Rajoy, en v¨ªsperas
La crisis marcar¨¢ al pr¨®ximo Gobierno, que no deber¨ªa desmantelar los aciertos del que termina
El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, anunci¨® ayer la disoluci¨®n de las C¨¢maras previa a la convocatoria de elecciones generales para el 20 de noviembre. El fin de la legislatura es tambi¨¦n la despedida de un dirigente socialista capaz de llevar a su partido a una s¨²bita victoria en 2004 y, apenas ocho a?os m¨¢s tarde, a la que podr¨ªa ser su peor derrota. La crisis econ¨®mica se ha erigido en causa necesaria de este tr¨¢nsito desde la cima de las expectativas al abismo del descr¨¦dito pol¨ªtico. La causa suficiente habr¨ªa que buscarla, por su parte, en los errores cometidos durante la estancia de Rodr¨ªguez Zapatero en La Moncloa.
Su forma de gobernar fue poco institucional, ignorando que la estructura jer¨¢rquica de la Administraci¨®n limita, sin duda, la explotaci¨®n propagand¨ªstica de los aciertos por parte del l¨ªder, pero, a cambio, le ofrece protecci¨®n, minimizando el desgaste por los errores y los fracasos. Voluntariamente situado en la primera l¨ªnea, Zapatero dilapid¨® su credibilidad con la misma velocidad con la que la hab¨ªa ganado. En especial cuando, declarada la crisis, trat¨® primero de negarla y, despu¨¦s, de combatirla a golpes de propaganda e improvisaci¨®n. El abrupto giro de la pol¨ªtica econ¨®mica en 2010, justificado y necesario por otra parte, acab¨® de arruinar su capacidad de liderazgo.
La principal diferencia entre la primera legislatura de Zapatero y la segunda fue la irrupci¨®n del principio de realidad, en forma de insoportable crecimiento del paro y de acelerado deterioro de las cuentas p¨²blicas. De no haberse producido esa irrupci¨®n, Zapatero habr¨ªa sido valorado por sus iniciativas en materia de derechos ciudadanos y por la renuncia a ejercer el control sobre la radio y televisi¨®n p¨²blicas. El fracaso del proceso de paz con los terroristas fue compensado con el extraordinario debilitamiento de la banda. Es pronto para determinar si una cosa llev¨® a la otra o si, por el contrario, la lenta pero imparable agon¨ªa del terrorismo hac¨ªa innecesario entablar ning¨²n di¨¢logo. Las tensiones territoriales, tratadas con frivolidad durante la primera legislatura, han cobrado nuevo e inusitado vigor durante la segunda.
Si se cumplen los pron¨®sticos, Mariano Rajoy se encontrar¨ªa en v¨ªsperas de tomar las riendas, en la grave situaci¨®n por la que atraviesa Espa?a. La profundidad de la crisis econ¨®mica no permite descartar que se traslade al terreno social. En evitarlo o en gestionarlo con capacidad de liderazgo, si afloran los conflictos, es donde los previsibles nuevos dirigentes se jugar¨¢n su suerte y tambi¨¦n la del pa¨ªs. En materia econ¨®mica, el Gobierno que salga de las urnas no podr¨¢ hacer nada distinto de lo que ha amagado con hacer, pero no ha hecho, el saliente. Del nuevo Gobierno se espera que corrija los errores del anterior, no que desmantele sus aciertos. El reciente intento de recuperar el control de la radio y televisi¨®n p¨²blicas no es un buen augurio. Tampoco algunas medidas adoptadas en sanidad y educaci¨®n por las comunidades que gobierna.
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