El caos
Fue muy saludable dejar en tierra todos los telediarios, la sucia tabarra de la pol¨ªtica espa?ola y despu¨¦s de dos horas de vuelo, bajo el anticicl¨®n, divisar el mar J¨®nico, el golfo de Lepanto, el Peloponeso, la bru?ida mineralog¨ªa de la ?tica y aterrizar suavemente en el caos de Atenas. Si uno no hubiera llevado metida la crisis en el tu¨¦tano, no habr¨ªa notado ninguna diferencia de otros viajes a Grecia, cuando era el mismo para¨ªso ruidoso, destartalado, lleno de excelsas ruinas, sin incluir la propia, que uno llevaba a cuestas. Hab¨ªa un bullicio de viajeros aparentemente felices en el vest¨ªbulo del aeropuerto. En la plaza Omonia la gente ten¨ªa como siempre la espalda en la pared viendo pasar la vida y en los caf¨¦s profundos algunos viejos practicaban el juego del bagamon, el m¨¢s antiguo de la historia, el mismo que jugaban S¨®crates y Plat¨®n repantigados dentro de su s¨¢bana en el ¨¢gora, pero esta vez en Atenas la gente com¨²n interrogaba in¨²tilmente a la esfinge de los cajeros autom¨¢ticos y en los bares todos los clientes ten¨ªan puestos los ojos en la televisi¨®n para cerciorarse de que estaban arruinados. En una carnicer¨ªa de la calle Athina un matarife me indic¨® el camino hacia la Acr¨®polis y en la bisectriz de su dedo ensangrentado al fondo apareci¨® el Parten¨®n. Mientras el gent¨ªo caminaba sin direcci¨®n alguna bajo la llamada de los altavoces que incitaba a la rebeli¨®n, pens¨¦ que los atenienses han convertido el propio caos en una fortaleza inexpugnable, que los va a salvar siempre. Grecia no cumpl¨ªa ninguno de los requisitos para entrar en la Comunidad Eropea, pero no se pod¨ªa dejar fuera al pueblo que le regal¨® el nombre a Europa y con la victoria sobre los persas en Salamina evit¨® que aun hoy los alemanes llevaran turbante y arrastraran la bragueta hasta los tobillos. En Atenas bastaba con apartar los ojos de la televisi¨®n y al instante desaparec¨ªa la crisis griega y se erig¨ªan de nuevo los m¨¢rmoles pent¨¦licos que crearon todos los dioses y h¨¦roes. Quedaba en la calle el caos de toda su historia, las ganas de los griegos de romper todos los platos, como Zorba despu¨¦s de una fiesta feliz, el caos que los salvar¨¢ siempre.
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