nadie pueda determinar el momento en que comenz¨® a o¨ªrse, una voz ha empezado a brotar desde las duchas y los lavabos. El timbre va paseando por diferentes notas desde lo m¨¢s hondo hasta lo m¨¢s estridente, extendi¨¦ndose como un abanico y reverberando por la estancia. Aguirre murmulla: "Es Eva calentando".
"Estamos rodeados por mucha gente a la que la m¨²sica 'se la pela'; lo ¨²nico que les importa es hacer negocio"
"Creo que el sue?o de cualquiera es romper con lo establecido y vivir en absoluta libertad"
Uno podr¨ªa establecer el inicio de su metamorfosis probablemente en este instante, pero quiz¨¢ ocurriera unos minutos atr¨¢s, mientras se cepillaba los dientes frente al espejo, o cuando surgi¨® tambi¨¦n sin hacer ruido envuelta en un vestido de lentejuelas verde esmeralda con el pelo suelto. Eva Amaral tiene 39 a?os y resulta t¨ªmida y huidiza cara a cara. Suele esconder las manos entre las piernas, y habla bajito y hacia adentro. No se siente c¨®moda en el primer plano. Una amiga suya hab¨ªa avisado: "Se transforma en el escenario. Se vuelve una fiera". Como si viviera atrapada entre ella misma y un ¨¢lter ego que solo surgiera cuando se encienden los focos. Cuatro horas antes, en el ascensor del hotel, su voz parec¨ªa un hilo, pero empezaba a acusar, seg¨²n dijo, los primeros s¨ªntomas de la extra?a mutaci¨®n: "Bipolaridad, comportamientos extra?os...".
Ahora Eva se ha sentado junto a Aguirre y expulsa aire por una de sus fosas nasales mientras cierra la otra con el pulgar, quiz¨¢ un rito m¨¢s para desalojar a su otro yo. Sus ejercicios producen un efecto inmediato en el resto de la banda. "Yo tambi¨¦n voy a calentar", y Aguirre se levanta como si el banco quemara, apoya las palmas de sus manos contra la pared, forzando un ¨¢ngulo obtuso. Aparece el m¨¢nager del grupo, desea suerte, besa a la artista, cierra la puerta. La puerta vuelve a abrirse. Presu, el road manager: "15 minutos, m¨¢s lo que dure el v¨ªdeo". Coloca una maleta en el suelo. Extrae los auriculares. Ayuda a Eva a colocarse el receptor inal¨¢mbrico en el cuello del vestido y lo enciende. Toda la banda se encuentra de pie. Juan bromea sobre su piel: alguien ha propuesto salir a tocar desnudos; ¨¦l, dice, necesitar¨ªa pintarse el cuerpo para que el p¨²blico pudiera verle. Siguen estirando como por acto reflejo, dan saltitos, hasta que alguien sale del bucle: "Qu¨¦ calor. V¨¢monos de aqu¨ª". Al otro lado de la puerta, un cartel dice: "Amaral". La banda se adentra en un pasillo oscuro. Desde otro vestuario, una voz grita: "?Suerte!". Eva va en cabeza. En su espalda brilla una luz roja. Hay 14.000 personas esperando al otro lado.
Un mes antes, a principios de julio, Eva y Juan se encontraban sentados a la mesa de un restaurante neoyorquino. Acababan de salir de los Electric Lady Studios, construidos por Jimi Hendrix en un s¨®tano del Greenwich Village. Michael Breuer se hab¨ªa quedado aplicando las ¨²ltimas pinceladas al tema Riazor. Los m¨²sicos le hab¨ªan dado instrucciones tipo: "Es importante que en esta canci¨®n la rick [Rickenbacker, una marca de guitarra] se oiga superdura. Y que las 12 cuerdas suenen a dolor". Cuando se pasaron a escuchar el resultado, Breuer estaba frente a una mesa de mezclas de tres metros, en calcetines. Oyeron la canci¨®n dos veces y Amaral dijo: "Sounds amazing [suena incre¨ªble]", pero plante¨® un problema con la "distorsi¨®n de las ricks"; Aguirre mencion¨® el "guitar density", y Juan de Dios Mart¨ªn, su productor, a?adi¨® algo sobre "un pitido antes del chorus B". Breuer, que es de elevada estatura y ha mezclado discos con Dylan y Coldplay, dijo: "?Est¨¢is apu?alando mi lienzo!". Medio en broma, pero aun as¨ª. Para la siguiente canci¨®n no pidi¨® indicaciones.
