Ana Mar¨ªa Shua y el juego del peligro
"P. T. Barnum", contesta sin dudar Ana Mar¨ªa Shua (Buenos Aires, 1951) cuando se le pregunta por su personaje favorito entre la colecci¨®n de domadores, trapecistas, acr¨®batas, payasos, tragasables, fieras temibles, mujeres barbudas, hombres-esqueleto y dem¨¢s fauna extraordinaria que asila en Fen¨®menos de circo (P¨¢ginas de Espuma), su quinto libro de microficciones, en el que la realidad ha sido un fil¨®n impagable. "Barnum fue un gran exhibidor de frikis del siglo XIX en Estados Unidos, y aunque a muchos les parece detestable, a m¨ª me fascina. Porque se dio cuenta de que no bastaba con exhibir algo monstruoso: hab¨ªa que darle una historia, un relato. As¨ª, al conocer a Joyce Heth, una mujer negra, paral¨ªtica y casi ciega que aseguraba tener 160 a?os, se le ocurri¨® decir que era ?la nodriza de George Washington!". El libro, que con maestr¨ªa y m¨²sica afila este tipo de an¨¦cdotas con 25 l¨ªneas como extensi¨®n l¨ªmite ("mi primer libro de 1967 fue de poes¨ªa y esa necesidad sigue expres¨¢ndose en las microficciones: me importa el sentido, que debe ser concentrado, pero tambi¨¦n el sonido, cierto ritmo que proviene del poema"), se suma a los m¨¢s de cuarenta t¨ªtulos -de la novela a la literatura infantil- que lleva publicados la autora de La muerte como efecto secundario. Fue escrito a lo largo de tres a?os y responde a una convicci¨®n: "Desde ni?a tuve una clara percepci¨®n del circo como mezcla. Es brillo, color y alegr¨ªa, pero tambi¨¦n tristeza, nostalgia, deterioro, precariedad. Y siempre cre¨ª que lo que el espectador quiere ver en verdad es qu¨¦ sucede cuando la pantera se harta de hacerle caso al domador o cuando el equilibrista se parte el cuello: la posibilidad de la tragedia, del rid¨ªculo, del fracaso". Ese "juego del peligro", que la gente del circo conoce tan bien, lo hermana con la tarea del escritor ("una especie de friki, tambi¨¦n, aunque no apto para ser exhibido"), afirma Shua, caf¨¦ de por medio, mirando Buenos Aires desde un piso 14, rodeada de fotos familiares frente a la computadora que usa, religiosamente, de nueve a una. "Imagino s¨®lo por la ma?ana; despu¨¦s del mediod¨ªa, por alguna misteriosa raz¨®n, corrijo pero no puedo pensar algo nuevo". Con ganas de empezar una novela y mientras prepara la adaptaci¨®n de una anterior para teatro ("no puedo revelar nada a¨²n"), define: "Hay que huir del ingenio. El microrrelato tiene que perturbar, dejar dudas, invitar a la reflexi¨®n, no quedarse en el chispazo. La buena literatura se pone en peligro; siempre est¨¢ en riesgo, juega con los l¨ªmites. Quien pretende ser original, debe animarse a un triple salto mortal y evitar el autoplagio. Repetirse es el terror de todo artista".

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