El posmodernismo se convierte en historia moderna
Londres revisa el ascenso y ca¨ªda del pol¨¦mico movimiento cultural
Perfiles de edificios que juguetean de forma irreverente con diversos estilos arquitect¨®nicos, en abierto desaf¨ªo a la sobriedad del movimiento moderno; productos de uso dom¨¦stico, como una simple tetera, cuyas formas caprichosas priman la est¨¦tica frente a todo sentido pr¨¢ctico; revolucionarios dise?os gr¨¢ficos y estrellas musicales decididas a abanderar la subversi¨®n con estilo. Y finalmente la rendici¨®n, el culto al dinero. Ese caj¨®n de sastre que, bajo la etiqueta de posmodernismo, fue sin¨®nimo de libertad radical hasta convertirse en el estilo del consumismo exacerbado, protagoniza el estreno de la nueva temporada muse¨ªstica en Londres.
Como herederos suyos, ?somos v¨ªctimas o beneficiarios? Los art¨ªfices de la exposici¨®n que el museo Victoria & Albert abre este s¨¢bado (Posmodernismo: Estilo y Subversi¨®n 1970-90) no quieren entrar en disquisiciones filos¨®ficas sobre un fen¨®meno que desaf¨ªa una definici¨®n compacta. Su propuesta se centra en la historia reciente del arte y el dise?o, en c¨®mo un movimiento provocador nacido en el universo de la arquitectura acab¨® extendiendo su influencia en todas las ¨¢reas de la cultura popular, incluidos el cine, la m¨²sica y la moda.
"Su descr¨¦dito fue proporcional a su ¨¦xito", sostiene el arquitecto catal¨¢n
"Lo adores o lo odies, tuvo el poder de inflamar", dice la comisaria
"Fue la reacci¨®n al monolitismo de Mies y Le Corbusier", dice ?scar Tusquets
La resistencia a la autoridad acab¨® cediendo a la seducci¨®n del dinero
Frente a las connotaciones negativas que arrastra la etiqueta, la muestra explora a trav¨¦s de dos centenares y medio de piezas la vocaci¨®n rupturista con el pasado inmediato, la pluralidad que reniega de toda narrativa dominante, tambi¨¦n un estilo ir¨®nico y multifac¨¦tico que abri¨® un sinf¨ªn de posibilidades.
"El posmodernismo toma fragmentos de estilos ya existentes y los re¨²ne a modo de collage para crear algo diferente", subraya la comisaria de la exposici¨®n, Jane Pavitt, sobre una de las caracter¨ªsticas principales del movimiento. Cuando Philip Johnson inaugur¨® hace m¨¢s de cinco lustros su dise?o del rascacielos de la compa?¨ªa AT&T (hoy edificio Sony) en Nueva York, que talla con un agujero circular el v¨¦rtice del front¨®n triangular de la fachada, fue tildado de traidor. El arquitecto -como muestra uno de los bocetos que exhibe el V&A- rebat¨ªa la ortodoxia c¨²bica racionalista, de la que hasta entonces ¨¦l mismo hab¨ªa sido adalid. El gesto entronc¨® con una joven generaci¨®n que miraba con iron¨ªa hacia los monumentos del pasado, los reciclaba y combinaba.
Uno de los grandes exponentes del dise?o y la arquitectura posmoderna en Espa?a fue Oscar Tusquets, cuyo Belvedere Georgina, construido en Llofriu (Gerona) en 1972, fue calificado como "la primera obra posmoderna sin mala conciencia". Lo hizo Charles Jencks, a cuyo ensayo El lenguaje de la arquitectura posmoderna, de 1977, se atribuye la popularizaci¨®n del t¨¦rmino que puso nombre al cambio de sensibilidad apuntada ya en textos de Robert Venturi como Complejidad y contradicci¨®n en la arquitectura o Aprendiendo de Las Vegas.