El estudio conservaba un aire setentero, con decoraci¨®n amerindia y luz psicod¨¦lica. En un folio colgado se pod¨ªan leer las 12 reglas del productor Brian Eno para cocinar un buen disco; entre ellas: "Guisar¨¢s como un italiano". Quedaban dos canciones por mezclar. Hombre de pocas palabras, Breuer dijo: "Acabaremos ma?ana, pod¨¦is celebrarlo". En la calle comenz¨® a llover. Y el tr¨ªo formado por Juan, Juande y Eva se guareci¨® en una peque?a tienda de discos. Aguirre encontr¨® el ¨²ltimo elep¨¦ de Bon Iver en vinilo, y Eva se llev¨® un CD de Bob Dylan que luego regal¨®. Enfrente hab¨ªa un peque?o restaurante de aspecto parisino, en el que serv¨ªan gazpacho soup. Nadie se fio, salvo Aguirre. Cuando lo tuvo delante, adopt¨® un gesto gamberro: "?As¨ª que ahora quer¨¦is probarlo?".
Juan Aguirre, de 42 a?os, suele caminar por el lado en sombra de la calle, igual que se cubre con un gorro el cuero cabelludo, seg¨²n dice, para proteger su piel evanescente de los rayos ultravioleta. En Nueva York, donde esos d¨ªas celebraban el D¨ªa de la Independencia, un herpes comenz¨® a asomarle en la comisura de los labios. En Espa?a acababan de detener a la c¨²pula de la SGAE, y Aguirre aprovechaba cualquier momento para hablar del asunto, por ejemplo: "Estamos rodeados por mucha gente a la que la m¨²sica se la pela. Lo ¨²nico que les importa es hacer negocio". Tambi¨¦n emple¨® los 15 d¨ªas en la ciudad para comprarse dos guitarras antiguas y un pedal compresor. "Juan no es un guitarrista al uso", suele decir Eva. Es obsesivo y perfeccionista, "como un ciborg". Cuando componen, normalmente llega el primero al local de ensayo, en bicicleta, y se va el ¨²ltimo, de madrugada, siempre en busca de esa frase con la que apuntalar el mapa de guitarras. Seg¨²n Eva, "sabe aprovechar los huecos que deja mi voz". Anda siempre como metido dentro de su cabeza y desciende a la tierra preguntando: "?Eso qui¨¦n?" o "?qu¨¦ onda?". Cuando se dirige a Eva, lo hace llam¨¢ndola "Evur". Se entienden con cruzar una mirada. Antes de conocerse, ¨¦l estudiaba filosof¨ªa y tocaba en una banda llamada D¨ªas de Vino y Rosas. Grab¨® un disco y su canci¨®n Biarritz fue premiada como la mejor de 1991 en el espacio Diario pop, de Radio 3. La banda toc¨® junto a Los Planetas y Los Hermanos Dalton. Luego se separ¨®.
Cuando hablan, Eva y Juan parecen siameses: los huecos de uno los completa el otro y casi siempre concluyen su argumento con entonaci¨®n abierta, por si hubiera algo que a?adir. Igual que cuando tocan. Por ejemplo, el d¨ªa en que se encontraron:
Juan. S¨ª, en un bar de Zaragoza.
Eva. Era la trastienda del bar en realidad, ?no? Hab¨ªa un estudio de grabaci¨®n chiquitillo. El guitarrista de mi grupo era el t¨¦cnico. Mi grupo estaba grabando maquetas e invit¨® a Juan a grabar unas guitarras.
Juan. Para una canci¨®n o dos... Conoc¨ª all¨ª a Eva. Y nada, nos hicimos colegas. Luego nos ve¨ªamos por ah¨ª, sal¨ªamos por la misma zona de bares [...], pero no sab¨ªamos que ¨ªbamos a hacer un grupo juntos.
Eva. En aquel momento no, pero yo s¨ª quer¨ªa hacer m¨²sica sin conocerte. Yo ya ten¨ªa mi grupo.
Juan. Claro, claro, yo tambi¨¦n.
Eva. Pues eso.
Cuando se conocieron, en 1992, Eva tocaba la bater¨ªa en un grupo punk y cantaba en otro. Sol¨ªan encontrarse a la puerta de la Escuela de Artes y Oficios, donde estudiaba ella. Fueron pareja ocho a?os. Hoy se incomodan si un fot¨®grafo les pide que se besen. Rompieron durante la grabaci¨®n del segundo disco. En el restaurante comentaron si aquello hizo tambalear el grupo:
Juan. Yo creo que no, ?no?
