'Roma caput mundi'
Buscas a Roma en Roma, ?oh peregrino!, y en Roma misma a Roma no la hallas". Robert Hughes ha tenido la temeridad de salir en busca de Roma. Y hall¨®, para confirmaci¨®n de nuestro deleite, lo que de Roma ya sab¨ªamos. Pero hall¨®, para nuestro asombro, lo que de Roma no sab¨ªamos.
Sab¨ªamos de la legendaria fundaci¨®n por R¨®mulo y Remo, amamantados por una loba. La Guerra P¨²nica y la Ley de la Rep¨²blica. Julio C¨¦sar, los Idus de Marzo y el imperio de Augusto. La decadencia del imperio, el triunfo del cristianismo, el Papado y el exilio en Avi?¨®n. La Roma del Renacimiento, Brunelleschi y Donatello, Alberti y Da Vinci, Rafael y Miguel ?ngel. San Pedro, la Capilla Sixtina, la ?ltima Cena. El Barroco, Caravaggio y Bernini. La Piazza Navona, la Fuente del Trit¨®n, Piranesi. El turismo del siglo XVIII, Goethe y Winckelmann. Canova (y Paulina Bonaparte). Napole¨®n, en efecto: "Italia es s¨®lo una expresi¨®n geogr¨¢fica". El regreso del pasado, la unidad de Italia, Garibaldi, P¨ªo Nono, los ultramontanos, D'Annunzio, el futurismo y el fascismo. Mussolini, la guerra y la rep¨²blica.
Hughes nos hace felices de saber todo esto, de saberlo como ¨¦l y de hacerlo parte de una cultura compartida. Pero el encanto de este libro proviene no s¨®lo del recuerdo de lo sabido, siempre reconfortante, sino de las sorpresas de lo ignorado. Es esto lo que le da su peculiar sabor a la Roma de Hughes. Por ejemplo: la loba es antigua pero R¨®mulo y Remo, bebiendo su leche, datan apenas -como esculturas- del siglo XV y son debidas al artista florentino Antonio Pollaiuolo. Los sacerdotes antiguos -los Flamens- no pod¨ªan usar nudos en su ropa. Julio C¨¦sar llegaba al Capitolio con cuarenta elefantes, cada animal con una antorcha en su trompa. Cleopatra no era ninfomaniaca. Ner¨®n y su pandilla recorr¨ªan las calles golpeando y arrojando a las alcantarillas a los pasantes. La primera inscripci¨®n en italiano vern¨¢culo es "hijo de puta" y se refiere al clero cristiano. El emperador Constantino "hirvi¨®" a su esposa en un aposento ardiente. ?Qu¨¦ era el misterio cristiano de la Trinidad? ?Tres personas en un carruaje o tres carruajes en una persona? Las catacumbas romanas sepultaron a casi un mill¨®n de fieles cristianos. Hay dos prepucios de Jes¨²s en sendas iglesias. ?C¨®mo distinguir a un c¨¢taro de un cat¨®lico? Mat¨¢ndolo: Dios lo reconocer¨¢.
Al despuntar el Renacimiento, el Foro Romano era un campo vaccino, de pastar vacas. Brunelleschi y Donatello rescataron los huesos de la ciudad eterna. El primero intent¨® la perspectiva lineal en el arte. El segundo se rebel¨® contra la "avaricia" del presente hacia el pasado. Y dise?¨® la Fuente de Trevi, en tanto que el Bramante uni¨® su genio a los de Rafael y Miguel ?ngel, decidido a "deshacer el pasado y crear un nuevo infierno". Hay aqu¨ª una cima de la cultura romana que, en seguida, el Papado se empe?a en disminuir. El Juicio Final de Miguel ?ngel es un "cocido de encuerados", declara el Papa Paulo IV. P¨ªo V manda ponerles calzones a algunas figuras desnudas. Clemente VIII quisiera cubrir con cal toda la Capilla y un pintor llamado "Braguet¨®n" se encarga de ponerle pa?ales al arte.
