Eduardo Noriega
Vi el estreno de la serie Homicidios porque actuaba Eduardo Noriega. Desde que lo descubr¨ª en Tesis, la primera y afortunada pel¨ªcula de Alejandro Amen¨¢bar, siempre me ha parecido un actor lleno de matices y de una fuerza profunda, escondida, que asoma de vez en cuando dej¨¢ndonos clavados en la butaca. Noriega, que confiesa que le encanta llevar una vida normal y poder disfrutar de un paseo o de comer en un restaurante con los amigos sin sentirse observado, ser uno m¨¢s cuando no est¨¢ actuando, descansar de ser estrella como otros descansamos de ser escritores, empresarios y vendedores al apagar el ordenador o salir del trabajo, Noriega, que solamente aspira a crear personajes inolvidables, no puede dejar de ser singular en ning¨²n momento. Est¨¢ marcado por una intensidad, que es quiz¨¢ la que le ha llevado a desplegarse en la interpretaci¨®n, en otras vidas, en otras emociones. No necesita forzarse ni transformarse para crear momentos tensos, inc¨®modos o tiernos. Le basta mirar para conseguir que el espectador se sienta enredado en unos cuantos estados de ¨¢nimo, que van del odio a la duda, del cinismo a la ingenuidad... Hay actores que derrochan energ¨ªa carnal, sudor y l¨¢grimas, y que parecen salidos directamente de la estela de Marlon Brando aunque no siempre con su talento. La energ¨ªa de Noriega nos hipnotiza y nos hace creer lo que le da la gana. Puede resultar terrible y oscuro, o puede ser un enamorado desarmado sin cambiar de chaqueta, sin cambiar de sitio y casi sin moverse. Si tuviese que buscar alg¨²n parecido, pensar¨ªa en el actor Edward Norton, que en una misma cinta pasa de ser un pringado, un pobre hombre, anodino, a traspasarnos con un atractivo abrumador aprovechando la fuerza que parece concentrar en los huesos.
Seguramente en Homicidios disfrutaremos de algunos de estos momentos y tambi¨¦n del crecimiento de la propia serie, de la psicolog¨ªa de los personajes y de la relaci¨®n entre ellos, de los argumentos, de la intriga. Espero con impaciencia el siguiente episodio y ver en acci¨®n al profesor Tom¨¢s S¨®ller y a la inspectora Eva Hern¨¢ndez (Celia Freijeiro) desentra?ando la trama criminal.
Tambi¨¦n me acerqu¨¦ al cine a ver Blackthorn. Sin destino, la ambiciosa pel¨ªcula de Mateo Gil, porque, entre otras cosas, trabaja Eduardo Noriega, encarn¨¢ndose en uno de esos tipos desaprensivos con encanto que te salen al paso en la vida. Los impresionantes parajes que logran trasladarte a la soledad y libertad del legendario forajido Butch Cassidy (Sam Shepard) me hacen acordarme de otra pel¨ªcula de Noriega, Transsiberian. Me gust¨® bastante porque en el ambiente extra?o y claustrof¨®bico de un viaje de Pek¨ªn a Mosc¨² en el Transiberiano, con sensaci¨®n de peligro, bellos paisajes de la estepa siberiana y mucho fr¨ªo, aparece Carlos, un mochilero que no le tiene miedo al riesgo. Mirada turbia, c¨ªnico y campechano con todo el mundo, un personaje muy espa?ol, muy nuestro, que la naturalidad de Noriega logra que parezca un pasajero de verdad, una persona normal en la que nunca hay que confiar al 100%.
Adem¨¢s, para muchos de nosotros, aunque Noriega naciese en Santander, est¨¢ profundamente unido a Madrid, sobre todo aquel Madrid de los noventa en que un jovenc¨ªsimo Amen¨¢bar despunt¨® de manera brillante con Tesis o Abre los ojos, trabajos que nos ayudaron a penetrar en el laberinto psicol¨®gico de unos estudiantes o a despoblar la Gran V¨ªa hasta la pesadilla. Eduardo Noriega, corriendo por una Gran V¨ªa desierta, se convirti¨® en la imagen de la soledad que m¨¢s tememos.
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