Marx, Mart¨ª y la Cuba del siglo XXI
En la segunda d¨¦cada del siglo XXI, la sociedad cubana, cada vez m¨¢s globalizada y heterog¨¦nea, sigue estando regida por una Constituci¨®n que en sus art¨ªculos 5? y 39? establece, como ideolog¨ªa de Estado, el marxismo-leninismo y el "ideario martiano". Un pa¨ªs cuyo orden social se vuelve cada vez m¨¢s multicultural, como cualquiera del planeta, es gobernado desde las premisas ideol¨®gicas del republicanismo decimon¨®nico de Jos¨¦ Mart¨ª y del marxismo-leninismo m¨¢s ortodoxo que conoci¨® el siglo XX: aquel que se arm¨® doctrinalmente durante la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Stalin y que colaps¨®, en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica, desde 1989.
Muy pocos pa¨ªses del mundo establecen en sus cartas magnas el principio constitucional de una ideolog¨ªa de Estado. De hecho, fuera de las teocracias isl¨¢micas, los ¨²nicos que lo hacen son los cinco pa¨ªses comunistas que quedan en el planeta: China, Corea del Norte, Vietnam, Laos y Cuba.
Ni el republicanismo decimon¨®nico ni la doctrina comunista tienen respuestas para los retos de hoy
La isla sigue al margen del debate sobre democracia, multiculturalismo y plurinacionalidad
En China, por ejemplo, el Partido Comunista asume como ideolog¨ªa oficial, rectora de la educaci¨®n y la cultura, el pensamiento marxista-leninista-mao¨ªsta, el cual presupone que lo que Mao aport¨® a dicha doctrina "sintetiza", a su vez, tradiciones filos¨®ficas, religiosas, pol¨ªticas y jur¨ªdicas nacionales y milenarias, que se remontan a las Analectas de Confucio y el Tao Te Ching de Lao Ts¨¦.
En el pa¨ªs gobernado por el principal aliado de Fidel y Ra¨²l Castro, Venezuela, por ejemplo, no existe el principio constitucional de una ideolog¨ªa de Estado. La Constituci¨®n de la Rep¨²blica Bolivariana de Venezuela, de 1999, vindica en su pre¨¢mbulo el "ejemplo hist¨®rico de nuestro Libertador, Sim¨®n Bol¨ªvar, y el hero¨ªsmo y sacrificios de nuestros antepasados abor¨ªgenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana", pero en sus art¨ªculos 99 y 109 reconoce la "autonom¨ªa de la administraci¨®n cultural" y la "autonom¨ªa universitaria", con lo cual queda constitucionalmente cancelada la posibilidad de una ideolog¨ªa de Estado que rija la vida intelectual y educativa.
La cr¨ªtica de ese principio, t¨ªpicamente totalitario, no deber¨ªa concentrarse en las limitaciones que, como en cualquier otro pensador de los dos ¨²ltimos siglos, podr¨ªan encontrarse en la obra de Marx o de Mart¨ª. A estas alturas del desarrollo de las ciencias sociales pocos ponen en duda que sin Marx es dif¨ªcil comprender c¨®mo funciona el capitalismo moderno o que sin sus brillantes diatribas es casi imposible articular una cr¨ªtica seria a dicho sistema econ¨®mico. Las virtudes de Jos¨¦ Mart¨ª como pol¨ªtico y como organizador de la¨²ltima guerra de independencia de Cuba o su talento literario, en poes¨ªa y en prosa, como renovador de la literatura modernista hispanoamericana, tambi¨¦n est¨¢n fuera de dudas.
La relaci¨®n, sin embargo, entre las ideas pol¨ªticas de Karl Marx y Jos¨¦ Mart¨ª es, cuando menos, problem¨¢tica, si se quiere traducir en una mezcla doctrinal trasmisible a la ciudadan¨ªa por medio de la educaci¨®n y la cultura. Como muchos liberales y positivistas de su ¨¦poca, Marx tuvo ideas prejuiciadas sobre las rep¨²blicas hispanoamericanas y sobre su resistencia a la hegemon¨ªa regional de Estados Unidos, tema central en la obra de Mart¨ª. Este ¨²ltimo, por su parte, dej¨® escritas sus diferencias con el socialismo europeo de su ¨¦poca cuando suscribi¨® la profec¨ªa de Herbert Spencer de que el mismo se convertir¨ªa en una "futura esclavitud", en la que el "hombre, de ser siervo de s¨ª mismo, pasar¨ªa a ser siervo del Estado", o cuando en su nota a la muerte de Marx para La Naci¨®n de Buenos Aires se?al¨® que "aunque Marx merec¨ªa honor", porque "se puso del lado de los d¨¦biles", "no ense?¨® remedio blanco al da?o" y se dio a la tarea de "echar a los hombres sobre los hombres".
