Confianza en la ciencia
Este verano ha aparecido una encuesta de Metroscopia en la que se preguntaba a los ciudadanos en qu¨¦ medida les inspiran m¨¢s confianza distintas instituciones o grupos sociales. En primer lugar con un 7,4 sobre 10 aparec¨ªan los cient¨ªficos y los m¨¦dicos, seguidos con un 6,8 por la universidad y la sanidad p¨²blica y muy por delante de otros colectivos sociales y pol¨ªticos. De hecho, en las encuestas europeas, cient¨ªficos y m¨¦dicos acostumbran a aparecer en los primeros lugares cuando se hacen este tipo de preguntas. Para los que trabajamos en ciencia es sin duda de agradecer esta opini¨®n de los ciudadanos y representa una gran responsabilidad cuando nos dirigimos a ellos.
Los resultados de las encuestas suelen depender de c¨®mo se formulan las preguntas y se pueden interpretar de muchas formas. En este caso, al decir que los ciudadanos conf¨ªan en la ciencia, lo que probablemente estamos diciendo no es m¨¢s que una tautolog¨ªa: los ciudadanos conf¨ªan en el m¨¦todo que hemos desarrollado para tener respuestas de confianza. Cuando los humanos se comenzaron a hacer preguntas sobre el movimiento de las estrellas, sobre el ciclo de las estaciones, sobre c¨®mo cultivar plantas para comer o por qu¨¦ alguien se enfermaba, se desarroll¨® un m¨¦todo que se explicit¨® en el entorno grecolatino, floreci¨® en el Renacimiento y la Ilustraci¨®n y que los siglos XIX y XX codificaron. A este m¨¦todo y al cuerpo de conocimiento generado lo denominamos ciencia. Con ella pretendemos adquirir un conocimiento que sea lo m¨¢s cercano a lo objetivo y de la mayor validez universal posible. La filosof¨ªa ha diseccionado la ciencia a fondo durante el siglo pasado y explorado sus limitaciones, pero sus m¨¦todos y resultados siguen siendo aquello que construimos para dar respuestas de confianza sobre el mundo que nos rodea, y sobre nosotros mismos.
Cient¨ªficos y m¨¦dicos son, seg¨²n las encuestas, los grupos sociales en quien m¨¢s conf¨ªan los europeos
Evidentemente como en cualquier otra actividad de nuestra sociedad, la ciencia la realizan hombres y (cada vez m¨¢s) mujeres. Igual que encargamos a los panaderos que produzcan pan que sea nutritivo, saludable y a buen precio, a los cient¨ªficos les encargamos que desarrollen para todos esta actividad que denominamos ciencia y que lo hagan con rigor y a un coste proporcionado. Las funciones de los cient¨ªficos son diversas. En primerlugar se les pide que aumenten nuestro conocimiento sobre temas que no est¨¢n resueltos y que son de inter¨¦s. Este inter¨¦s en ¨²ltimo t¨¦rmino lo define la sociedad y por eso hay investigaci¨®n orientada, pero tambi¨¦n se da una autonom¨ªa en el desarrollo de la ciencia, porque a menudo solo quien est¨¢ en la frontera del conocimiento se da cuenta de cu¨¢les son las preguntas importantes. Adem¨¢s de esto, a los cient¨ªficos se les llama tambi¨¦n para responder a preguntas que pueden ser muy concretas y urgentes como, por ejemplo, qu¨¦ hacer cuando aparece una nueva bacteria en alimentos, para saber si hay cambio clim¨¢tico o para discutir de d¨®nde podemos sacar energ¨ªa.
Tambi¨¦n necesitamos que el entorno donde se forman los j¨®venes est¨¦ lo m¨¢s cerca posible de la ciencia que se genera. Por eso cada pa¨ªs avanzado, si quiere que sus universidades est¨¦n al mejor nivel, necesita que en ella se lleve a cabo actividad investigadora, y algo parecido puede decirse de los hospitales y las empresas.
La formaci¨®n que se da al nivel superior tiene que ser de la mejor calidad disponible, si las empresas quieren tener un nivel tecnol¨®gico avanzado o si nuestros hospitales quieren estar al d¨ªa de los tratamientos m¨¢s modernos.
Pero la misma importancia que tiene la ciencia para la sociedad y la econom¨ªa hace que se produzcan conflictos de inter¨¦s en la actividad cient¨ªfica y si estos conflictos se dan, la confianza del ciudadano puede perderse. Los m¨¢s comunes provienen de las relaciones de los cient¨ªficos con las industrias. Estaremos de acuerdo en que los investigadores tienen que procurar que sus resultados lleguen lo m¨¢s pronto posible a quienes pueden beneficiarse de ellos.