Eva. Hombre, fue un momento dif¨ªcil, pero de nuestra relaci¨®n. En ese momento ni nos plante¨¢bamos el tema del grupo. Sino el de: vamos a ver, hemos estado ocho a?os juntos y... nos queremos un huevo, pero...
En las letras de Amaral se puede rastrear su biograf¨ªa, aunque les cuesta reconocerlo, sobre todo si se refieren a las capas m¨¢s soterradas. Juan dice que ser¨ªa como psicoanalizarse. Componen ambos y no se adjudican la autor¨ªa absoluta de ninguno de sus temas. El elep¨¦ que editan a finales de septiembre, el sexto de su carrera, lo han titulado de manera gr¨¢fica: Hacia lo salvaje. "Un disco no tan pop, m¨¢s rock, desesperado", dice Juan. En el estudio, frente a la mesa de mezclas, ped¨ªan una y otra vez: "?Puedes subir las guitarras un poco m¨¢s?". Breuer torc¨ªa el gesto: "Es vuestro disco". La letra de la canci¨®n que da t¨ªtulo al ¨¢lbum comenz¨® a esculpirse en la cabeza de Eva a partir de un recuerdo de infancia: "Me inspir¨® la historia de un se?or que viv¨ªa en una gruta, el ermita?o. Me fascinaba el personaje. Creo que el sue?o de cualquiera es un poco eso: romper con lo establecido y vivir en absoluta libertad...".
El dj y cr¨ªtico musical Jes¨²s Ordov¨¢s intuye algo m¨¢s en ese camino asilvestrado y en la letra de la canci¨®n. "La veo muy autobiogr¨¢fica, de c¨®mo dejan Zaragoza y se plantan en Madrid". Despu¨¦s de conocerse, Juan y Eva comenzaron a tocar juntos. No eran una formaci¨®n cerrada y segu¨ªan coqueteando con distintos grupos, pero intu¨ªan que a solas "se creaba algo especial". Agotaron el circuito de bares de Zaragoza, y Ordov¨¢s los invit¨® a grabar un directo en los estudios de Radio 3, en Madrid. Aquel programa, quiz¨¢ sea una casualidad, se llamaba Sesiones salvajes. Eva apareci¨® con una biograf¨ªa de Dylan bajo el brazo, para que Ordov¨¢s, su autor, se la dedicara. Tocaron cinco canciones, entre ellas No s¨¦ qu¨¦ hacer con mi vida, que incluyeron en su primer ¨¢lbum, y una versi¨®n de Patti Smith. Siguieron visitando Madrid "en plan n¨®mada": dorm¨ªan en casa de amigos, tocaban en alg¨²n garito y volv¨ªan a Zaragoza. Despu¨¦s decidieron establecerse en el barrio de Huertas y de noche recorr¨ªan las salas peque?as. Hablan con nostalgia de aquella ¨¦poca. "Ve¨ªamos el rock o el pop como una v¨¢lvula de escape de una realidad que no nos gustaba demasiado".
Jes¨²s Ordov¨¢s asisti¨® a varios de aquellos conciertos a los que iban "10 o 12 personas" y compara la trayectoria de Amaral con la de Dylan, quien se puli¨® las suelas caminando de local en local por el Greenwich Village, hasta que lo fich¨® la CBS y lo transform¨® en una estrella. Una noche de 1998, despu¨¦s de tocar en La Boca del Lobo, se les acerc¨® un tipo de Virgin Records, una discogr¨¢fica mediana que despu¨¦s absorbi¨® EMI, y les ofreci¨® grabar un disco. "Empezamos siendo un grupo muy peque?ito", dice Juan. "El primer disco funcion¨® un poquito; el segundo, un poco m¨¢s. El tercero explot¨®". Hoy, Eva y Juan no pueden dar un paso sin que un corro de gente los frene y les reclame una foto. Han vendido dos millones de discos en una ¨¦poca en que la industria se tambalea, han ganado dos veces el galard¨®n al mejor grupo espa?ol de los MTV European Awards y, a finales de 2010, el Ministerio de Cultura les concedi¨® el Premio Nacional de las M¨²sicas Actuales. Juan dice, sin embargo, que siempre han intentado evitar convertirse en un grupo "aburguesado": "El mismo esp¨ªritu de cuando llegamos a Madrid a tocar en los bares sigue. Hemos aprendido muchas cosas, nos hemos abierto a influencias y hemos perdido la ingenuidad, aunque seguimos metiendo la pata en ruedas de prensa".
