Mir¨® en Londres y en Barcelona
La exposici¨®n Joan Mir¨®. La escalera de la evasi¨®n es de gran belleza, sus 170 obras forman un conjunto dif¨ªcil de ver reunido, tanto entre nosotros como en otros escenarios, pues las primeras obras mironianas est¨¢n relativamente poco presentes en nuestras salas p¨²blicas mientras que algunos de los trabajos posteriores m¨¢s singulares est¨¢n aqu¨ª, desde el incisivo Autorretrato en dos fases, 1937-1960, hasta las Pinturas quemadas, de 1973-1974 y el Tr¨ªptico de un condenado a muerte, de 1974. Ir a la Mir¨® es de lo mejor que se puede hacer estos d¨ªas en que las noticias pol¨ªticas bailan al ritmo de lo previsto y lo inconcebible, en Libia o en Euskadi, en Argentina o en T¨²nez...
Digo noticias pol¨ªticas porque la exposici¨®n se presenta como la del Mir¨® m¨¢s "pol¨ªtico", "comprometido". Al parecer, ha habido que considerar este anzuelo para dar realce a una exposici¨®n que se defiende sola muy bien. Estamos ante una coproducci¨®n londinense (Tate Modern), barcelonesa (Fundaci¨®n Mir¨®) y wasingthoniana (National Gallery). En Londres la han visto m¨¢s de 300.000 personas, est¨¢ en Barcelona hasta primeros de marzo y en primavera-verano se ver¨¢ en la capital estadounidense. Es una de las grandes exposiciones del a?o, habida cuenta de que el horno no est¨¢ para bollos de semejantes presupuestos. A Montju?c, gentes, que esto no se ver¨¢ en a?os, y no solo respecto de Mir¨®, pues tambi¨¦n la crisis es expositiva. A disfrutar de la Tierra labrada, La casa de la palmera, La mas¨ªa, a escrutar sus dibujos durante la Guerra Civil...
Congratul¨¦monos de los fondos de madurez y vejez de su fundaci¨®n barcelonesa. Sin necesidad de colgar etiquetas al pintor
Hac¨ªa 50 a?os que Londres no dedicaba una exposici¨®n a Mir¨®, que ya es decir. Medio siglo sin verlo a fondo, precisamente las d¨¦cadas en que las exposiciones se iban convirtiendo en eventos espectaculares, m¨¢quinas de generar financiaci¨®n para los grandes museos, viejos y nuevos, a trav¨¦s de colas de entradas y merchandising en sus cada vez m¨¢s sofisticadas tiendas, incluso en motivo de transacciones diplom¨¢ticas, que ejemplos de esto ¨²ltimo hay un mont¨®n desde 1945 y las primeras exposiciones de los "degenerados" Klee y Kandinsky en Par¨ªs. Y Londres sin ver Mir¨® en el ¨²ltimo medio siglo. Ahora, por fin, la capital y su catedral art¨ªstica Tate Modern han descubierto que Mir¨®, ese artista cuyo nombre de pila en ingl¨¦s es femenino, estaba comprometido con su tierra y su tiempo. Mejor tarde que nunca, en efecto.
Hablar de todo esto puede parecer poco gentil con los socios de la Fundaci¨®n Mir¨®, pero una suma ya unas cuantas d¨¦cadas y se resiste a que su memoria sea metida en alcanfor y a que su generaci¨®n y sus mayores sean tratados de dinosaurios culturales. No hay para tanto, la verdad. Lo que en Londres ha sido bueno -presentar a Mir¨® como artista catal¨¢n de soca-rel- en Barcelona lo conocen unas cuantas gentes, incluso dir¨ªa que en las escuelas lo saben los ni?os porque lo ense?an las maestras.
Mir¨® empez¨® a pintar en Normand¨ªa la serie de las Constelaciones en 1939, entre el final de la guerra civil espa?ola y la inminente invasi¨®n nazi de Francia. Al final de la nueva contienda se expuso en Nueva York, valija diplom¨¢tica mediante. Era la respuesta, casi un testamento, de Mir¨® a las guerras, al temer, aterrorizado, que, puesto que pertenec¨ªa al rango de los artistas declarados "degenerados" dos a?os antes por los nazis, no podr¨ªa pintar m¨¢s en Europa. Antes de regresar a Barcelona aquel mismo a?o, incluso se apunt¨® a la Acad¨¦mie de la Grande Chaumi¨¨re, en Par¨ªs, para volver a dibujar, pues el dibujo siempre le cost¨® y entonces estaba completamente paralizado.
Las Constelaciones son obras peque?as en papel, el ¨²nico material que pod¨ªa encontrar un artista entonces ni que fuera Picasso. Tuvieron enorme impacto entre los artistas de Nueva York, ya conmocionados por el colosal Guernica llegado en 1939. En Barcelona, en un taller ya demolido, en el ¨¢ngulo de la entonces calle del Conde del Asalto con La Rambla, Mir¨® hab¨ªa pintado entre 1939 y 1944, clandestinamente como quien dice, la serie Barcelona, uno de los m¨¢s feroces retratos de la feroz posguerra que encontr¨®. Ahora tenemos, un poco m¨¢s arriba de aquel taller, su pavimento del Pla de l'Os, inaugurado en el luminoso 1976, cuando La Rambla devino la arteria m¨¢s libre de la ciudad y nada auguraba que ser¨ªa lo que hoy es. Disfrutemos de esta exposici¨®n que nos devuelve al mejor Mir¨® joven y congratul¨¦monos de los fondos de madurez y vejez de su fundaci¨®n barcelonesa. Sin necesidad de colgar etiquetas a Mir¨®.
Merc¨¨ Ibarz es escritora.
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