Las patrias de Alatriste
Puesto a maltratar y degollar infieles, argument¨®, prefer¨ªa a los que eran capaces de defenderse. Y en eso segu¨ªa, azares de la vida, casi veinte a?os despu¨¦s". En uno de los momentos clave de la serie, al principio de la ya pen¨²ltima entrega, Corsarios de Levante, el Capit¨¢n Alatriste recuerda los tiempos duros en que, tras m¨¢s de una d¨¦cada combatiendo en los campos de batalla europeos en el Tercio de Cartagena, acab¨® participando en la represi¨®n de los moriscos espa?oles. Degollinas, violaciones, saqueos, salvajadas en un universo, el suyo y quiz¨¢s el nuestro, despiadado. "Todo el mundo ten¨ªa asuntos que ajustar en aquella turbulenta frontera mediterr¨¢nea, encrucijada de razas, lenguas y viejos odios", prosigue el relato. "Como dir¨ªa mi amigo ?lmer Mendoza: 'Son las reglas", se?ala Arturo P¨¦rez-Reverte para explicar la amargura y las contradicciones de su personaje. "Era una Espa?a muy dif¨ªcil, muy cruel y muy descarnada, pero incluso en ese escenario todo tiene un l¨ªmite. Alatriste se mueve por c¨®digos, maneja unas reglas b¨¢sicas a las que se acoge", prosigue el escritor espa?ol para definir un personaje que puede ser, sin remordimientos, a la vez un h¨¦roe y un asesino a sueldo.
La nueva novela, que transcurre en Venecia, es la s¨¦ptima y est¨¢n previstas dos m¨¢s
La dimensi¨®n de la serie se mide no solo por su ¨¦xito, sino por la relaci¨®n con sus lectores
Detr¨¢s de cada libro late una voluntad did¨¢ctica, desde la recreaci¨®n del castellano del siglo XVI hasta la elecci¨®n de temas
Tras cinco a?os de ausencia, el viejo Capit¨¢n, el narrador ??igo Balboa (cada vez m¨¢s curtido, m¨¢s alejado de aquel muchacho ingenuo que conocimos en las primeras entregas), Quevedo y un buen pu?ado de personajes regresan con El puente de los Asesinos, que Alfaguara pone en las librer¨ªas el pr¨®ximo jueves, en un a?o que adem¨¢s coincide con el decimoquinto aniversario de la primera entrega de la serie. La nueva novela, que transcurre en Venecia, es la s¨¦ptima y est¨¢n previstas dos m¨¢s, La venganza de Alqu¨¦zar y Misi¨®n en Par¨ªs, salvo que su autor, o su personaje, rectifiquen y decidan seguir m¨¢s all¨¢.
Muchas cosas han cambiado -en Espa?a, en el mundo, en la literatura e incluso en el pasado- desde aquella ¨²ltima semana de noviembre de 1996, cuando los lectores se toparon por primera vez con la ya m¨ªtica frase: "No era el hombre m¨¢s honesto ni el m¨¢s piadoso, pero era un hombre valiente". Una de ellas es que Alatriste pas¨® de ser la idea disparatada de un escritor, en cuyo ¨¦xito no confiaban demasiado ni ¨¦l ni sus editores (aunque un aut¨¦ntico novelista no escribe para vender libros, escribe porque tiene que hacerlo) a convertirse en una de las series novelescas m¨¢s importantes de la literatura en castellano. Y su dimensi¨®n no se mide por la cantidad de ejemplares vendidos (monumental), sino por la relaci¨®n que establece con sus lectores.
"Lo mejor de Alatriste es que me permite volver a mi verdadera patria que, como muy bien explic¨® Fernando Savater, es la infancia recuperada a trav¨¦s de la literatura, de las grandes novelas de peripecias", explica Alexis Grohmann, profesor de la Universidad de Edimburgo, experto en la narrativa de P¨¦rez-Reverte (est¨¢ a punto de publicar un ensayo sobre su obra). "Alatriste me permite viajar a trav¨¦s de la narraci¨®n pura a esa 'brumosa tierra natal de nuestra alma', nada menos que a los cimientos de nuestra condici¨®n humana. Por eso vuelvo a esa tierra 'con previo fervor y con una misteriosa lealtad', que es como Borges dijo que se leen los libros cl¨¢sicos", prosigue. Estas palabras, expresadas varias veces con ideas similares por personas muy diferentes a lo largo de la preparaci¨®n de este texto, demuestran que Alatriste es m¨¢s que un libro.