"Dios nos ha dado el pontificado. Goc¨¦moslo", declar¨® Le¨®n X, due?o de un elefante manso y vendedor de muebles, joyas y vajillas del Vaticano al mejor postor. O sea: la gran creaci¨®n cultural se mezcla en Roma con la "peque?a historia" de la excentricidad, la mentira, la exageraci¨®n que, al cabo, se resuelven en el movimiento reformista y la figura de Mart¨ªn Lutero.
La Roma del siglo XVII, dice Hughes, era una ciudad fantasma con monumentos. El Papa Sixto V, autoritario, atac¨® y mat¨® a ladrones y matones. A las prostitutas, las conden¨® a ser marcadas en la cara o en los senos. Reclam¨® un derecho de dominio eminente, tanto secular como religioso, sobre los edificios eclesi¨¢sticos. Quiso crear en Roma un anti-estado teocr¨¢tico. La bancarrota del Papado, la taxaci¨®n "feroz", s¨®lo atestiguaron la decadencia de Roma, salvado en ¨²ltima instancia por el arte de Caravaggio, el "anti-Miguel ?ngel". Caravaggio, maestro del gesto, desarrollador de la manera de moverse, sentarse, morirse. "Monstruo del genio", muerto por la fiebre a la edad de treinta y nueve a?os. Nadie lo sucede, salvo los espa?oles Diego Vel¨¢zquez y Jos¨¦ de Ribera.
Roma se vuelve arquitectura. Una arquitectura escult¨®rica: Bernini y "el ef¨ªmero barroco", Borromini. Roma se convierte en ciudad para turistas. A pesar de su "contagiosa falta de moral", de sus mujeres "tan descaradas que no pueden ser consideradas seres morales". Ciudad de par¨¢sitos, indigna de "una persona inglesa". S¨®lo Goethe, ya famoso a los veinticuatro a?os de edad, restaura la atracci¨®n de Roma. Los viajeros del norte inventan una "Roma paralela", "permanente y para siempre perdida". Las ruinas hablan y Piranesi las imagina como un laberinto sin salida posible: Roma es la imaginaci¨®n de Roma.
Hughes describe con vigor el movimiento -igualmente vigoroso- de la Italia decimon¨®nica hacia la unidad y el reino -1861- de Vittorio Emmanuele, "un imb¨¦cil deshonesto que le miente a todo el mundo", escribe un diplom¨¢tico ingl¨¦s. Pero el arte, ?no es la verdad de la mentira? La recuperaci¨®n est¨¦tica de Roma por los romanos ocupa la parte final del muy interesante libro de Hughes. Tras la derrota de Mussolini, la fundaci¨®n de la Rep¨²blica en 1946 y nuestros d¨ªas, Hughes llega a un desencanto -justificado- con un pa¨ªs que le da el poder a un p¨ªcaro buf¨®n como Berlusconi.
-?Por qu¨¦?, le pregunto a un amigo italiano.
-Bah, porque se parece a nosotros.
No lo creo y el libro de Hughes lo demuestra. Pocas ciudades del mundo tienen un pasado m¨¢s rico que Roma. Como mexicano, me ufano de que mi ciudad, M¨¦xico-Tenochtitl¨¢n, haya sido fundada en 1325. O sea: la ciudad viva m¨¢s antigua de las Am¨¦ricas es apenas nieta de la antiqu¨ªsima Roma. Disiento, empero, de la esperanzada culminaci¨®n de Hughes en La dolce vita de Fellini. Italia ha demostrado otras, acaso m¨¢s grandes, logros visuales en Rossellini, el tr¨ªo de la guerra y el Viaje en Italia (1953). De Sica, Visconti, Monicelli. Roma y su imaginaci¨®n a¨²n nos dar¨¢n sorpresas visibles. "?Oh Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura, huy¨® lo que era firme y solamente lo fugitivo permanece y dura".
Roma. Una historia cultural. Robert Hughes. Traducci¨®n de Enrique Herrando. Cr¨ªtica. Barcelona, 2011. 608 p¨¢ginas. 32 euros. Carlos Fuentes ha publicado recientemente el libro de relatos Carolina Grau (Alfaguara. Madrid, 2011. 184 p¨¢ginas. 16,50 euros) y el ensayo La gran novela latinoamericana (Alfaguara. Madrid, 2011. 440 p¨¢ginas. 18,50 euros).
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