Sacra renuncia
A Nanni Moretti, ateo que solo parece tener cierta fe en las contradicciones de la condici¨®n humana y en la geometr¨ªa de los reglamentos deportivos, le han reprochado que no haya hecho sangre en su retrato de la jerarqu¨ªa eclesial en Habemus Papam. Es cierto que el tal¨®n de Aquiles de su pel¨ªcula est¨¢ en la decisi¨®n de convertir a los cardenales, convocados para elegir a un nuevo papa, en un coro de figuras entra?ables, retratado con trazos de comicidad amable. Obsesionarse con esta puntual debilidad supone, no obstante, pasar por alto que Moretti, al renunciar a la s¨¢tira feroz en favor de la comedia humanista, se ha complicado la vida, se ha puesto las cosas m¨¢s dif¨ªciles y, lo m¨¢s importante, ha ca¨ªdo de pie, obteniendo en el proceso una pel¨ªcula tan delicada como compleja, una ficci¨®n con madera de debate civilizado, cuyo sentido del humor se esculpe sobre la compresi¨®n no ya del otro, sino del contrario.
HABEMUS PAPAM
Direcci¨®n: Nanni Moretti.
Int¨¦rpretes: Michel Piccoli, Nanni Moretti, Renato Scarpa. Jerzy Stuhr, Margherita Buy, Franco Graziosi.
G¨¦nero: comedia. Italia, 2011. Duraci¨®n: 102 minutos.
La trama de Habemus Papam se puede resumir en una frase -reci¨¦n electo para el cargo de sumo pont¨ªfice, un cardenal (Michel Piccoli), al sentirse incapaz de lidiar con la responsabilidad que ha ca¨ªdo sobre sus hombros, protagoniza una sonada espantada por las calles de Roma-, pero lo interesante es ver c¨®mo Moretti sabe llevar su discurso m¨¢s all¨¢ de este enunciado. El atribulado papa al que da vida Piccoli no est¨¢ tan lejos de su Michel des Assantes en la crepuscular y desesperada Par¨ªs Tombuct¨² de Luis Garc¨ªa Berlanga. El motor de su huida no es una crisis de fe, sino la asunci¨®n del gran simulacro que es este Teatro del Mundo donde el m¨¢ximo delegado del poder divino quiz¨¢ no sea m¨¢s que el cabeza de cartel en una representaci¨®n ajena a la erosi¨®n del tiempo.
Moretti introduce su toque maestro en dos secuencias: la accidentada sesi¨®n de psicoan¨¢lisis contemplada por los cardenales y el fortuito encuentro del papa errante (y de inc¨®gnito) con una compa?¨ªa teatral imantada por la locura de uno de sus int¨¦rpretes. Realmente, no hac¨ªa falta ninguna afilada s¨¢tira para cuestionar el inmovilismo de la instituci¨®n religiosa. El discurso final de Piccoli cierra Habemus Papam con una contundencia que parece mirarse en el espejo del desenlace de El gran dictador.
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