En junio, poco antes de salir de viaje a Nueva York, Amaral congreg¨® a la prensa para anunciar que su pr¨®ximo disco lo editar¨ªan con su propio sello, al que bautizaron Ant¨¢rtida, como otra de las canciones del nuevo elep¨¦. Ante el micro, Juan dijo un "no me toques los huevos" que parec¨ªa dirigido como un ob¨²s al entonces ministro Rubalcaba por haber empleado el t¨ªtulo de uno de sus temas m¨¢s famosos, Sin ti no soy nada, en una respuesta a un diputado del PP. Reconoce que fue un error -"me pongo nervioso en las ruedas de prensa"- y que apenas hab¨ªa dormido. En privado, d¨ªas despu¨¦s, lleg¨® a admitir que sent¨ªa cierto aprecio por el pol¨ªtico. Pero aquel exabrupto acab¨® robando los titulares al mensaje: Amaral abandonaba la discogr¨¢fica EMI Music, una de las cuatro grandes, editora de The Beatles y Pink Floyd, y publicar¨ªa el pr¨®ximo disco por su cuenta y con aire "familiar". Eva dijo: "A veces, las grandes compa?¨ªas son reacias a explorar nuevos caminos". Juan prefiri¨® criticar un modelo de fusiones y capital riesgo: "No cuestionamos a las personas, sino las corporaciones". EMI acababa de ser adquirida por el gigante financiero Citigroup, incapaz de saldar una deuda de 4.000 millones y de adaptarse a una era de vacas flacas y archivos digitales. "Hay mucho por explorar en este terreno", dice Eva. "Y realmente vamos a seguir haciendo solos lo que ya hac¨ªamos, que era gestionar todos los aspectos...". Se detiene un instante y a?ade: "?Y por qu¨¦ no lo voy a hacer yo?", como un zarpazo.
La luz roja sigue brillando en su espalda. Si uno le abriera a Eva la cremallera del vestido de lentejuelas, podr¨ªa ver un enorme drag¨®n tatuado en su espalda. Una persona que la conoce desde sus primeros pasos musicales define a Eva como una "mujer leona", pero, una vez m¨¢s, "solo en el escenario". En casa convive con varios gatos, animal dom¨¦stico y a la vez salvaje con el que comparte cierta bipolaridad. Su correo electr¨®nico no lleva su nombre, sino el de un gran felino capaz de atravesar cr¨¢neos con su mordedura. A oscuras, dos minutos antes de salir a tocar en el festival de m¨²sica Sonorama, en Aranda de Duero (Burgos), una ni?a de unos siete a?os quiso colarse en el backstage, pero un gorila fren¨® en seco su trayectoria. Eva se acerc¨®, apart¨® al tipo y apret¨® a la ni?a contra su vientre. Luego, la banda form¨® un corro, como un equipo de baloncesto. Juan sali¨® el primero al escenario, mientras sonaban unos acordes de la Velvet Underground, ofreci¨® su guitarra al p¨²blico y se coloc¨® en su sitio de siempre, un poco en sombra, a la derecha de Eva. Ella tom¨® el centro con una clave en las manos y marc¨® el ritmo de una breve introducci¨®n, quiz¨¢ su ¨²ltimo rito de transformaci¨®n. Con el primer solo mel¨®dico de Aguirre, ella traz¨® una par¨¢bola el¨¦ctrica con su melena, agarr¨® el micro y proyect¨® su voz: "Porque no importa el porvenir / cre¨ªmos en el rock & roll / por eso estamos aqu¨ª / equivocados o no", y as¨ª despleg¨® su adrenalina durante hora y media.
Por la ma?ana, Eva cont¨® que hab¨ªa perdido la noci¨®n de lo que estaba sucediendo ah¨ª arriba despu¨¦s de su primer golpe de cabeza. Para explicarse, mostr¨® un hematoma del tama?o de un pu?o en el muslo. No recordaba c¨®mo se lo hab¨ªa hecho. Su voz volv¨ªa a fluir con un tono manso y retra¨ªdo.
Amaral publica su nuevo disco, 'Hacia lo salvaje' (Ant¨¢rtida), el 27 de septiembre.
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