Al final del segundo volumen, Limpieza de sangre, en los ap¨¦ndices que siempre coronan los alatristes, con poemas de ¨¦poca -que a veces incluso hablan de las haza?as del Capit¨¢n-, encontramos la aprobaci¨®n para la impresi¨®n del libro, firmada por un tal doctor Alberto Montaner Frutos: "Caballero del h¨¢bito de San Eugenio y lector de humanidades en el General Estudio de Zaragoza". "Pues no s¨®lo deleita, sino que tambi¨¦n aprovecha, y ambas cosas en sumo grado con lo que no cabe mayor ponderaci¨®n", se puede leer en este nihil obstat. El Montaner del siglo XXI es un fil¨®logo e historiador aragon¨¦s, catedr¨¢tico de la Universidad de Zaragoza, erudito, experto en el Siglo de Oro y en el Cantar de M¨ªo Cid. Su papel alatristiano es peque?o pero clave: la selecci¨®n po¨¦tica que cierra cada volumen (es ¨¦l quien ha encontrado los sonetos sobre Alatriste) y la edici¨®n anotada de la primera entrega, publicada hace dos a?os. "Son textos muy bien investigados, en los que P¨¦rez-Reverte hila muy fino. Es una recreaci¨®n muy documentada y minuciosa de la ¨¦poca".
El Capit¨¢n, un t¨ªtulo que le dieron sus compa?eros, no sus superiores, nace en Le¨®n en torno al a?o 1582 y muere el 19 de mayo de 1643 en Rocroi, la batalla que significa el final de los Tercios y, a medio plazo, de la dominaci¨®n espa?ola en el norte de Europa. Sirve a tres reyes, Felipe II, Felipe III y Felipe IV, desde que, a los 13 a?os, se alistase como paje tambor en el Tercio Viejo de Cartagena. "Para un hispanista, las aventuras del Capit¨¢n Alatriste son un verdadero manantial de sugerencias e informaciones. En ellas se mezclan la historia, la literatura y la cultura con una cr¨ªtica a veces muy severa de la gran Espa?a imperial", explica el italiano Marco Succio, profesor de literatura espa?ola en la Universidad de G¨¦nova.
La visi¨®n que Arturo P¨¦rez-Reverte construye de aquella ¨¦poca est¨¢ muy alejada de cualquier sentimiento ¨¦pico. Las aventuras son importantes, los lances de capa y espada, que surgen de la memoria literaria de P¨¦rez-Reverte en la que ocupan un espacio fundamental los grandes escritores del follet¨ªn como Alejandro Dumas. Pero Alatriste no se puede entender sin el relato de la miseria y los horrores de un mundo dominado por reyes ciegos, una nobleza bastarda y una Iglesia cruel y despiadada. Las reflexiones de Quevedo (un personaje fundamental en la serie) al final de Limpieza de sangre, cuando todav¨ªa crepitan, en medio del hedor a carne quemada, las hogueras de un auto de fe celebrado en el centro de Madrid, resumen muy bien el lado oscuro del Siglo de Oro. "Aquella Espa?a desdichada, dispuesta siempre a olvidar el mal gobierno, la p¨¦rdida de una flota de Indias o una derrota en Europa con el jolgorio de un festejo, un Te Deum o unas buenas hogueras, oficiaba una vez m¨¢s de fiel a s¨ª misma". Un poco antes, el narrador ??igo de Balboa hab¨ªa afirmado sobre los inquisidores: "Encarnaban demasiado bien los aut¨¦nticos poderes en aquella corte de funcionarios venales y curas fan¨¢ticos, bajo la mirada indiferente del cuarto Austria, que ve¨ªa condenar a sus s¨²bditos a la hoguera sin mover una ceja".
