De ETA y algunos m¨¢s
Cuando ETA mat¨® al beb¨¦ que era Bego?a (1960), a Dylan a¨²n no se le hab¨ªa roto hermosamente la voz. Cuando ETA mat¨® al guardia civil que era Pardines (1968), las homil¨ªas de un sinn¨²mero de misas y funerales enaltec¨ªan la figura de Echevarrieta, su asesino; una suerte de Cristo redivivo, nos dec¨ªan. Cuando ETA mat¨® al polic¨ªa que era Melit¨®n (1968), el PNV de la atildada pose escrib¨ªa un comunicado que legitimaba la lucha armada. Cuando ETA mat¨® al presidente del Gobierno que era Carrero (1973), se tiraban las bufandas al aire y se entonaba el "vol¨®, vol¨®, vol¨®". Cuando ETA mat¨® a las trece personas que eran las que trabajaban, com¨ªan o tomaban una taza de caf¨¦ en la cafeter¨ªa Rolando (1974), Cohen a¨²n no hab¨ªa ingresado en un monasterio budista... Qu¨¦ molestos son los eran, sobre todo cuando al mirarlos nos devuelven la imagen especular de nosotros mismos como colaboradores necesarios. Han pasado cinco siglos desde que Castellio le espetara estas palabras a Calvino: "Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Y no se hace profesi¨®n de la propia fe quemando a otro hombre, sino ¨²nicamente dej¨¢ndose quemar uno mismo por esa fe".
Son ya d¨¦cadas las transcurridas desde que las sociedades vasca y espa?ola dieron por amortizadas las vidas quemadas en el altar nacionalista durante la dictadura. Ahora, por lo visto, no contentos con aquel imborrable borr¨®n y cuenta nueva, quieren que la amortizaci¨®n llegue hasta nuestros d¨ªas. Advierte Kundera c¨®mo al hombre lo separan del pasado, incluso del de hace unos instantes, dos fuerzas que de forma inmediata y de consuno hacen su labor: la fuerza del olvido -borrando- y la fuerza de la memoria -transformando-. De eso se trata ahora: de borrar y de transformar. No hay d¨ªa en que no aparezca alg¨²n sinsustancia acomodaticio de ¨¢nimo equilibrado que desde su monopolio de los buenos sentimientos no nos exhorte a ello. Es m¨¢s, en un momento de recortes por doquier, hasta los importamos. Por cierto, ?qui¨¦n paga todo esto?, pues como reza el dicho: "El que paga al gaitero elige la canci¨®n". Y a las v¨ªctimas, esos 858 eran, como se resisten a ser borradas nos las presentan como incorregibles seres resentidos que no est¨¢n, nos aseguran, a la altura de los nuevos tiempos; remedos de Shylock reclamando su libra de carne.
"Lucien se encontraba en la situaci¨®n de aquel pescador, quien, queriendo ahogarse en pleno oc¨¦ano, cae en medio de un pa¨ªs submarino y le hacen rey", dice Balzac de su Lucien de Rubempr¨¦. Y son legi¨®n, por incre¨ªble que pueda parecer, los campanudos socorristas que, pis¨¢ndose entre ellos pasa salir en la foto de la nada, corren para asistir y entronizar al ahogado sin querer darse por enterados de que la voz de Dylan ya est¨¢ hermosamente rota y de que Cohen ya se hizo desordenar como monje budista. Los colaboradores necesarios siempre llaman dos veces.
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