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Buscaba de donde ven¨ªa el mal y no lo ve¨ªa claro". Estas palabras robadas de San Agust¨ªn encajan como una pieza de Lego en el edificio desmoronado de estos tiempos, tan cambiantes y confusos, como todos los tiempos han venido siendo desde el primer capricho de las part¨ªculas elementales.
O como dec¨ªa un personaje del gran escritor estadounidense Barry Gifford: "Este es un mundo salvaje en el coraz¨®n y extra?o por fuera".
NO S? QU? ME SORPRENDE M?S, si nuestro desconcierto o nuestra falta de costumbre ante el desconcierto. Vivimos de impresiones, y la arbitrariedad de esta impresi¨®n de desastre que nos encharca coincide en su inconsistencia formal con la impresi¨®n de bonanza que la precede. Y sin embargo, algo sucede ?pero qu¨¦? No lo veo claro. Se pueden entender en dos clases o tres, la desmesura de los mercados, la fragilidad de la burbuja inmobiliaria, el agotamiento de la maquinaria de consumo y hasta alguno de los chistes de Museo Coconut, pero nada de eso explica, o al menos no del todo, la desaz¨®n que nos hunde en el r¨ªo sin ofrecer siquiera resistencia. Puede que pese a las apariencias nunca hubi¨¦ramos aprendido a nadar, o al menos no a nadar contra la corriente. De ah¨ª supongo que nos dejemos arrastrar agarrados siempre a uno de dos troncos y que cuando uno zozobra no se nos ocurra otra cosa que saltar sobre el otro. A esto lo llaman, creo, bipartidismo y no s¨®lo aqu¨ª, en esta tierra del Jing y el Jang, sino en todos esos otros pa¨ªses que hemos dado en llamar, tal vez en un exceso de optimismo, civilizados, que por cierto ya son muchos, y cada vez, gracias a Dios, m¨¢s.
"La sociedad buscar¨¢ soluciones, pero no parece que nos rodeen propuestas de gran altura"
Nuestra responsabilidad mental parece reducida a escoger cuidadosamente entre Rubalcaba y Rajoy, entre Obama y Sara Palin, entre el Madrid y el Bar?a.
Una palabra que los pol¨ªticos del mundo entero deber¨ªan suprimir de sus discursos (el Bar?a me temo que puede seguir us¨¢ndola), es la palabra ganar, porque al fin y al cabo no queda muy bien demostrado qu¨¦ narices es lo que ganamos cuando ganamos. Lo que perdemos me temo que lo aprendemos siempre a golpes. Y con la cara roja de tortas ya no hay quien dude.
TODO ESTO ES ARCHISABIDO, pero no est¨¢ de m¨¢s refrescarlo en tiempo de elecciones, cuando el agitar de banderas inventadas (todas lo son), tiende a no dejar ver el bosque y cuando los himnos y canciones del futuro prometido, se alzan por encima y rugen m¨¢s alto que el contenido de los programas de gobierno. Aun siendo la consecuencia m¨¢s l¨®gica del estado de las cosas, no parece tampoco que el mero escepticismo resulte la soluci¨®n m¨¢s efectiva. Frustrado para siempre el anarquismo por su parad¨®jica propensi¨®n a organizarse en forma de furiosa tiran¨ªa, poco le queda al ciudadano que le consuele en su des¨¢nimo. Claro est¨¢ que la vida de uno es m¨¢s que suficiente si se la pertrecha bien, pero al final, por fuerte que sea un alma, se ver¨¢ obligada a convivir con las dem¨¢s si no quiere perecer ensimismada. La sociedad no es al fin y al cabo un invento sino una obligaci¨®n gen¨¦tica. De manera que el grupo tendr¨¢ tarde o temprano que buscar soluciones comunes.
?Cu¨¢les?
Ay si yo lo supiera, que dec¨ªa mi abuela para atajar de golpe todas esas insidiosas preguntas que hacen los ni?os.
"Buscaba de donde ven¨ªa el mal, pero no lo ve¨ªa claro".
Si a San Agust¨ªn, que era muy listo, le costaba, no se sientan ustedes tan mal por andar un poco perdidos. Ni dejen que nadie les mire por ello por encima del hombro. No parece que vivamos rodeados de propuestas de gran altura.
Habr¨¢ que seguir buscando.
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