El delantal de cuero y los guantes de Blojin
El verdugo en jefe del KGB, mano derecha de Laurenti Beria, se llamaba Vasili Blojin. Le correspondi¨® en marzo de 1940 organizar y dirigir personalmente el asesinato, ordenado por el Politbur¨® del PCUS dirigido por Stalin, de varios miles de oficiales polacos prisioneros del Ej¨¦rcito sovi¨¦tico en Katyn, Kalinin y Starobelsk. Los asesinatos se hicieron uno por uno y la tarea se prolong¨®, en las horas nocturnas, durante un mes. Se conduc¨ªa al prisionero a una caba?a con una habitaci¨®n insonorizada. El mismo Blojin, previsoramente pertrechado con un delantal de carnicero y guantes hasta los codos, se encarg¨® de pegar el tiro en la nuca a seis mil prisioneros, a raz¨®n de uno cada tres minutos, lo que le ha valido pasar a la historia como uno de los asesinos en serie m¨¢s importante de la historia. Fue felicitado y condecorado por servicios especiales a la patria. Pero m¨¢s tarde, cuando Jruschov desvel¨® los cr¨ªmenes de Stalin y se le retiraron las medallas, cay¨® en el alcoholismo y la demencia, y se suicid¨® en 1955.
La tumba de Lenin
David Remnick
Traducci¨®n de Crist¨®bal Santa Cruz
Debate. Barcelona, 2011
850 p¨¢ginas. 29 euros
Estos datos que el ch¨®fer de Blojin, ya anciano y ciego, cont¨® ante una c¨¢mara a finales de los a?os ochenta, estos detalles dantescos, el delantal de cuero y los guantes de Blojin, no tienen s¨®lo el atractivo magn¨¦tico de lo monstruoso; son hist¨®ricamente significantes, como nos recuerda David Remnick, el autor de esta copiosa y fascinante cr¨®nica period¨ªstica del colapso del imperio sovi¨¦tico; despu¨¦s de que Mosc¨² reconociese la autor¨ªa de la matanza de Katyn, ya no era concebible, si alguien lo hubiera intentado, frenar el proceso democr¨¢tico de Polonia. Y algo parecido pasaba en otras partes del imperio: en Asia central, cuando se revela que las rep¨²blicas han sido reducidas a un monocultivo de algod¨®n para vestir a toda la URSS, llev¨¢ndose por delante el mar de Aral; en las rep¨²blicas b¨¢lticas, al salir a la luz los protocolos secretos del pacto Molotov-Ribbentrop que las entregaba a Mosc¨²; en Ucrania, la cat¨¢strofe de Chern¨®bil y la torpe y enga?osa gesti¨®n de las autoridades en los d¨ªas siguientes. Y por toda la extensi¨®n de la URSS, a rebufo de la gl¨¢snost y la perestroika, las continuas, sistem¨¢ticas, insoportables revelaciones del pasado siniestro, que desmoralizaban y dejaban at¨®nitos a los seguidores del antiguo r¨¦gimen y a los partidarios de una reforma m¨¢s o menos epid¨¦rmica, e indignaban y galvanizaban a quienes quer¨ªan que aquel desapareciese sin dejar rastro.
Remnick lleg¨® a Mosc¨², como corresponsal de The Washington Post, en enero de 1998, y su primer objetivo fue intentar entrevistar a Kag¨¢nevich, el ¨²nico miembro del Politbur¨® que orden¨® la matanza de Katyn que a¨²n permanec¨ªa vivo; el relato de las numerosas y vanas llamadas al timbre de su puerta da una sugestiva nota atmosf¨¦rica, una m¨¢s entre tantas -personas encontradas, lugares significativos visitados, conversaciones sostenidas, viajes efectuados a los lugares m¨¢s remotos del imperio- que contribuyen a dar a su cr¨®nica el tono febril de historia vivida, de testimonio personal caracter¨ªstico de los grandes relatos period¨ªsticos. Remnick permaneci¨® en Mosc¨² hasta finales de 1991. Esta cr¨®nica de aquellos cuatro a?os, con frecuentes excursos hacia el pasado, que le vali¨® el Premio Pulitzer en 1994, se divide en cinco partes: la primera es un recuento de los primeros pasos de la perestroika desde que Gorbachov, a la muerte de Chernenko, es nombrado secretario general a propuesta nada menos que de Andr¨¦i Gromyko, y los primeros efectos del proyecto, desbordado por los acontecimientos, de renovar y adecentar el proyecto socialista; la segunda, 'Puntos de vista democr¨¢ticos', describe el periodo, hasta finales de 1991, con los movimientos y reacciones reflejas de Gorbachov ante los desaf¨ªos cotidianos, la irrupci¨®n en la actividad pol¨ªtica de nuevos agentes y fuerzas nacionalistas y anticomunistas, y una magn¨ªfica variedad de fen¨®menos interesantes, curiosos y a veces grotescos, desde el simb¨®lico regreso de S¨¢jarov a Mosc¨² hasta la floraci¨®n de curanderos e hipnotizadores estramb¨®ticos en la televisi¨®n, o las campa?as de los desprestigiados ¨®rganos del Estado para presentarse ante una luz m¨¢s favorable; incluida, por ejemplo, la elecci¨®n de "se?orita KGB": la bella agente Katia Mayorova, que aparec¨ªa en la portada del Komsomolskaya Pravda coloc¨¢ndose el chaleco antibalas "con gesto seductor", seg¨²n el art¨ªculo que dec¨ªa, "con una suavidad exquisita, como si luciera un modelo de Pierre Cardin".
La tercera parte, 'D¨ªas de revoluci¨®n', cuenta la toma del poder por procapitalistas radicales en la regi¨®n de Mosc¨² y la victoria del movimiento nacional en Lituania; la cuarta, 'Primero como tragedia, luego como farsa', cuenta al detalle el fracasado golpe de Estado fallido de agosto de 1991. Y en la quinta parte, los primeros pasos del catastr¨®fico Gobierno de Bor¨ªs Yeltsin, la ilegalizaci¨®n del partido comunista, el hundimiento de la econom¨ªa, la di¨¢spora de docenas de millones de rusos, la entrega de las riquezas del pa¨ªs a las mafias y a los oligarcas... L¨¢stima que Remnick regresase de Mosc¨² antes de 1993, y as¨ª nos haya dejado sin el relato del bombardeo del Parlamento por el Ej¨¦rcito, que es el episodio m¨¢s traum¨¢tico de la reciente historia rusa y que ilumina, cegadoramente, la era de Putin.
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