Que las inversiones en ciencia sirvan para promover empleo es algo que nadie discute. Por ello se crean est¨ªmulos para relacionar a los cient¨ªficos con las industrias. Esto, que se suele estimular desde los poderes p¨²blicos, puede tener como efecto colateral que la objetividad de alg¨²n cient¨ªfico pueda ser sospechosa, por tener inter¨¦s en alguna aplicaci¨®n industrial. Igualmente puede haber un cierto conflicto si un cient¨ªfico est¨¢ muy cercano a un tema determinado y puede tener inter¨¦s en promoverlo. La soluci¨®n a este problema no es f¨¢cil, pero la formaci¨®n de comisiones amplias y el aumento de la transparencia son imprescindibles para reducir ese tipo de conflictos. Esta cuesti¨®n es tambi¨¦n un argumento para que una investigaci¨®n p¨²blica est¨¦ desligada de intereses sectoriales y tambi¨¦n para que los investigadores tengan ingresos comparables a los privados.
En t¨¦rminos generales, cuando alguien se dedica a la ciencia no suele ser por grandes intereses materiales, y si es as¨ª pronto descubrir¨ªa su error. Mi amigo Javier L¨®pez Facal me recordaba que Einstein dec¨ªa aquello de que "la ciencia es una cosa maravillosa si uno no tiene que ganarse la vida con ello". Si su trabajo tiene la calidad que nos interesa, el cient¨ªfico debe ser un profesional del mayor nivel posible, capaz de manejar recursos importantes y que debe poder actuar con independencia de poderes pol¨ªticos y econ¨®micos.
Otro tipo de conflicto puede darse si el cient¨ªfico no act¨²a con la integridad profesional que se le supone. Casos de fraude, plagio o enga?o los hay en todas las profesiones, y en ciencia se han dado hist¨®ricamente. La presi¨®n que puede haber sobre los profesionales para obtener resultados de los que puede depender su carrera o nuevos contratos, se ha demostrado muy negativa, si es excesiva. Por esta raz¨®n han aumentado los controles en las instituciones de investigaci¨®n, las agencias financiadoras y las revistas cient¨ªficas. Todas ellas han redactado c¨®digos de buenas pr¨¢cticas que deber¨ªan ayudar al investigador a llevar a cabo su trabajo en las condiciones adecuadas para que la confianza entre cient¨ªficos y de estos con la sociedad no desaparezca. Y tambi¨¦n han desarrollado sistemas para investigar, y si es necesario castigar, a aquellos que incumplen las reglas que se supone debe seguir la investigaci¨®n cient¨ªfica.
Quiz¨¢ se podr¨ªa pensar que cuando alguien busca alguna respuesta de la ciencia basta leer la abundante literatura cient¨ªfica o encargar un estudio si se necesita. La realidad suele ser otra. Cada pa¨ªs tiene su forma de resolver los problemas y necesita que gente cercana analice lo que ocurre. Por ello los distintos pa¨ªses tienen su propia comunidad de cient¨ªficos que debe ser relativamente variada, ya que hay temas de energ¨ªa, del origen del universo, de ordenadores, de ecolog¨ªa, biomedicina o de historia para los que necesitamos respuestas. Y estas tienen que estar lo suficientemente informadas, por lo que la calidad de la ciencia es un mayor requerimiento que su cantidad.
Pasamos por momentos de desorientaci¨®n en muchas cuestiones de nuestra sociedad. Las limitaciones de lo que se ha llamado Ciencias Sociales son evidentes. Llevamos d¨¦cadas de an¨¢lisis de las limitaciones que tiene la actividad cient¨ªfica. Sin embargo, el an¨¢lisis cient¨ªfico de la materia y de la vida nos proporciona una referencia inescapable en la construcci¨®n de la realidad. Por ello la ciencia emerge m¨¢s que nunca en estos momentos como una fuente de confianza para los ciudadanos.
Est¨¢ claro que en ¨¦poca de dificultades definir las prioridades de la actuaci¨®n p¨²blica es una gran urgencia. En nuestro pa¨ªs existe la conciencia de que es necesario reconstruir nuestro sistema de ciencia. Una reforma eficaz y medios para llevarla a cabo permitir¨ªan responder a la demanda de nuestra sociedad de obtener las respuestas de confianza que reclama a los cient¨ªficos. Un sistema cient¨ªfico de calidad es un componente sustancial para construir una sociedad que tenga confianza en s¨ª misma.
Pere Puigdom¨¨nech es investigador del Centro de Investigaci¨®n en Agrigen¨®mica CSIC-IRTA-UAB-UB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.