Madame Bovary con acento mexicano
No recuerdo ninguna pel¨ªcula en la extensa y muy personal obra del director mexicano Arturo Ripstein con final feliz. Pero la sensaci¨®n de asfixia vital, de gente rota o en el l¨ªmite, de obsesiones sin salida, de depresiones vociferantes, de aullidos sin respuesta, de sensualidad volc¨¢nica y amores no correspondidos, de humor feroz, creo que alcanza la plenitud cuando a mediados de los a?os 80 forma sociedad art¨ªstica con la guionista Paz Alicia Garciadiego. Fruto de esa identificaci¨®n entre dos retratistas del horror y la autodestrucci¨®n nacen algunas pel¨ªculas excelentes como Principio y fin y La reina de la noche. Tambi¨¦n otras excesivamente recargadas que parecen querer hacer virtud del masoquismo, con vocaci¨®n enfermiza hacia todo lo patol¨®gico, complacidos desfiles de freaks. Hace tiempo que su cine me resultaba cansino. Tambi¨¦n previsible. Estaba un poco saturado de tanta sordidez con aliento tr¨¢gico.
Ripstein describe el fracaso en carne viva con un talento que parec¨ªa oxidado
Consecuentemente, me asomo sin muchas ganas a Las razones del coraz¨®n. Tampoco mi estado de ¨¢nimo est¨¢ predispuesto en la ¨²ltima jornada del festival a saborear densidades existenciales en tenebrista blanco y negro. Y me asusta un poco, aunque reconozca la certeza de la frase de Pascal que encabeza los t¨ªtulos de cr¨¦dito: "El coraz¨®n tiene sus razones, que la raz¨®n desconoce". Pero, al poco tiempo, estoy enganchado a esa mujer cuyo estado natural es la desesperaci¨®n, que intenta retener pat¨¦ticamente a su huidizo amante ofreci¨¦ndole no ya ser su esclava sino regalos que no puede pagar, lanzando todos sus demonios, la frustraci¨®n de su vida, sus sue?os incumplidos contra una hija que solo anhela tener una madre normal y un marido tan enamorado como sufriente, resignado ante su mediocridad, que no puede ofrecerle m¨¢s de lo que tiene. Reconoces en cada plano y en cada di¨¢logo el atormentado universo de Ripstein, pero cualquier espectador que ame la literatura sabe que la historia de esta imposible ama de casa mexicana, su enloquecido enco?amiento hacia un hombre que ya no la desea, ese marido entregado, los mezquinos vecinos que la rodean, tiene mucho que ver con lo que le ocurr¨ªa a una tal Emma Bovary. Ripstein solo se ocupa de la fase final de aquella desgraciada que nunca pudo, supo o quiso ponerse de acuerdo con lo que le ofrec¨ªa su rutinaria existencia. Imaginamos que existi¨® la ilusi¨®n y un fugaz esplendor en su alma y en su piel cuando esta guapa de clase media se enroll¨® con el saxofonista cubano, pero aqu¨ª ya solo queda el lamento y la ruina, el odio hacia s¨ª misma por ser como es, el reproche volc¨¢nico hacia todo lo que le rodea, la autocompasi¨®n agresiva, el deseo de dormir definitivamente para no tener que soportar un dolor que no ofrece tregua. Ripstein vuelve a demostrar un talento que parec¨ªa oxidado describiendo el fracaso en carne viva, la imposibilidad de un n¨¢ufrago gen¨¦tico para agarrarse a ninguna tabla de salvaci¨®n. Dispone de actores y actrices notables en papeles secundarios y de la intensidad, la fiebre permanente, la mezcla de caos mental y lucidez extrema, la carnalidad volc¨¢nica, que inyecta la admirable Arcelia Ram¨ªrez a su personaje. Puedo entender que algunos espectadores acaben de los nervios ante esta exhibici¨®n de la desesperaci¨®n extrema que se desarrolla exclusivamente en un edificio que pretende ser claustrof¨®bico. A m¨ª me crea cierta hipnosis, permanecen en la retina y en el o¨ªdo im¨¢genes y d¨ª¨¢logos.
Hablando del arte de expresar cosas con tu rostro, tu cuerpo y tu boca, creo que no he visto un actor tan lamentable en las pel¨ªculas de la Secci¨®n Oficial como Mathieu Demy, hijo de los respetables Jacques Demy y Agn¨¨s Varda. Admites que escriba, produzca y dirija Americano, que est¨¦ empe?ado en la autor¨ªa absoluta en esta trama de hombre acosado por traumas infantiles que tras la muerte de una madre de la que ha estado separado muchos a?os intenta reconstruir la personalidad de ¨¦sta para explicarse a s¨ª mismo, para averiguar las razones de su ancestral infelicidad. El tono es desva¨ªdo y se acumulan los disparates, pero lo peor es sufrir todo el rato el atormentado careto de su protagonista. Solo puede haberle convencido gente que le odia de que el era el actor id¨®neo para interpretar al antih¨¦roe de esta historia que pretende ser muy sentida y que te deja como un t¨¦mpano.
Babelia
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