Nuestra Constituci¨®n, en peligro
La Constituci¨®n espa?ola de 1978 est¨¢ hoy en riesgo de extinci¨®n. O sea, de muerte por incumplimiento, por falta de respeto o por p¨¦rdida de su energ¨ªa vivificadora: el consenso. Si seguimos as¨ª la Constituci¨®n puede perder su virtualidad b¨¢sica de regular la convivencia y dar expresi¨®n a una voluntad de vivir juntos.
La Constituci¨®n naci¨® en clima de consenso muy amplio. Fue esa su principal virtud. El gran acuerdo, a la salida del franquismo, se fragu¨® en el seno de la generaci¨®n de la Transici¨®n, formada por quienes nacimos -a?o m¨¢s, a?o menos- entre 1930 y 1945. Entre nosotros hubo gentes de ideolog¨ªa muy diversa y antag¨®nica. Pero escogimos, en contra de nuestras tradiciones y h¨¢bitos ancestrales, ceder -todos- un poco. Y as¨ª naci¨® la Constituci¨®n.
El texto de 1978 precisa reformas sustanciales y por consenso. No retoques apresurados
Ahora venimos sufriendo un dr¨¢stico empeoramiento en el clima de nuestra convivencia. La generaci¨®n de la Constituci¨®n ha hecho mutis. Las generaciones m¨¢s j¨®venes andan indignadas, con bastante raz¨®n, porque nadie les pregunt¨® nada, no se sienten representadas y adem¨¢s padecen un paro escandaloso. Al mismo tiempo, el cambio clim¨¢tico consisti¨® en una degradaci¨®n del di¨¢logo pol¨ªtico, en un encono y unos enfrentamientos verbales que causan sonrojo. Los dos grandes partidos ya no buscan lugares de encuentro. Las leyes org¨¢nicas no se aprueban por amplio acuerdo. Las saca el partido gubernamental con sus votos, complementados por nacionalistas, a los que se les va traspasando, de la otrora gran alcachofa de competencias estatales, una hojita cada vez, a la que, a veces, ten¨ªan perfecto derecho. Por su parte esos partidos nacionalistas act¨²an con frecuencia como si no existiese Constituci¨®n o no regulase su conducta. Se desentienden de ella. Es una situaci¨®n grave. As¨ª no se puede seguir, entre otras razones porque se acab¨® la alcachofa. Y ya solo piden la autodeterminaci¨®n o la independencia.
Con 33 a?os de vigencia formal sin apenas modificaci¨®n, nuestra Constituci¨®n deber¨ªa haber sido ya reformada en aspectos sustanciales, siempre mediante un consenso equiparable al de 1977-1978. No ha sido as¨ª. Solo se han producido inciertas mutaciones constitucionales, o sea, cambios reales, sin reforma expl¨ªcita. Mutaciones discutibles que, a veces, solo quedan respaldadas por mayor¨ªa rasposa en un Constitucional incompleto, dividido y en crisis.
En nuestro caso el cambio clim¨¢tico ha degradado la discusi¨®n pol¨ªtica con p¨¦rdida de altura, precisi¨®n y transparencia. Los pol¨ªticos se han enzarzado en un tipo de argumentaci¨®n ad hominem, en el "m¨¢s eres t¨²", en la aplicaci¨®n sistem¨¢tica de la ley del embudo, en denunciar la paja en el ojo ajeno, conolvido de la viga en el propio. Les gusta meter el dedo en el ojo al adversario pol¨ªtico, como ya hemos visto en el f¨²tbol. Entre tanto, el debate p¨²blico se ha reducido a un penoso intercambio de reproches sobre trajes y facturas, EREs para amigos o parientes, faisanes, piller¨ªas varias y hasta delitos o presuntos delitos.
El resultado es que la clase pol¨ªtica ha ca¨ªdo en lo m¨¢s bajo de la credibilidad social. Lo dicen las encuestas y no se equivocan mucho. Nos encontramos en una situaci¨®n insostenible.
La reciente reforma del art¨ªculo 135 de la Constituci¨®n no ha resuelto gran cosa. Ha habido voces discrepantes en cuanto al fondo y en cuanto a la forma. Pero no se ha dicho con suficiente claridad que en la pr¨¢ctica no ten¨ªamos otra opci¨®n. Y no la hemos tenido por nuestra mala cabeza; por no habernos enterado hasta muy tarde de lo que se nos ven¨ªa encima y de qu¨¦ iba la cosa. Esta es la realidad. Que la reforma sirva, o no, lo sabremos pronto. De momento los mercados no est¨¢n apaciguados, ni la Bolsa boyante, ni barata la financiaci¨®n de la deuda. Pero el problema no vino en modo alguno por falta de normas.
As¨ª en diciembre de 2001 ya se aprob¨® una Ley de Estabilidad Presupuestaria (Ley 18/2001). All¨ª se proscrib¨ªa el d¨¦ficit presupuestario, y se ordenaba mantenerlo siempre por debajo del 3%, con una cierta flexibilidad. Esta ley firmada por Aznar fue corregida por otra de Zapatero, m¨¢s laxa, promovida por Pedro Solbes. Es la Ley 15/2006, que mantiene el objetivo de estabilidad pero admite alcanzarlo "a lo largo del ciclo econ¨®mico" y no a?o a a?o. Quiero decir que nunca nos faltaron en la materia leyes prudentes. Pero se incumplieron, en especial por algunas comunidades aut¨®nomas.
