Amor que naci¨® por envidia
Las protagonistas de las comedias de Lope tienen el vigor, la gracia y las debilidades de sus modelos. Dec¨ªa Laurence Bos-well, exdirector asociado de la Royal Shakespeare Company, que las mujeres del F¨¦nix tienen m¨¢s hemoglobina que las de Shakespeare, porque este hab¨ªa de verlas interpretadas por actores travestidos (las compa?¨ªas inglesas de la ¨¦poca eran ¨ªntegramente masculinas), mientras que Lope pod¨ªa permitirse escribir a la medida de actrices a las que admiraba de cerca.
En El perro del hortelano, sin embargo, el papel del secretario Teodoro tiene m¨¢s luz y matices que el de Diana, caprichosa condesa de Belflor, enamorada de ¨¦l repentinamente, tras sorprenderle enredado con la criada Marcela. Al hablarle esta de Teodoro con arrobo y al escuchar los requiebros que ¨¦l le dedica, Diana siente una envidia profunda entreverada de celos. Si no fuera por Marcela, ni se hubiera fijado en ¨¦l: el deseo ajeno despert¨® el suyo.
EL PERRO DE HORTELANO
Autor: Lope de Vega. Producci¨®n: CNTC. Vestuario: Lorenzo Caprile. Escenograf¨ªa: Carolina Gonz¨¢lez. Versi¨®n y direcci¨®n: Eduardo Vasco. Teatro Pav¨®n. Hasta el 23 de diciembre.
Es una producci¨®n envejecida y con desniveles de factura en la danza
Pero el cari?o de Diana es intermitente: cuando la criada, visto que Teodoro pica m¨¢s alto, se retira a otro caladero masculino, la condesa deja de interesarse por ¨¦l, en parte porque no acaba de imaginarse compartiendo lecho con un plebeyo.
Lope no tarda en contagiarnos sus simpat¨ªas por el secretario: en su boca pone un extenso aparte c¨®mplice en el que David Boceta, su int¨¦rprete en este montaje de Eduardo Vasco, da la perfecta medida de su desconcierto ante la equ¨ªvoca conducta de su se?ora, y tambi¨¦n la dimensi¨®n del deseo que lo alienta ahora que ve a tiro el bocado anta?o inalcanzable.
Boceta y Eva Rufo ya hab¨ªan hecho buena pareja en ?De cu¨¢ndo ac¨¢ nos vino?, un Lope chispeante dirigido por Rafael Rodr¨ªguez a esta Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico. Diana no cae bien, pero tampoco es una malvada de libro, aunque para salirse con la suya encierre bajo siete llaves a su rival, encarnada por Isabel Rodes. Cuesta agarrar por cualquier sitio a semejante personaje. En los primeros compases del espect¨¢culo, en Eva Rufo echamos de menos una punta de malevolencia, picard¨ªa y verde envidia. En su mapa emocional, demasiado interiorizado, se dibujan pocos relieves: bajo su frialdad debieran de asomar trazas de un terremoto interior. Pero como Rufo m¨¢s que velocista es actriz de fondo, conforme la comedia avanza su presencia y su pulso sostenidos van produciendo en el espectador esc¨¦ptico un efecto mesmerizante, como si su perseverancia en el enfoque bastara para acabar convenci¨¦ndole de que Diana es as¨ª y de que imagin¨¢rsela de otro modo es en vano.
Trist¨¢n, tercer pivote de la comedia, tiene en Joaqu¨ªn Notario un int¨¦rprete eficac¨ªsimo. Cuanto se cuece entre estos cuatro actores est¨¢ en su justo registro, o en las proximidades al menos.
Vasco, que con este pilotaje deja el tim¨®n de la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico, ha convertido a la m¨²sica, tan necesaria en los cl¨¢sicos ¨¢ureos, en un acompa?amiento casi constante que, por simpat¨ªa, desliza ciertos di¨¢logos hacia el melodrama y que tambi¨¦n distrae de alg¨²n mon¨®logo. No parece que el trazo grotesco con que director e int¨¦rpretes dibujan al ya de por s¨ª desastrado par de arist¨®cratas pretendientes de la condesa convenga a las escenas donde aparecen: su ruido y la chufla a la que se les somete vienen tan al pelo como un chorro de agua en un vaso de tinto.
Tampoco la bufonada turca anda sobrada de gracia. Precisa en su breve cometido, Mar¨ªa Besant.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.