Volver a lo b¨¢sico
Durante demasiados a?os la sociedad espa?ola, no solamente el Estado espa?ol en todos los niveles de su f¨®rmula de gobierno, sino la sociedad espa?ola en su conjunto, ha estado viviendo en lo que, con la perspectiva que nos da el tiempo, podr¨ªamos calificar de un espejismo. Hemos pensado que pod¨ªamos construir tantas viviendas como Alemania, Francia y Reino Unido juntas, que nos pod¨ªamos endeudar de manera pr¨¢cticamente ilimitada, que pod¨ªamos mantener un d¨¦ficit por cuenta corriente que era el m¨¢s alto del mundo, llegando al 11% del PIB y que, actuando de esta manera, nos ¨ªbamos a poner a la cabeza de la Uni¨®n Europea. La declaraci¨®n de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero a finales de su primera legislatura de que la renta per c¨¢pita en Espa?a podr¨ªa sobrepasar a la renta alemana, pasar¨¢ a la historia como una enorme metedura de pata.
Ese espejismo es el que empez¨® a desvanecerse hace ya algo m¨¢s de tres a?os y con una intensidad creciente. De la euforia de la burbuja inmobiliaria hemos pasado a la pesadilla de su estallido. El coste est¨¢ siendo ya inmenso e intuimos que va a ser mayor todav¨ªa.
La vida se entiende hacia atr¨¢s, pero hay que vivirla hacia delante, escribi¨® Kierkegaard. Esto lo tenemos que aprender todos los seres humanos y todas las sociedades. Unas veces con un coste mayor y otras con un coste menor. Pero siempre con un coste, que a lo ¨²nico que podemos aspirar es a reducirlo lo m¨¢s posible. En esta operaci¨®n de reducci¨®n del coste, las crisis son momentos decisivos, en la medida en que no podemos dejar de mirar hacia atr¨¢s porque tenemos que hacer frente a las consecuencias de la conducta que nos ha llevado a la crisis, pero tenemos al mismo tiempo que mirar hacia adelante, porque ning¨²n ser humano ni ninguna sociedad puede vivir instalado en una situaci¨®n de crisis.
Las crisis nos obligan a reflexionar sobre lo b¨¢sico, sobre aquello que tiene que ser el fundamento de la convivencia, del bienestar material y la calidad moral de la sociedad. Los momentos de euforia econ¨®mica conducen a que tanto los individuos como las sociedades en su conjunto tengan una visi¨®n desenfocada, se olviden de lo b¨¢sico y pongan el centro de su atenci¨®n en lo superficial. Cuando acaba la euforia, la realidad se impone. Y nos hace ver el disparate, por ejemplo, que supone dejar de estudiar para ocupar un puesto de trabajo para el que no se necesita pr¨¢cticamente ninguna cualificaci¨®n, que puede acabar convirti¨¦ndose en pan para hoy y hambre para ma?ana.
La educaci¨®n ha sido, posiblemente, el da?o colateral m¨¢s importante de la burbuja inmobiliaria y de obra p¨²blica que tanta intensidad ha tenido en nuestro pa¨ªs. Durante estos a?os se ha prestado m¨¢s atenci¨®n a la infraestructura material que a la formaci¨®n de los estudiantes. Se ha prestado m¨¢s atenci¨®n al presupuesto del Ministerio de Fomento que al del Ministerio de Educaci¨®n. Mientras se creaba empleo en la construcci¨®n no se ha prestado atenci¨®n a la reducci¨®n de la tasa de escolarizaci¨®n en los escalones posteriores a la ense?anza b¨¢sica o al aumento del fracaso escolar. Ahora nos encontramos donde nos encontramos.
Afortunadamente, la crisis nos est¨¢ obligando a volver la mirada a lo b¨¢sico. Y lo b¨¢sico es el derecho a la educaci¨®n. Sin el ejercicio real y efectivo de ese derecho, todos los dem¨¢s, empezando por el de participaci¨®n pol¨ªtica, quedan devaluados hasta el punto de que algunos pueden llegar a ser irreconocibles. Vamos a tener, por primera vez en muchos a?os, una campa?a electoral en la que el derecho a la educaci¨®n va a ocupar un papel destacado. Si as¨ª acaba siendo, habr¨¢ que convenir con el refr¨¢n popular, que no hay mal que por bien no venga.
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