Poco despu¨¦s, tras la crisis financiera, con Grecia, Irlanda y Portugal ya intervenidos, el Banco Central Europeo nos sac¨®, junto a Italia, las casta?as del fuego, al menos por un rato. Y los dos grandes de la Uni¨®n nos pidieron -r¨¢pida- esa reforma constitucional. ?Cab¨ªa responderles que no? ?Pod¨ªamos arg¨¹ir que somos independientes, soberanos y con derecho a la libre autodeterminaci¨®n? No, porque ya est¨¢bamos vendidos. Y por ese camino podr¨ªamos vernos pronto, quiz¨¢, tambi¨¦n intervenidos, forzados a m¨¢s sacrificios o a cosas peores.
Pero esta no es la reforma constitucional que necesitamos. Se precisa una m¨¢s amplia, que vaya al fondo de nuestros problemas; que se estudie bien y no se improvise; que no se haga al dictado de nadie. Un cambio con amplio consenso, que mire hacia el futuro; que se apruebe por refer¨¦ndum y plantee (y resuelva) cuestiones como estas: ?Qu¨¦ debe ser Espa?a en los pr¨®ximos 50 a?os? ?Qu¨¦ deseamos que sea? ?Un pa¨ªs que juegue -perenne- en la segunda divisi¨®n de la Uni¨®n Europea? ?Pretendemos ver la pen¨ªnsula Ib¨¦rica integrada por dos o tres pa¨ªses "b¨¢lticos", insolidarios, jugando por libre en la Uni¨®n, con Portugal donde siempre y los mesetarios, como Espa?a residual, arrinconados? ?Vale para el futuro el sistema actual de las 17 comunidades, cada una con su autonom¨ªa despilfarradora o insolidaria? ?Cabe reconstituir el sistema auton¨®mico? ?Ser¨ªa posible cerrar un pacto federal entre nosotros, basado en la firme voluntad de vivir juntos y fijar con claridad las competencias de la Federaci¨®n y los Estados federados, de modo que podamos hablar con voz fuerte en la Uni¨®n? ?No ser¨¢ hora de cambiar la ley electoral y hacerla m¨¢s adaptada a esa realidad, en la l¨ªnea del sistema alem¨¢n? ?No hay que acabar con las ominosas listas cerradas y bloqueadas? ?Queremos ser un Estado laico o seguir como un Estado aconfesional en los t¨¦rminos de la Constituci¨®n? Y as¨ª, sucesivamente.
El pacto constitucional de 1978 persegu¨ªa una Espa?a democr¨¢tica, descentralizada y respetuosa con los derechos ciudadanos. Lo consigui¨®. Hoy el objetivo es introducir reformas que nos permitan estar presentes y actuar en la Uni¨®n Europea con voz propia e influyente. Urge salir del pelot¨®n de los torpes, en el que entramos por nuestra mala cabeza. Las viejas nociones de soberan¨ªa, independencia, autodeterminaci¨®n, etc¨¦tera, est¨¢n en crisis. Hay que pensar en t¨¦rminos de interdependencia, de poderes p¨²blicos en varios niveles, de identidades abiertas y plurales. No debemos huir de Europa, sino cooperar a que haya m¨¢s Europa.
Para andar por ese camino y renovar nuestra Constituci¨®n se precisan al frente de los partidos (de todos, pero sobre todo de los grandes) aut¨¦nticos estadistas. Recuerdo haberlo escrito en estas mismas p¨¢ginas poco antes de las anteriores elecciones generales, en las que se apuntaba ya el triunfo de Zapatero, como sucedi¨®. Afirm¨¦ que se precisaban estadistas y no pol¨ªticos de regate en corto y ocurrencias cambiantes. Me atrev¨ª incluso a propugnar una gran coalici¨®n al estilo de Alemania entonces. El estrepitoso silencio en torno a la propuesta fue justo castigo a mi osad¨ªa. Pero mejor nos hubiera ido. Hoy las letras ZP desaparecen para del futuro. Prima la R de Rajoy, que se dibuja como pr¨®ximo presidente del Gobierno, y la R de Rubalcaba, futuro jefe de la oposici¨®n, salvo que el batacazo del PSOE sea tan monumental que desista de su labor de oposici¨®n y deje el paso a otro (u otra), lo que ser¨ªa, en mi opini¨®n, negativo con vuelta a lo mismo.
Mal tiempo es una precam-pa?a electoral para pedir reflexi¨®n. Pero cualquiera que sea el Gobierno que salga de las urnas en noviembre solo una cooperaci¨®n entre Rajoy y Rubalcaba para reformar la Constituci¨®n, expresada en la f¨®rmula R+R, podr¨ªa marcar una l¨ªnea de soluci¨®n. Y en cambio tendremos el fracaso asegurado -a mayor o menor plazo- si frente a R+R optamos por seguir erre que erre.
Juan Antonio Ortega D¨ªaz-Ambrona es consejero electivo de Estado.
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