Viaje a los mapas imaginarios de un escritor omn¨ªvoro
David Mitchell publica en Espa?a 'Mil oto?os', su primera novela hist¨®rica
Hab¨ªa selvas, r¨ªos y archipi¨¦lagos. "Y nunca faltaba un volc¨¢n", sonr¨ªe el brit¨¢nico David Mitchell (1969). Ya de ni?o, cuando se pasaba cuatro d¨ªas ante un papel blanco, dibujando mapas imaginarios, sab¨ªa que alg¨²n d¨ªa ser¨ªa escritor. "Sent¨ªa adrenalina, hasta me pon¨ªa a pensar en los negocios entre las distintas tribus", recuerda. La imaginaci¨®n es el as que el novelista ha intentado guardar en su manga y que, junto con una larga documentaci¨®n, ha dado a luz Mil oto?os, su primera novela hist¨®rica, que Duomo Ediciones publica en Espa?a.
Mil oto?os naci¨® en Deshima, una isla artificial de la bah¨ªa de Nagasaki, en 1994. En ese pedazo de tierra, encerrado entre cuatro murallas, el radar para las novelas de Mitchell empez¨® a aullar. Desde entonces, el brit¨¢nico, que durante ocho a?os vivi¨® en el pa¨ªs del Sol Naciente, supo que all¨ª ambientar¨ªa una historia. La ¨¦poca ser¨ªa el comienzo del siglo XIX, cuando Jap¨®n combat¨ªa herm¨¦tico las influencias extranjeras a la vez que, justo en Deshima, dejaba abierta una portezuela para el comercio con los occidentales.
La trama funde amor, intriga y corrupci¨®n en el Jap¨®n del siglo XIX
"Cuando empiece a publicar libros id¨¦nticos, lo dejar¨¦", asegura el autor
La novela acababa de despegar, pero el vuelo dar¨ªa para rato. Al piloto le faltaban dos recursos, antes de tomar pista. "No conoc¨ªa bastante ese periodo ni sab¨ªa qu¨¦ lenguaje usar", asegura Mitchell. Para robustecer su aeroplano el brit¨¢nico acu?¨® el pasadense, -un estilo coherente con el siglo XIX pero comprensible para los contempor¨¢neos-. Y tras cuatro a?os de documentaci¨®n y escritura (en los ratos que le dejaba su otra profesi¨®n, la de padre), llen¨® las 628 p¨¢ginas por las que el holand¨¦s Jacob de Zoet, escribano honesto "en un nido de v¨ªboras", y la comadrona japonesa Orito protagonizan una trama de intriga y amores prohibidos.
"Quer¨ªa romper el clich¨¦ de que el Jap¨®n antiguo estaba totalmente cerrado al exterior, describir su sistema de reglas ¨²nico y centrarme en Deshima, un lugar tan limitado que parec¨ªa perfecto para una novela", detalla Mitchell. Sobre esos tres fundamentos naci¨® una robusta catedral consagrada a la corrupci¨®n y la ambig¨¹edad de casi todos sus personajes. Arquitecto h¨¢bil pero sin un proyecto claro, Mitchell fue colocando los ladrillos seg¨²n le suger¨ªa la obra. La piel que hab¨ªa imaginado para Mil oto?os asumi¨® otros rasgos. ?Mejores? "Lo imaginario es perfecto pero lo real es mejor. Es una respuesta a lo Milan Kundera para una pregunta a lo Italo Calvino", se r¨ªe Mitchell.
Entre los cambios, el autor se vio obligado a mudar a sus personajes para salvarles. El ¨ªntimo abrazo de Deshima estaba a punto de estrangular Mil oto?os. "Hay tantas normas en la isla que la casualidad desaparece. Y esa precisamente es la gasolina de una novela", sostiene Mitchell. A la creatividad el brit¨¢nico a?ade un trabajo de campo que tiene algo de la antropolog¨ªa. "El novelista estudia a los dem¨¢s como un forastero, sin confundirse con ellos. Jap¨®n era perfecto: ning¨²n extranjero podr¨¢ sentirse jam¨¢s como los locales, ni ellos se lo permiten", tercia Mitchell.
Antrop¨®logo creativo, historiador fantasioso, al escritor se le multiplican las tareas. Adem¨¢s, "el talento no basta, hace falta disciplina", seg¨²n Mitchell. Solo as¨ª se puede seguir anhelando el Santo Grial de la originalidad. "Cuando empiece a publicar libros id¨¦nticos, lo dejar¨¦", afirma Mitchell. A la monoton¨ªa al autor opone su "omnivoracidad": "Intento mantenerme curioso y seguir investigando, desde qu¨¦ le pasar¨¢ a la econom¨ªa espa?ola hasta c¨®mo trabaja un fot¨®grafo".
Cazador de comidas novedosas, el escritor ya ha metido en su horno cinco novelas distintas. Ghostwritten, en 1999, fue la chispa que inaugur¨® su carrera. Number9dream y Cloud Atlas, ambas preseleccionadas para el prestigioso premio Booker a la mejor novela en lengua inglesa, mantuvieron ese fuego ardiendo.
El carb¨®n ajeno tambi¨¦n revigoriz¨® las llamas. Peleando con su tartamudez, Mitchell explica las influencias que tuvo su literatura, aunque avisa: "No estoy compar¨¢ndome con esos nombres". Se refiere a los autores que tiene subidos a un pedestal: Anton Ch¨¦jov, Mikhail Bulgakov y Jorge Luis Borges, que "est¨¢ en el ADN de todo escritor". Para otra pasi¨®n el brit¨¢nico s¨ª se atreve con comparaciones osadas "La serie The Wire est¨¢ a la altura de Cervantes y Shakespeare".
Poco ten¨ªan que ver con aquel nivel sus primeras obras. Aunque para Mitchell fue un aprendizaje: "Es muy importante el d¨ªa en el que lees algo que te ha costado sangre y sudor y te das cuenta de que es una mierda". De los bancos de la universidad las piezas pasaron pronto a la basura. "No estar¨¢n en las salas del museo David Mitchell", bromea el escritor. En cambio, s¨ª habr¨¢ muchos mapas, cada uno con su volc¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.