El extra?o caso de Benjamin Black
John Banville habla de su 'alter ego' Benjamin Black y de su nueva novela
A la literatura nunca se llega por casualidad. Jam¨¢s. John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) supo que quer¨ªa ser escritor a los 12 a?os y no necesit¨® ir a la universidad para confirmar esa intuici¨®n. Prefiri¨® un empleo en la aerol¨ªnea Air Lingus y viajar por el mundo durante un tiempo antes de convertirse en periodista y despu¨¦s en samur¨¢i. Dec¨ªa Roberto Bola?o -uno de los autores contempor¨¢neos cuya obra aprecia Banville, y no son muchos-, que la literatura se parece mucho a una pelea de samur¨¢is. Un samur¨¢i no lucha contra otro samur¨¢i: pelea contra un monstruo; generalmente sabe, adem¨¢s, que va a ser derrotado. "Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura", sosten¨ªa Bola?o.
"El artista es una especie de can¨ªbal: consume realidad, se la come"
"Es mejor que no le pregunte usted a un escritor sobre sus colegas"
Ese hombre que aparece en la fotograf¨ªa que acompa?a a este texto re¨²ne en una sola cabeza a los dos samur¨¢is de la pelea: John Banville es el autor de la fascinante El Mar, de Los Infinitos, de un buen pu?ado de libros magistrales que le han convertido en uno de los grandes talentos de la lengua inglesa. Pero Banville es tambi¨¦n Benjamin Black, el pseud¨®nimo con el que se ha adentrado en la novela negra con media docena de t¨ªtulos que recuerdan al mejor Simenon, a Richard Stark, a James M. Cain. "El arte es una cosa extra?a. Bajo el sombrero de Banville puedo escribir 200 palabras al d¨ªa. Un d¨ªa decid¨ª que pod¨ªa convertirme en otro y bajo ese segundo sombrero, en esa segunda piel, puedo irme a comer tras haber escrito un millar de palabras, tal vez 2.000, y disfrutar con ello. Es incre¨ªble descubrir c¨®mo otro tipo puede vivir tu vida y usar tus manos y deleitarse con eso. Escribir es un trabajo peculiar... Escribir es como respirar. Lo hago por necesidad. Por mi propia boca, y ahora tambi¨¦n por la de Black".
Banville acaba de sentarse en una cafeter¨ªa de un hotel madrile?o. Ha venido a Espa?a a participar en el certamen Getafe Negro, y de paso a defender la nueva novela de Black, En busca de April (Alfaguara, traducci¨®n del fallecido Miguel Mart¨ªnez-Lage; en catal¨¢n, Bromera), que, francamente, se defiende sola. Banville lo sabe. Es perfectamente consciente de su arte. Por ello a menudo le tildan de arrogante. "Soy arrogante, y a veces desmedido: soy irland¨¦s", confirma. Pide una copa de vino blanco y habla de la literatura y de la vida con naturalidad: "Los hechos y la verdad no son lo mismo", dice preguntado por la frontera entre realidad y ficci¨®n en su obra. "La literatura es extra?a: yo he escrito varias novelas basadas en vidas de cient¨ªficos, Kepler, Newton... Esos personajes son reales, pero una vez pasados por la pluma se convierten en ficci¨®n. Los novelistas vivimos en un extra?o mundo de ensue?o, en una realidad borrosa, envuelta en una capa de polvo, mitad real, mitad inventada; yo mismo empec¨¦ a pensar en m¨ª mismo como novelista a los 12 a?os. En esas condiciones, tantos a?os despu¨¦s, la frontera entre realidad y ficci¨®n se difumina. Gente cercana a m¨ª suele decirme, tir¨¢ndome las palabras a la cara: 'Yo no soy un personaje de tu libro; soy una persona real'. ?Una persona real? Deber¨ªamos decir esas palabras en voz muy baja. El artista es una especie de can¨ªbal: consume realidad, se la come, la usa, moldea material que saca de otros. Como de alguna manera hace tambi¨¦n un actor. Todo eso supone un riesgo. Y hay que asumirlo y disfrutar de la aventura".
Banville ha ganado el premio Booker. Es editor del suplemento literario del Irish Times (adem¨¢s de un cr¨ªtico feroz). Suele publicar en The New York Times. Ha escrito teatro, guiones y ahora est¨¢ involucrado tambi¨¦n en una serie que emitir¨¢ la BBC sobre los libros de Black. Y, no hay que pasarlo por alto, es irland¨¦s. "No resulta sencillo ser un novelista irland¨¦s. Irlanda es una isla peque?a con un n¨²mero desmesurado de novelistas de gran talla, con gentes fascinadas por sus escritores, por contar historias, por el proceso de escribir, por las propias palabras. Es duro ser escritor en el pa¨ªs de un Joyce, que lo meti¨® todo en los libros, y de Beckett, que lo sac¨® todo".
Esa desmesura irlandesa no va solo con la literatura. Irlanda est¨¢ sumida en una crisis oce¨¢nica. Para Banville, Dubl¨ªn es uno de los puntos negros de una met¨¢stasis muy extendida. "El capitalismo es como la literatura: extra?o", dice llevando el agua a su molino. Tan extra?o como para que hasta los miembros del kibutz m¨¢s antiguo de Israel, esa ¨²ltima esperanza del socialismo igualitario, hayan aprobado mediante votaci¨®n introducir salarios variables basados en el rendimiento individual. Banville se revuelve en su sof¨¢. "En los viejos a?os dorados nadie se preguntaba por los sueldos de Wall Street, nadie se quejaba de las subidas de los precios inmobiliarios. La crisis est¨¢ construyendo un nuevo relato del capitalismo global. El p¨¦ndulo se mueve siempre entre la codicia y el miedo. Ahora toca miedo, pero la codicia volver¨¢. Para Irlanda, como para Espa?a o Grecia, solo hay una v¨ªa de salida: m¨¢s Europa, m¨¢s pol¨ªtica para defender esa construcci¨®n que es el Estado del Bienestar. La alternativa es, simple y llanamente, darnos a la bebida".
Banville besa su copa de vino tras esa frase. Y admite que se siente m¨¢s c¨®modo en los libros que en la pol¨ªtica econ¨®mica para zanjar el asunto. El escritor argentino Rodrigo Fres¨¢n contaba hace unos d¨ªas que una vez, paseando por Dubl¨ªn junto a Banville, dieron en un museo con un ejemplar del Irish Times que tra¨ªa una gran foto de portada de James Joyce. "Apenas hay ya escritores en los peri¨®dicos. Aunque ¨²ltimamente he visto portadas con Jonathan Franzen. Estupendas portadas para envolver los fish and chips". Franzen visto por Banville: papel para envolver comida grasienta. El periodista saca un par de nombres m¨¢s para tentar a la suerte. "D¨¦jeme darle un consejo: es mejor que no le pregunte usted a un escritor sobre sus colegas". Una vez apagada la grabadora, Banville concede alguna an¨¦cdota impublicable y desternillante sobre el mundillo literario. Y deja una recomendaci¨®n final: "Contra la crisis, novela negra". Palabra de Benjamin Black.
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