El relato de la gestaci¨®n de Alatriste es conocido y tiene que ver precisamente con la Historia. Cuando vio el espacio que dedicaban al Siglo de Oro los libros de bachillerato de su hija Carlota -con la que firma el primer volumen-, decidi¨® crear un personaje que contase un momento crucial de nuestra Historia, sin el que no se puede entender nuestro presente. El autor de La tabla de Flandes y El club Dumas no quer¨ªa ajustar cuentas con el pasado, simplemente contarlo, y a la vez recrear un tipo de novela de aventuras que parec¨ªa ausente de la literatura espa?ola. Antonio M¨¦ndez, librero de los de siempre y propietario de la librer¨ªa M¨¦ndez, situada en un territorio tan alatristiano como la calle Mayor de Madrid, recuerda que incluso el formato del volumen -m¨¢s grande- y con las ilustraciones entonces de Carlos Puerta y luego de Joan Mundet, sorprend¨ªa a los lectores porque no era nada habitual.
Nadie sospechaba lo que iba a ocurrir: que Alatriste iba a vender millones de ejemplares, llevar a su autor al sill¨®n T de la Real Academia, incluso seg¨²n algunos expertos influir en su obra narrativa posterior -varios estudiosos consideran que Un d¨ªa de c¨®lera y El asedio, sus dos ¨²ltimos libros, nacen de un impulso que surgi¨® con Alatriste- y que iba a devolver el Siglo de Oro a los institutos.
"Alatriste, siendo profesor, es un regalo que quiero darles a mis alumnos de 3? de ESO para ensanchar su imaginaci¨®n, alimentar su esp¨ªritu, proporcionarles conocimiento hist¨®rico y human¨ªstico en un momento tan ca¨®tico como ¨¦ste, y m¨¢s a los 15 a?os", explica Ricardo Soria, de 31 a?os, profesor de lengua y literatura. "No quiero ahorrarles nada de eso. A ¨¦l se acercan primero con fastidio, despu¨¦s con curiosidad, para acabar con entusiasmo y yendo a por otro libro que les proporcione todo lo anterior. Pocas veces uno est¨¢ tan seguro de acertar".
El profesor Francisco Rico, acad¨¦mico de la lengua y uno de los grandes expertos en la literatura del Siglo de Oro, escribe en el pr¨®logo de la edici¨®n anotada: "Nunca se agradecer¨¢ bastante a P¨¦rez-Reverte haber hecho entrar a tantos lectores en esa literatura y en esa historia".
"La reconstrucci¨®n del Siglo de Oro es espl¨¦ndida, pero no s¨®lo por la labor de documentaci¨®n, sino por la manera en que un mundo tan minuciosamente reconstruido se recrea con viveza como parte org¨¢nica de una historia cautivadora", se?ala el profesor Grohmann, autor de ensayos sobre Javier Mar¨ªas, Antonio Mu?oz Molina y Rosa Montero, y que prepara el volumen Las reglas de juego de Arturo P¨¦rez-Reverte.
La serie Alatriste est¨¢ compuesta de novelas, no de ensayos, pero detr¨¢s de cada libro late una voluntad did¨¢ctica, desde la recreaci¨®n del castellano de la ¨¦poca hasta la elecci¨®n de los temas. "Tambi¨¦n quise con Alatriste narrar Espa?a de distintas maneras. En Limpieza de sangre explico la Iglesia; en El oro del rey, la econom¨ªa, en El sol de Breda, la guerra; en Corsarios de Levante, el Mediterr¨¢neo", se?ala P¨¦rez-Reverte. Y no s¨®lo de documentaci¨®n vive el escritor: el autor utiliza sus propios recuerdos de los a?os de guerras y trincheras como reportero para reconstruir las batallas del siglo XVII: pueden haber cambiado las armas y los escenarios, pero la violencia y la muerte son las mismas, entonces y ahora.