Desde su estudio de Barcelona, Tusquets sostiene que "ten¨ªa que venir una revisi¨®n de esa ¨¦poca". No para reproducir su est¨¦tica, aclara, sino para reconocer el valor que tuvo: "Fue una reacci¨®n de hartazgo contra el monolitismo puritano del movimiento moderno, que despreciaba el gusto de la gente y le dec¨ªan c¨®mo ten¨ªa que vivir. Lo tildaron de snob y reaccionario capitalista porque los modernos dec¨ªan construir para los obreros, pero resulta que a los obreros les gustaban las cubiertas a dos aguas".
Si aquellas ideas no acabaron de encajar entre el p¨²blico de los setenta, los dise?os posmodernos logran en la siguiente d¨¦cada, con su boom econ¨®mico, la aceptaci¨®n de las masas, especialmente en su traslaci¨®n a los objetos de la vida cotidiana. Los muebles de Ettore Sottsass, fundador del grupo Memphis, o los estilosos art¨ªculos dom¨¦sticos de la firma Alessi, anteponen la originalidad y la ostentaci¨®n a cualquier otra funci¨®n, y aparecen como objetos irresistibles en las revistas de estilo que empiezan a proliferar. Todo era una declaraci¨®n de estilo en aquella "d¨¦cada del dise?o" que tambi¨¦n impregn¨® el mundo de la m¨²sica y a sus int¨¦rpretes, exponentes de la teatralidad, el colorido y la exageraci¨®n. Jane Pavitt alega que el look de personajes tan diversos como David Byrne, Annie Lennox o la diva Grace Jones (a cuyos estilismos se dedica una sala) contribuy¨® a cuestionar las nociones de g¨¦nero, sexo e identidad, acarreando consigo nuevos aires de libertad.
La resistencia a la autoridad, en el ¨¢mbito art¨ªstico y en el social, que quiso encarnar el posmodernismo acab¨® cediendo a la seducci¨®n del dinero, simbolizados en el cuadro de Andy Warhol que en el tramo final de la exposici¨®n toma como estrella el signo del d¨®lar. El arte como mercanc¨ªa, la subversi¨®n que en realidad persigue el gancho comercial, la superficie a expensas de la profundidad.
"?Fr¨ªvola?", se resiste Tusquets. "Comparada con los edificios-estrella que han venido despu¨¦s y que ignoran ol¨ªmpicamente el contexto en el que se levantan, la arquitectura posmoderna era de un rigor absoluto", ironiza. "En 20 a?os veremos que los proyectos de Zaha Hadid, por no hablar del Hotel Puerta Am¨¦rica de Madrid, se aguantan menos que los de Michael Graves".
Con todo, el arquitecto catal¨¢n reconoce que "la desobediencia a Mies y Le Corbusier" y la recuperaci¨®n de valores de la arquitectura tradicional no siempre encontr¨® una creatividad a la altura de su ambici¨®n. Eso y la implantaci¨®n arrolladora que conoci¨® en los ochenta -"en EE UU Graves anunciaba tarjetas de cr¨¦dito por televisi¨®n y el ¨²nico arquitecto italiano al que conoc¨ªan los alumnos era Aldo Rossi"- determin¨® su ca¨ªda: "Su descr¨¦dito fue proporcional a su ¨¦xito". Posmoderno se convirti¨® en un insulto casi. Nada nuevo seg¨²n Tusquets: "Cuando yo era ni?o, el modernismo, Gaud¨ª incluido, era de mal gusto. Si no tiraron el Palau de la M¨²sica fue porque no hab¨ªa dinero".
Los detractores del fen¨®meno encuentran sus argumentos en los a?os noventa, cuando el posmodernismo, efectivamente, sucumbe ante su propio ¨¦xito. Por eso el Victoria & Albert remata ahora una programaci¨®n que ha revisado los movimientos art¨ªsticos y del dise?o en el siglo XX con una mirada retrospectiva hacia una escuela multiforme. Un movimiento que, en palabras de Pavitt, "lo adores o lo odies, tuvo en su momento el poder de inflamar", de socavar los dictados de la uniformidad, de abrazar "un dise?o radical" y de abrir impensables v¨ªas de expresi¨®n.
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