Que no os roben este momento
Borja S¨¦mper, de 35 a?os, es presidente del PP de Gipuzkoa y parlamentario vasco. Desde los 19 a?os vivi¨® con escolta y amenazado de muerte por ETA. En este relato, dirigido a sus padres, les narra sus vivencias en los a?os de plomo y sus esperanzas tras el fin del terrorismo
-?S¨ª?
-Hola Borja. Soy Juan. Oye ya hablaremos m¨¢s tranquilamente, pero necesito saber algo ahora. Parece que el comando que detuvimos ayer iba a darte matarile y necesito que me confirmes algunas cosas. ?Puedes hablar?... ?Borja?
-S¨ª, s¨ª, dime...
-?Sales habitualmente de casa a las ocho y vas andando hasta la plaza que est¨¢ delante del Ayuntamiento donde te recogen unas compa?eras para ir a la facultad?
-S¨ª, s¨ª... Pero oye, es que...
-?Espera! ?Par¨¢is en Renter¨ªa donde recog¨¦is a otra compa?era y lleg¨¢is a la universidad sobre las nueve...?
-S¨ª...
-Bueno t¨ªo, ?te has librado por los pelos! Tenemos una primera declaraci¨®n pero ahora entramos a otro interrogatorio. Nos tiene que confirmar m¨¢s cosas. Pero esto es lo que nos ha dicho hasta el momento...
"Pretender¨¢n hacernos creer que ellos son los art¨ªfices de la paz y ganar con la mentira lo que no ganaron con pistolas"
"Antepusimos dignidad al miedo. Ni les dimos nada cuando nos mataban ni les daremos nada porque no nos vayan a matar"
- Ya, pero has dicho "matarile"... ?Me iban a matar?
-Les has tenido codo con codo. Iban a pegarte un tiro en la facultad, pero a ¨²ltima hora se han achantado pensando que ten¨ªas escolta. Te has librado por los pelos, has estado m¨¢s muerto que vivo. Iban a volver, te tienen ganas. Te dejo que estoy en ello, ya hablaremos. Ah, y de esto ni una palabra. Adi¨®s...
-?Juan? ?Juan?...
La conversaci¨®n acab¨®. Esa llamada de tel¨¦fono, en la que lo ¨²nico ficticio es el nombre de "Juan", se llev¨® mi juventud lo que me quedaba de inocencia y acab¨® con mi forma de entender el mundo a los 21 a?os. La llamada de Juan me hab¨ªa sorprendido en la puerta del cine. Mis amigos entraron sin esperarme ("otra vez Borja y su tel¨¦fono") y tras colgar, yo tambi¨¦n entr¨¦ para ver una pel¨ªcula que nunca record¨¦ y seguro que mir¨¦ sin ver. Jam¨¢s les cont¨¦ nada. Tampoco se lo cont¨¦ a mis padres cuando llegu¨¦ a casa. Nunca. En realidad no hab¨ªa nadie a quien cont¨¢rselo. Me propuse que el miedo y el v¨¦rtigo a la muerte era algo que deb¨ªa de llevar en solitario, en la intimidad y seguir adelante, solo.
Decid¨ª proteger con mi silencio a quienes ten¨ªa a mi alrededor sin entender entonces que, lejos de hacerlo, provoqu¨¦ un dolor a¨²n mas grande que ni siquiera fui capaz de intuir. Hoy s¨¦ que cuando llegaba a casa de noche, tarde, a deshora, las lagrimas de mis padres encogidos en el sof¨¢ del sal¨®n, sorprendidos con su dolor y miedo por la vida de su hijo en buena medida lo provoqu¨¦ yo con mi silencio, con mi decisi¨®n de ocultar cualquier dato, cualquier insulto, amenaza o angustia. Les devolv¨ªa una fr¨ªa distancia, una equivocada protecci¨®n en forma de indiferencia que hoy me duele, a?os despu¨¦s, cuando las l¨¢grimas de miedo nunca las podr¨¦ borrar de sus ojos. Demasiado tarde.
Por eso no puedo culpar a "Juan", no puedo quejarme de la frialdad, crudeza ni falta de sensibilidad de su llamada ni en las muchas que hubo despu¨¦s. No puedo hacerlo porque yo tambi¨¦n me convert¨ª en un tipo fr¨ªo y distante con los m¨ªos.
ETA no consigui¨® matarme pero tampoco consigui¨® amargarme la vida. Segu¨ª yendo a la facultad, aunque ya no lo hice con mis amigas, sino con otro tipo de amigos, que ten¨ªan pistola, no se separaban de m¨ª ni en la biblioteca y me esperaban en la puerta de una clase a la que cada vez pude ir menos. Estudiar era un refugio en el que me pod¨ªa sentir un joven normal, con preocupaciones normales, con presiones normales. Decid¨ª por eso extender esa sensaci¨®n y hacer una vida normal. Continu¨¦ recorriendo bares y discotecas, como si cada fin de semana fuera el ¨²ltimo. Por Dios, ?era un veintea?ero! Pero la apariencia no consigui¨® convertirse en realidad. Los besos de la primera novia, o del ligue ocasional, no eran libres. Se convirtieron para m¨ª en algo furtivo. El pudor me obligaba a hacerlo a escondidas de quienes desde entonces han acompa?ado cada momento y espacio de mi vida, hasta convertirles en algo de lo que ahora tendr¨¦ que aprender a prescindir. Cruel paradoja.