Durante el ¨²ltimo siglo, algunos de los mejores marxistas cubanos (Diego Vicente Tejera, Julio Antonio Mella, Juan Marinello, Mirta Aguirre, Antonio Mart¨ªnez Bello, Pedro Pablo Rodr¨ªguez, Fernando Mart¨ªnez Heredia...) han intentado sobrellevar las contradicciones ideol¨®gicas entre Marx y Mart¨ª. Pero ese esfuerzo de mixtura no ha pasado de una soluci¨®n compensatoria, en la que se toma del primero su cr¨ªtica del capitalismo y su apuesta por la lucha de clases, y del segundo, su defensa de la soberan¨ªa nacional cubana y sus objeciones al expansionismo norteamericano. La s¨ªntesis no pasa de una mec¨¢nica compensaci¨®n porque no hay manera de extraer un nacionalismo descolonizador de la obra de Marx, as¨ª como no hay forma de encontrar la idea del partido ¨²nico o de la dictadura del proletariado en Mart¨ª.
Tan curioso es que esta s¨ªntesis imposible de Marx y Mart¨ª haya producido una vast¨ªsima literatura pol¨ªtica de p¨¦sima calidad y escaso rigor, en las instituciones culturales de la isla, como que la misma pase de largo sobre el punto de posible convergencia entre el alem¨¢n y el cubano. Me refiero a lo que, desde distintas cosmovisiones, compartieron el comunismo y el republicanismo del siglo XIX, esto es, una idea homog¨¦nea de la comunidad en la que el ciudadano no posee m¨¢s identidad que la que le asegura la igualdad de derechos. Marx imagin¨® una sociedad sin diferencias de clases, compuesta por individuos libres y asociados; Mart¨ª, una rep¨²blica con "todos y para el bien de todos", en la que la condici¨®n de ciudadano no estar¨ªa determinada por identidades raciales, religiosas o sociales, sino por la dotaci¨®n universal de derechos.
Marx y Mart¨ª fueron animales p¨²blicos de la modernidad, que defendieron la libertad de expresi¨®n y asociaci¨®n, la abolici¨®n de la esclavitud, la igualdad social y la separaci¨®n de la Iglesia y el Estado. En esa vocaci¨®n moderna, uno y otro siguen siendo contempor¨¢neos imprescindibles. Pero en la proyecci¨®n de ciudadan¨ªas homog¨¦neas, ambos parecen afincarse en un tiempo ajeno al de las comunidades multiculturales del siglo XXI.
Una sociedad como la cubana, cada vez m¨¢s estratificada desde el punto de vista econ¨®mico, regional o social, y cada vez m¨¢s envuelta en la afirmaci¨®n de alteridades raciales, generacionales, religiosas, sexuales, gen¨¦ricas y migratorias, encuentra pocas respuestas en el pensamiento de un comunista europeo o un republicano caribe?o del siglo XIX. Fernando Ortiz y su teor¨ªa de la transculturaci¨®n tendr¨ªan m¨¢s que decir a la Cuba del siglo XXI y a nadie se le ocurre agregarlos al art¨ªculo 39? de la Constituci¨®n.
Lo objetable, por tanto, no es ese desencuentro hist¨®rico, sino el principio constitucional que garantiza que algunos pensadores y sus obras integren una ideolog¨ªa de Estado. Si ma?ana el Gobierno cubano rompiera definitivamente con la tradici¨®n sovi¨¦tica y redefiniera su marxismo, acerc¨¢ndose a cualquiera de las muchas corrientes cr¨ªticas del mismo producidas en Europa o Am¨¦rica en el ¨²ltimo medio siglo, tal vez tendr¨ªa mayores posibilidades de dialogar con la heterogeneidad que se reproduce en la isla, pero nunca podr¨ªa asegurar que la complejidad social no lo rebase en la pr¨¢ctica diaria. Por algo Cuba, s¨ªmbolo seg¨²n algunos del "socialismo del siglo XXI", est¨¢ al margen del debate constitucional sobre multiculturalismo, plurinacionalidad y democracia que tiene lugar en la izquierda latinoamericana actual.
Rafael Rojas es historiador cubano.
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