Un 'sprint' es un 'sprint'
Cavendish se corona como el mejor velocista de los ¨²ltimos a?os en un final en el que Freire, tres veces campe¨®n mundial y ayer noveno, se equivoc¨®
"Un sprint es un sprint", dice Mark Cavendish, feliz, po¨¦tico, quien a 300 metros de la meta del Campeonato del Mundo se puso a la rueda de Andr¨¦ Greipel; a 150, h¨¢bil, junto a las vallas, se lanz¨® solo cara el viento, y a 10 resisti¨® el desesperado golpe de ri?¨®n de Matthew Goss. "Suba o baje, un sprint son 300 metros y un aceler¨®n", rubrica el ciclista brit¨¢nico.
"Un sprint es tambi¨¦n esto", dice ?scar Freire, decepcionado, triste como nunca, solo como siempre; "un sprint es un momento en el que un error m¨ªnimo te condena y pasas de poder ser primero a quedar octavo o m¨¢s atr¨¢s".
Cavendish, de 26 a?os, gan¨® al sprint, claro, el Mundial m¨¢s soso y previsible de los ¨²ltimos tiempos, algo as¨ª como una etapa de esas pesadas del Tour tan vistas: fuga controlada, caza final, un par de demarrajes-fuegos artificiales, un sprint masivo que en vez de dar derecho solo a una fugaz visita al podio, dos besos y el olvido, permitir¨¢ al incre¨ªble brit¨¢nico vestir de arco¨ªris todo el a?o, algo as¨ª como ganar el Tour completo.
"Suba o baje, son 300 metros y un aceler¨®n", explica el brit¨¢nico
"Me vi muy lejos para arrancar y muy cerca para cambiar de jugada", dice el espa?ol
Freire, claro, no gan¨® su cuarto t¨ªtulo y su rostro, al final, casi ven¨ªa a decir que tampoco cree que lo pueda ganar alg¨²n a?o, tiene ya 35, pasada esta oportunidad. Tampoco termin¨® octavo, sino noveno, en una carrera que se desarroll¨® como deseaba, como esperaba; en un final en el que, extraordinariamente, no supo moverse y hasta dud¨®. Freire ya no es Freire. O no lo pareci¨®. Se dej¨® comer la recta, la cuesta y luego el falso llano, la distancia en la que ¨¦l respiraba como nadie, por una cuadrilla de j¨®venes sin complejos. Qu¨¦ pecado.
Qu¨¦ aburrimiento, dijeron los ciclistas al final, coreados por los bostezos de la pe?a. ?Qu¨¦ sentido tiene dar categor¨ªa de Mundial a una carrera disputada, ins¨®lito oto?o soleado en las afueras de Copenhague, a casi 46 kil¨®metros por hora de media, en la que los que se fugan saben que lo hacen para animar la espera, para romper el equilibrio geopol¨ªtico del pelot¨®n (como hizo Pablo Lastras, inteligente, alegre, fugado de salida ya con media docena m¨¢s), para estar a la altura de su fama, para no dormirse, pero no animados por la fe en la victoria?
?Qu¨¦ Mundial es este en el que protagonistas del pasado Tour como Thomas Voeckler o el incre¨ªble Johnny Hoogerland tienen que enga?arse, pensar que las onduladas y suaves colinas de los suburbios de Copenhague son tremendas monta?as, cerrar los ojos y tirar adelante?
No hay cl¨¢sica ya, ni siquiera la Par¨ªs-Tours, que suele acabar en sprint, con menos posibilidades de rendirse a lo inesperado, a la esencia de la competici¨®n, que los 260 kil¨®metros de ayer, horas de vueltas in¨²tiles alrededor de la nada (lo ¨²nico que rompi¨® el sopor fue una ca¨ªda que dej¨® cortado, eliminado, al campe¨®n de 2010, Thor Hushovd, y en la ambulancia a Vicente Reyn¨¦s, cuya misi¨®n era lanzar a Freire en la ¨²ltima recta) para acabar donde hab¨ªamos empezado: llegaron juntos al sprint m¨¢s de 100 ciclistas, terminaron la carrera 177, n¨²meros que asustan por lo elevado.
Disfrutaron algunos, como los del equipo brit¨¢nico, que se sintieron inmensos, a la altura del valor imperial de la Union Jack que decoraba sus vestidos, por lo menos, y controlaron con clase y mucha fuerza (tremendo Bradley Wiggins, el subcampe¨®n del mundo de contrarreloj, guiando al pelot¨®n el solo toda la pen¨²ltima vuelta) el desarrollo del carrusel.
Qued¨® tan retratado ante el mundo su potencial y su realidad espl¨¦ndida como qued¨® retratado el momento del ciclismo espa?ol, su ancestral buena cosecha de bullidores y escaladores, su escasez de grandes rodadores, de hombres potentes. Mientras Cavendish ten¨ªa un par de colegas para llevarlo en la recta, Australia un mont¨®n para Goss (el ganador de la Mil¨¢n-San Remo fue plata) y Alemania tambi¨¦n unos cuantos para dejar tercero a Greipel, Freire, como acostumbra en su Rabobank, se tuvo que jugar solo la llegada. Pocos boletos para una loter¨ªa muy concurrida.
"Y me equivoqu¨¦", reconoci¨® Freire, quien, a dos kil¨®metros de la llegada, toc¨® en el culo a Flecha, su fiel colega, para que le llevara a la cabeza; "quiz¨¢s me precipit¨¦ y tom¨¦ la ¨²ltima curva muy adelantado. Despu¨¦s, en la recta, me encontr¨¦ segundo, detr¨¢s del australiano Hayman, quien fren¨® a 300 metros de la l¨ªnea, demasiado lejos. Entonces dud¨¦ porque no sab¨ªa qu¨¦ hacer. Estaba demasiado lejos para arrancar y demasiado cerca para cambiar de jugada. Quiz¨¢s si Rojas hubiera estado conmigo...".
El sprint se lanz¨® por el otro lado y Freire solo pudo recuperar posiciones con su clase natural: "No he perdido velocidad, no es eso. Tampoco feeling ni nada. Todo estaba perfecto, pero me equivoqu¨¦".
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