Bajo la mirada de 61 parejas

El viaje podr¨ªa empezar con la imagen de un buitre desplegando las alas. Podr¨ªa empezar con la escritura sobre una ermita que documenta un intento de asesinato. Podr¨ªa empezar con un escritor alem¨¢n, en pantal¨®n corto y gafas, contemplando la angostura de un valle profundo con unos prism¨¢ticos. Pero arranca, sin embargo, cuando a¨²n es de noche y el coche sube a duras penas una carretera sinuosa del pueblo de Sep¨²lveda. Arriba espera un monitor: "?Vamos!". Y sube a un todoterreno.

Esto que se ve a trav¨¦s de la ventanilla es el Parque Natural de las Hoces del R¨ªo Durat¨®n, un paraje situado al noreste de Segovia, a 120 kil¨®metros de Madrid. Desde el aparcamiento de la entrada hay una distancia de 900 metros hasta la ermita de San Frutos, como se conoce a los restos de un antiguo convento situado sobre un meandro. Por el sendero se bordean las paredes del ca?¨®n y se deja atr¨¢s un mirador desde el que se divisa un embalse que marca los l¨ªmites del parque. Con los prism¨¢ticos agarrados al cuello, el monitor del parque divisa un buitre posado sobre los cortados rocosos, una alondra ricot¨ª y hasta un alcaud¨®n com¨²n. Hoy es el D¨ªa Mundial de las Aves, aunque ninguna de las tres lo sepa. "Echa un vistazo", propone. No es f¨¢cil divisar nada a tantos metros de distancia. A mirar tambi¨¦n se aprende.

Una cruz preside el acceso al convento y a continuaci¨®n un puente de piedra salva una grieta que se conoce como La Cuchillada. Esta es la parte de novela negra de esta historia. La prueba del crimen frustrado est¨¢ cincelada en las paredes del convento, en una mezcla entre lat¨ªn y castellano antiguo: "Aqu¨ª yace sepultada una mujer que su marido despe?¨®. No muri¨® e hizo esta donaci¨®n de sus bienes". La leyenda, a?ade el gu¨ªa, completa las otras piezas del suceso. Se supone que el marido quer¨ªa casarse con otra mujer y, con la excusa de pasear por donde ahora pisan nuestros pies, lanz¨® a su esposa. "Prohibido tirar piedras", pone ah¨ª ahora. La suerte (o san Frutos, pens¨® ella) hizo que cayese sobre un escarpado y no en el vac¨ªo. Sufrag¨® la construcci¨®n de la ermita.

Es hora de bajar al r¨ªo. Si se quiere alquilar una piragua hay que hacer una parada en el pueblo de Seb¨²lcor, donde est¨¢n las empresas instaladas. All¨ª tambi¨¦n es posible degustar una excelente tortilla de patata reci¨¦n hecha en la taberna de Olegario. Hannes K¨¹lz, un periodista free-lance alem¨¢n, va a por su segundo pincho y pide pan para acompa?arlo. Lleg¨® a Sep¨²lveda anoche tras visitar Guijuelo con la ¨²nica intenci¨®n de sacar de un equ¨ªvoco inc¨®modo a sus compatriotas. Cuenta que en su pa¨ªs se ha puesto muy de moda el jam¨®n y que gusta mucho la palabra serrano. "La gente piensa que as¨ª se llama un pueblo espa?ol". En los supermercados, visto el tir¨®n de la palabra, proliferan quesos serranos, chorizos serranos, butifarras serranas. En el art¨ªculo que va a escribir esclarecer¨¢ el malentendido y, de paso, dir¨¢ que ese pueblo mito de nombre Serrano en realidad se llama Guijuelo.

?Y qu¨¦ hace por aqu¨ª? Se?ala que Karl May escribi¨® una obra titulada Under geisens, llevada despu¨¦s al cine. Significa Entre los buitres en espa?ol, traduce el propio K¨¹lz. "No hay mejor lugar en el mundo que represente esa obra que las Hoces", opina.

Eso nos lleva directamente a estar en el r¨ªo, a bordo de una piragua junto al alem¨¢n, entre las dos sierras. Es el Portillo de la Pez. A lo lejos un grupo de aves carro?eras se aposentan sobre un risco que les sirve de atalaya. En el parque (ha recibido en lo que va de a?o casi 26.000 visitantes; para visitarlo entre enero y julio se exige cita) hay registradas 61 parejas de buitres leonados. S¨ª, parejas. Se cuentan as¨ª porque viven en pareja durante un a?o mientras cr¨ªan a sus pollos. Se pueden llegar a contemplar desde muy cerca pero conviene no parecer moribundo, bromea el gu¨ªa, aunque el asunto se pone serio cuando explica que una manada de ellos devor¨® muy cerca de este lugar, en apenas cuatro horas, a una vaca mientras par¨ªa.

Entre las rocas se esconden misteriosas cuevas decoradas con pinturas rupestres y palomares. La siguiente parada es la plaza Mayor de Sep¨²lveda o, si se quiere, la iglesia de Santiago. En cada esquina se despliegan pizarrones con men¨²s que anuncian cochinillo al horno de piedra, chorizo, tambi¨¦n econ¨®micos men¨²s de dos platos con caf¨¦ y postre a nueve euros. Cruzada la puerta de una de las tabernas, comienza otro tipo de viaje.