Europa en peligro
La crisis europea es un foco peligroso para la econom¨ªa mundial; quiz¨¢ el m¨¢s peligroso. No es necesario elucubrar demasiado para aceptar este sencillo postulado, sobre el cual pueden edificarse otros argumentos y diagn¨®sticos sobre el estancamiento de las econom¨ªas avanzadas que acaba de ratificar el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es cierto que el peso econ¨®mico de EE UU es mayor y que, por lo tanto, la fase de bajo crecimiento por la que atraviesa el pa¨ªs condiciona las posibilidades de recuperaci¨®n mundial; pero EE UU es una econom¨ªa integrada, dirigida por una unidad pol¨ªtica identificable, regulada monetariamente por un Tesoro ¨²nico y una idea clara de pol¨ªtica econ¨®mica. No es el caso de Europa. La unidad monetaria existe con car¨¢cter formal, pero no hay instituciones ni legislaci¨®n com¨²n que permita una respuesta ¨²nica ante una crisis. No hay iniciativa pol¨ªtica contra la crisis ni tampoco resortes legales para combatirla.
Bastar¨¢ un ejemplo sencillo para entender las diferencias (a efectos de la crisis financiera) entre ambos lados del Atl¨¢ntico. En EE UU puede darse la circunstancia de que quiebre uno de sus Estados sin que tal desastre comprometa la unidad econ¨®mica nacional. Las autoridades toman las disposiciones necesarias para mantener el orden presupuestario y financiero. Pero en Europa la quiebra (entendiendo por tal una declaraci¨®n de default o la imposici¨®n de quitas a la deuda nacional) y la salida de un solo Estado del r¨¦gimen de la moneda ¨²nica provocar¨ªa una situaci¨®n ca¨®tica, en la que ser¨ªa pr¨¢cticamente imposible redistribuir la carga del endeudamiento fallido entre las instituciones p¨²blicas y privadas del resto de los Estados. Si esto se sab¨ªa desde el comienzo de la crisis financiera y se iba confirmando, paso a paso, desde 2008 hasta hoy, resulta dif¨ªcil entender c¨®mo es posible que ni Alemania o Francia, o las cumbres europeas de ministros de Finanzas, o el Banco Central Europeo (BCE), o todos juntos, se hayan preocupado de esta cuesti¨®n. Da la impresi¨®n de que uno a uno o todos juntos han retrocedido ante el ¨ªmprobo esfuerzo que supone abordar los cambios (pol¨ªticos y legislativos) en los parlamentos nacionales.
Pero es que tampoco aparecen la iniciativa pol¨ªtica y los recursos para abordar problemas de mera supervivencia. En pleno estancamiento econ¨®mico el BCE decide recuperar la senda de subida de los tipos de inter¨¦s, a pesar de que la decisi¨®n no beneficia a pa¨ªs alguno (ni siquiera a Alemania, ya en el carril de la recuperaci¨®n) y perjudica precisamente a los que est¨¢n rescatados o tienen duros planes de ajuste; existe la certeza de que Grecia necesita una quita urgente de la deuda, inyecci¨®n no menos de dinero y que se le aplique un nuevo plan de rescate, pero Merkel, Sarkozy y el BCE fingen nervios de acero y sugieren que la ruina griega se solucionar¨¢ con innumerables cumbres (Cumbres Farragosas, podr¨ªa decir Emily Bront?) en las que no se resuelve nada y todo queda para la siguiente; se aprob¨® una reforma de la arquitectura financiera en la cumbre de julio, pero no se sabe si se aplicar¨¢ o cu¨¢ndo; la idea de los eurobonos, por todos los que piensan en una unidad econ¨®mica y monetaria real, permanece estancada en las barreras de la ortodoxia antiinflacionista de Merkel y sus aliados. Y as¨ª sucesivamente, siguiendo los protocolos, hasta la ruina final.
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