La hora de Napolitano
Giorgio Napolitano fue elegido presidente de la Rep¨²blica en 2006. Octogenario, el nombramiento parec¨ªa constituir el premio a su larga carrera como dem¨®crata sin tacha y una soluci¨®n de compromiso. El papel del jefe del Estado en Italia es en condiciones normales simb¨®lico, aun cuando desde la actuaci¨®n del democristiano Scalfaro en los a?os noventa se comprob¨® que en tiempo de crisis, el ritual y las ceremonias pueden ceder paso a intervenciones decisivas. Es lo que ahora ha sucedido.
Actuar como "garante de la Constituci¨®n" con Berlusconi al frente del Gobierno no fue tarea f¨¢cil, y Napolitano supo desempe?arla con estricta objetividad, a pesar de la distancia que le separaba del primer ministro, sin queja alguna de este, pero mostrando en sus mensajes que era posible otra forma de dirigir el Estado, con un estricto sentido de la moralidad y de atenci¨®n a los intereses p¨²blicos. Fue una obra de arte pol¨ªtica, ahora consumada.
El presidente de Italia ha sabido jugar con maestr¨ªa y exquisito respeto hacia las normas
Dirigente del PCI durante d¨¦cadas, influido por Togliatti en su propuesta de nacionalizaci¨®n de la izquierda, encarn¨® el esfuerzo por conciliar la voluntad de cambio social con la profundizaci¨®n de la democracia, pues a su juicio toda transformaci¨®n "tiene que fundarse en amplias bases de consenso y participaci¨®n pol¨ªtica". A fines del siglo XX, alcanzar este objetivo requer¨ªa una proyecci¨®n eficaz en el nuevo marco europeo. La pol¨ªtica era para ¨¦l esp¨ªritu de reforma y previsi¨®n racional, "saber mirar hacia la lejan¨ªa, saber contemplar conscientemente el futuro". No ha de extra?ar que el horizonte de Napolitano desbordase el marco pol¨ªtico inmediato y le llevara a tener como interlocutores a intelectuales como Hobsbawm, Sraffa o Bobbio.
Ante la mezcla de sobresaltos de todo tipo, degradaci¨®n de la moral pol¨ªtica y propensi¨®n autoritaria de Berlusconi, Napolitano fue capaz de preservar la dignidad del Estado, sin interferencia alguna en el proceso pol¨ªtico. Se limit¨® a defender instituciones amenazadas, tales como la magistratura. Supo esperar hasta el borde del precipicio, para entonces jugar con maestr¨ªa (y exquisito respeto hacia las normas), al cortar todo intento de posponer la dimisi¨®n por parte de Berlusconi, y sentar las bases de la ¨²nica salida razonable, un Gobierno presidido por el prestigioso economista Mario Monti, dispuesto a asumir sacrificios, y tambi¨¦n a acabar con privilegios, con colaboraci¨®n unitaria de los partidos.
Tocaba a estos no arruinar la ¨²ltima posibilidad que queda al pa¨ªs. Pero por la decidida oposici¨®n impulsada desde el primer momento por Porta a Porta, el programa insignia del berlusconismo, pudo verse que el abierto respaldo del Cavaliere al Gobierno Monti encerraba tal vez una contrajugada, tendente a quedarse en un apoyo externo. Solo que una vez abierta la caja de Pandora, su partido ha estallado, con consecuencias imprevisibles.
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