La 'primavera ¨¢rabe' de las orquestas
"Hace 20 a?os escrib¨ª un libro que cambi¨® la forma en que el mundo percibe a los directores de orquesta..."
Hace 20 a?os escrib¨ª un libro que cambi¨® la forma en que el mundo percibe a los directores de orquesta. Se titulaba El mito del maestro y analizaba la vocaci¨®n musical como un fen¨®meno social y pol¨ªtico -destacando el uso y abuso de poder- m¨¢s all¨¢ de ser un mecanismo de transmisi¨®n m¨ªstico de los sue?os de los grandes compositores.
En los d¨ªas siguientes a su publicaci¨®n, el libro se convirti¨® en un ensayo de lectura secreta para los m¨²sicos de orquesta y, en poco tiempo, alcanz¨® un ¨¦xito editorial internacional con 250.000 ejemplares vendidos en 17 idiomas, m¨¢s que cualquier otro libro sobre m¨²sica cl¨¢sica de los ¨²ltimos tiempos.
Pero los libros no cambian el mundo, al menos de un d¨ªa para otro. Mucho tiempo despu¨¦s de que El mito del maestro se convirtiera en un popular libro, los directores de orquesta m¨¢s famosos continuaron exigiendo honorarios desorbitados a las orquestas con dificultades econ¨®micas, ganando en un solo concierto lo mismo que los 100 m¨²sicos que realmente forman una orquesta. Entonces, muchos de los m¨²sicos se quejaron de esa injusticia sabiendo que, a menos que los dirigiera un maestro famoso conocido por el p¨²blico, el auditorio se quedar¨ªa vac¨ªo y se marchar¨ªan a casa sin cobrar. Mantener al mito era pues una necesidad mutua. De ese modo, directores y m¨²sicos formaron un statu quo que ha permanecido hasta nuestros d¨ªas.
Es una reacci¨®n en masa contra la opresi¨®n de un liderazgo ineficaz
Si un maestro tiene ¨¦xito hoy es por su persuasi¨®n personal e intelectual
Han sido necesarias una nueva generaci¨®n de artistas y una crisis econ¨®mica mundial para cambiar esta situaci¨®n y conseguir que los mitos se enfrenten a una realidad alterada. Pero ante todo, el mundo ten¨ªa que cambiar. Cuando escrib¨ª el libro a finales de los ochenta, los dinosaurios deambulaban todav¨ªa por la Tierra. Nombres como Herbert von Karajan, Leonard Bernstein y Georg Solti eran los herederos de una gran tradici¨®n que se remonta a 1865, cuando Richard Wagner permiti¨® a su ayudante Hans von B¨¹low dirigir su ¨®pera Trist¨¢n e Isolda a cambio de poder seducir a Cosima, la mujer de B¨¹low.
En aquel momento, el director era conocido al mismo tiempo como el criado y el sustituto del compositor, una situaci¨®n que le permit¨ªa ejercer una venganza de manera exquisita y perpetua. Cuando Karajan muri¨® en 1989, era m¨¢s famoso que cualquier compositor vivo, con una fortuna valorada en 250 millones de euros; m¨¢s rico de lo que cualquier m¨²sico subvencionado tiene el derecho moral de ser.
La siguiente generaci¨®n rechaz¨® cualquier tipo de extravagancia. Durante 18 a?os, Simon Rattle trabaj¨® duramente en la poco glamurosa orquesta de Birmingham antes de suceder a Karajan. La discreta orquesta de Finlandia, dirigida por Esa-Pekka Salonen y Sakari Oramo, ofreci¨® una alternativa propia del B¨¢ltico basada en el consenso, en la igualdad social y en contra de las maneras desp¨®ticas. Directores de orquesta de la Rusia postsovi¨¦tica como Semyon Bychkov y Vlad¨ªmir Jurowski rechazaron la autoridad monol¨ªtica. Una industria discogr¨¢fica a punto de quebrar priv¨® a los directores de orquesta de su aura, aunque no del mismo modo en que lo hizo Decca cuando, una ma?ana de 1997, telefone¨® a cuatro famosos maestros para despedirlos.
Sin embargo, el modelo establecido sobrevivi¨® y antiguos directores como Lorin Maazel y James Levine pudieron dirigir en Nueva York y en M¨²nich para recuperar sus ingresos millonarios, esperando que sus m¨²sicos pusieran al mal tiempo buena cara. Ahora, esa situaci¨®n ha llegado a su fin en forma de revueltas que presentan caracter¨ªsticas similares a las de la primavera
¨¢rabe; es decir, una reacci¨®n en masa en contra de la opresiva influencia de un liderazgo irracional e ineficaz.