Lo peor de esta historia es que no es s¨®lo m¨ªa. Es una historia que tiene mil matices y variantes, tantas como la de los concejales del PP o del PSE (y todav¨ªa hay gente que no entiende lo que nos une en Euskadi), periodistas, jueces, polic¨ªas, cocineros y as¨ª hasta un largo etc¨¦tera que han sufrido con la misma o mayor crudeza que yo lo que significa vivir en el Pa¨ªs Vasco pretendiendo ser libres.
Pero volvamos a mis padres porque esta reparadora confesi¨®n es por ellos. No recuerdo bien las fechas, pero s¨ª los momentos. La primera vez que tuve escolta fue con 19 a?os. De ah¨ª en adelante fue algo intermitente hasta que se convirti¨® en permanente, creo que coincidiendo con la llamada de Juan. Un d¨ªa de esa ¨¦poca "intermitente", es decir, sin escolta, al volver de madrugada a casa encontr¨¦ una decoraci¨®n nueva que no estaba cuando sal¨ª. Amenazas acompa?aban mi nombre bajo una diana grabados con spray sobre el m¨¢rmol del portal. Llam¨¦ a los municipales y minutos despu¨¦s un agente frotaba la diana con un pa?uelo de papel al tiempo que dec¨ªa: "Es reciente, por poco te los encuentras en faena y te pintan tambi¨¦n la cara". Como dec¨ªa no recuerdo las fechas, pero hay frases, momentos y mazazos que nunca olvidar¨¦.
Me despert¨¦ pronto con la decidida idea de hacer algo con lo de la pintada. Ya era tarde. Un vecino madrugador despert¨® a mis padres que, sin decirme nada, frotaron y borraron las pintadas ayudados del cubo de la fregona, estropajos, kilos de dignidad e impulsados por la necesidad de que borrando esa infamia se borraban con ella las amenazas sobre su hijo. Aquellas amenazas sobre el m¨¢rmol dieron paso a otras muchas sobre muros, paredes y calles, en cartas y llamadas a casa, suponiendo cada una de ellas un duro golpe del que s¨¦ que a¨²n no se han recuperado.
Hoy s¨¦ que ten¨¦is dudas, incertidumbre y desconfianza. Y os comprendo porque yo tambi¨¦n. S¨¦ que los a?os de dolor, sufrimiento y miedo no se olvidan con un comunicado plagado de ret¨®rica chulesca e insoportable. Yo tampoco lo olvido ni lo har¨¦. Pero s¨¦ que unos asesinos capaces de la mayor crueldad e ignominia no iban a claudicar reconociendo su absurdo, miseria y da?o causado. Por eso os pido que no os roben este momento. No les dej¨¦is. Que su infamia no haga perder de vista lo importante: lo dejan, abandonan, y no porque la verg¨¹enza por lo hecho o un repentino virus democr¨¢tico les haya contaminado. Lo dejan porque les hemos ganado, porque resistimos, porque no pudieron echarnos... Porque cuando PP y PSOE estuvimos unidos les hicimos mucho da?o, porque la Ertzaintza, la polic¨ªa, y la Guardia Civil les acorralaron. Ol¨¦ por ellos. Porque los franceses hicieron su trabajo. Porque utilizamos leyes firmes y eficaces y nuestra gu¨ªa fue la resistencia c¨ªvica. Porque cada vez m¨¢s gente indiferente dej¨® de serlo y aquellos que os dec¨ªan "vuestro hijo ya sabe donde se mete" cada vez sintieron m¨¢s verg¨¹enza por su equidistancia.
Es verdad que ahora pretender¨¢n hacernos creer que ellos son los art¨ªfices de la paz y ganar con la mentira lo que no ganaron con las pistolas. Pretender¨¢n diluir la grandeza de los miles que como vosotros superaron el miedo con dignidad y coraje. Aquellos que miraron hacia otro lado, aquellos que, movidos por el miedo o por una c¨®moda equidistancia nunca se mojaron, ahora pretender¨¢n decirnos que hay que ser "generoso", que "hay que dar pasos", que necesitan "la paz" cuando nunca sufrieron ni se implicaron en la lucha contra la violencia. Pues sigamos. Antes luch¨¢bamos contra el totalitarismo con pistolas y explosivos; ahora lo tenemos m¨¢s f¨¢cil porque sin pistolas no son nada. Tendremos que enfrentarnos al odio que seguir¨¢ habitando en miles de personas a las que les dijeron que asesinar al discrepante estaba justificado y hoy tienen por delante una traves¨ªa interior del desierto hacia la tolerancia que solo est¨¢ en su mano atravesar.
Y nosotros, mientras tanto, tenemos que dedicar todo nuestro empe?o en borrar, como hicisteis con aquella pintada, la intolerancia y el proyecto totalitario que a¨²n sigue anidando en Euskadi. Ni les dimos nada cuando nos mataban ni les daremos nada porque no nos vayan a matar. Y si todo esto se cierra mal, si la torpeza de algunos pol¨ªticos o la miseria de algunos intereses permite que la cultura de violencia no se apague, aqu¨ª seguir¨¦, aqu¨ª seguiremos. Porque si fuimos una vez capaces de anteponer la dignidad al miedo nunca m¨¢s el miedo nos afectar¨¢.
Pap¨¢, mam¨¢, seguiremos trabajando para que vuestro nieto, que es mi hijo, tenga un futuro mejor, una Euskadi en la que todo valga la pena menos el odio y la intolerancia, donde la convivencia sea m¨¢s que una palabra manida. Pero eso, ma?ana. Hoy, disfrutad porque no solo seguimos vivos, les hemos ganado, y en lo que a¨²n queda por hacer, tambi¨¦n ganaremos. Que no os roben este momento, es vuestro. -
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