La otra cara de la moneda, la reivindicaci¨®n no te¨®rica sino pr¨¢ctica, del gran follet¨ªn literario tambi¨¦n ha prendido en muchos lectores. En una entrevista que le hizo para El Pa¨ªs Semanal en noviembre de 1996, cuando el primer volumen estaba a punto de salir a la calle, Sol Alameda le describ¨ªa como un escritor "hijo tanto de las guerras como de Alejandro Dumas". "Hay escritores que pierden de vista su condici¨®n de lectores y otros no; yo espero formar parte de este grupo por el resto de mi vida", dijo entonces a Sol. "Alatriste es un camino de ida y vuelta", se?ala Bel¨¦n Hern¨¢ndez, periodista de 28 a?os. "Antes hab¨ªa le¨ªdo a Dumas, pero si era capaz de disfrutar del contexto hist¨®rico de una Francia desconocida ?por qu¨¦ no tambi¨¦n de la Espa?a en la que no se pon¨ªa el sol? Y luego segu¨ª con el g¨¦nero folletinesco", prosigue. El poeta Luis Alberto de Cuenca, inmenso lector, literato de mil facetas, que acaba de publicar un disco con Loquillo titulado Su nombre era el de todas las mujeres, explica su ¨¦xito porque "se inscribe dentro del follet¨ªn cl¨¢sico". "El follet¨ªn es inherente a nuestra condici¨®n de lectores, a los seres humanos nos gustan los folletines, es algo que ha ocurrido en todas las ¨¦pocas", se?ala.
En el ¨¦xito de la serie hay una clave que tiene que ver con algo que supera la Historia recuperada y los relatos de aventuras. Es algo que ocurre a veces y que permanece en la memoria m¨¢s all¨¢ de las p¨¢ginas impresas (o digitalizadas, porque Alatriste fue pionera en su distribuci¨®n en la Red): la creaci¨®n de un gran personaje. Parece una tautolog¨ªa pero no lo es. Sin ese soldado cansado de batallas, medio arruinado, que se busca la vida entre las tabernas del viejo Madrid, ese tipo que lleva demasiado tiempo guerreando, que un d¨ªa decidi¨® dejar de matar moriscos, sin ese individuo capaz de torturar, de vender su acero para venganzas ajenas, pero tambi¨¦n fiel a sus c¨®digos, a sus reglas de vida, leal, incapaz de matar a un enemigo herido en el camastro de una mugrienta pensi¨®n de Lavapi¨¦s, un compa?ero al que a uno le gustar¨ªa tener cubri¨¦ndole las espaldas entre el barro de las trincheras, sin Diego Alatriste y Tenorio la serie no ser¨ªa lo que es. "La solidez del personaje es clave en el ¨¦xito", explica Jos¨¦ Belmonte, profesor de la Universidad de Murcia y coordinador junto a J. M. L¨®pez de Abiada del volumen colectivo Alatriste. La sombra del h¨¦roe (Alfaguara, 2009), que refleja un congreso celebrado en Murcia en 2007. "De la novela espa?ola contempor¨¢nea han surgido pocos personajes realmente grandes y Alatriste es una creaci¨®n muy s¨®lida. Ni bueno, ni malo, pero que siempre sigue un c¨®digo de honor. Te convence y te identificas con ¨¦l". "Es un personaje que enlaza con las grandes creaciones literarias", asegura L¨®pez de Abiada.
Los diferentes vol¨²menes ofrecen muchas frases que describen al personaje. "La inminencia del peligro le daba siempre una limpia lucidez, una econom¨ªa pr¨¢ctica de gestos y palabras". "Desde siempre, ser l¨²cido y espa?ol aparej¨® gran amargura y poca esperanza". Pero quiz¨¢s ¨¦sta sea especialmente significativa: "Fuimos hombres de nuestro siglo: no escogimos nacer y vivir en aquella Espa?a, a menudo miserable y a veces magn¨ªfica, que nos toc¨® en suerte; pero fue la nuestra. Y ¨¦sa es la infeliz patria -o como diablos la llamen ahora- que, me guste o no, llevo en la piel, en los ojos cansados y en la memoria". El primer libro llevaba la siguiente dedicatoria: "Por la vida, los libros y la memoria". Eso es en el fondo Alatriste: vida, libros y memorias. Y un viejo capit¨¢n cansado de batallas, que tal vez -los misterios de la literatura son as¨ª- nos d¨¦ una sorpresa y acabe sobreviviendo a Rocroi.
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