Como toda buena revoluci¨®n, esta empez¨® en Sudam¨¦rica. En R¨ªo de Janeiro, un nuevo grupo de inversores inyect¨® dinero fresco en la extraordinaria Orquesta Sinf¨®nica de Brasil (OSB) y colocaron al frente a un director local, Roberto Minczuk, antiguo ayudante de Kurt Masur en Nueva York, para mejorar la calidad musical. A principios de este a?o, Minczuk orden¨® a sus m¨²sicos que tocaran en un concierto o si no perder¨ªan sus trabajos. Los m¨²sicos acudieron a las redes sociales y, en se?al de protesta, cubrieron de negro su rostro en sus perfiles de Facebook. En cualquier otra ¨¦poca, nadie habr¨ªa vuelto a o¨ªr m¨¢s de ese asunto.
Coment¨¦ este incidente en mi blog en www.artsjournal.com y obtuve una respuesta virulenta. M¨²sicos de todo el mundo ti?eron de negro su rostro en los perfiles de Facebook como muestra de solidaridad. Los solistas m¨¢s importantes -Joshua Bell, Nelson Freire, Cristina Ortiz- encabezaron un boicot internacional contra la Orquesta de Brasil. Minczuk recibi¨® ofertas de Londres y Nueva York para dirigir conciertos, pero fue incapaz de conseguir permisos de trabajo para sus nuevos m¨²sicos. Se vio obligado a dar marcha atr¨¢s y finalmente firmaron la paz. Animados por el ¨¦xito conseguido, los m¨²sicos del teatro Col¨®n de Buenos Aires convencieron a Pl¨¢cido Domingo para que no cantara all¨ª hasta que el conflicto que ten¨ªan no se resolviera. Una nueva revuelta se est¨¢ gestando tambi¨¦n en Ecuador. Las protestas no paran de extenderse.
Este verano, en Rusia, el director Mark Gorenstein fue pillado en una retransmisi¨®n en directo mientras insultaba a un int¨¦rprete de violonchelo en el Concurso Chaikovski. En pocas horas, numerosos m¨²sicos que se hab¨ªan quejado durante mucho tiempo de la prepotencia de Gorenstein pusieron el v¨ªdeo en YouTube y pidieron que fuera despedido. Como el Ministerio se neg¨®, se presentaron en los ensayos y estuvieron cuatro horas sentados sin tocar. Incluso mostraron el enfrentamiento a los medios de comunicaci¨®n social, algo parecido a lo que hab¨ªa ocurrido en R¨ªo. A finales de septiembre, Gorenstein fue despedido. Nunca antes en Rusia se hab¨ªa producido una revuelta igual.
En Estados Unidos, media docena de orquestas se han arruinado durante el pasado a?o y m¨¢s del doble est¨¢n buscando ayuda para evitar su desaparici¨®n. La mayor¨ªa de los m¨²sicos se han mantenido al margen. Sin embargo, en Louisville, Kentucky -en otro tiempo un para¨ªso para los compositores-, los m¨²sicos han llamado a sus colegas de todo el mundo para boicotear a la orquesta hasta que tengan sus puestos de trabajo garantizados. Los directores de orquesta como los de Louisville son ahora invisibles. Su poder est¨¢ agotado.
La confirmaci¨®n del declive de los directores de orquesta podr¨ªa venir de Nueva York, donde, pocos d¨ªas antes del inicio de la temporada de septiembre, James Levine, director musical de la Metropolitan Opera durante 40 a?os, declar¨® que no se encontraba en forma para trabajar. Desde hace 10 a?os, Levine tiene la salud delicada y ya no puede mantener la batuta sin que le tiemble la mano. Pero el Metropolitan no ten¨ªa una estrategia de sucesi¨®n, as¨ª que tuvo que iniciar la temporada sin una cabeza al mando. Fabio Luisi le ha sucedido pero no posee ni su protagonismo ni su autoridad.
Desde que Riccardo Muti renunci¨® en 2005, la Scala tambi¨¦n se encuentra sin director, igual que el Teatro Real de Madrid. En ausencia de un maestro dominante, ambos han disfrutado de una diversidad estil¨ªstica. La Scala ha dado marcha atr¨¢s recientemente anunciando a Daniel Barenboim como su pr¨®ximo director musical, pero Barenboim est¨¢ demasiado ocupado en Berl¨ªn y en Oriente Pr¨®ximo como para pensar en la reafirmaci¨®n de una autocracia al estilo de Toscanini. De hecho, ¨¦l fue uno de los primeros que me dijo hace ya varios a?os, cuando a¨²n se encontraba en Par¨ªs, que la descripci¨®n del trabajo de un director musical hab¨ªa cambiado para mejor. Si un maestro tiene ¨¦xito hoy d¨ªa es gracias a su persuasi¨®n personal e intelectual. El mito se ha roto. La realidad es mejor.
El ¨²ltimo libro de Norman Lebrecht es ?Por qu¨¦ Mahler? (Alianza). Traducci¨®n de Virginia Solans.
![Herbert von Karajan, en un ensayo con la Filarm¨®nica de Viena en 1966. A la derecha, Simon Rattle dirige a la Filarm¨®nica de Berl¨ªn en el Teatro Real el pasado mayo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/PZYM3ZZGRRK23WDX23OR3ONUWU.jpg?auth=7a00d26c759ea6ce943eda42ff19220fd61320a5cff4d793829d96c50ed5abc5&width=414)
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