Ahora en serio, ?y si cerramos el Senado?
El debate sobre la creaci¨®n de una "c¨¢mara de representaci¨®n territorial" se agota - Constitucionalistas y pol¨ªticos hablan ya abiertamente de la posible supresi¨®n de este ¨®rgano
?A qui¨¦n va a votar usted para el Senado el pr¨®ximo 20 de noviembre? S¨ª, para el Senado. ?No lo hab¨ªa pensado? Bueno, no se agobie, en realidad nos da igual a todos. Fuera de estas p¨¢ginas, nadie se lo va a preguntar, ni siquiera los encuestadores. "No conozco ninguna encuesta electoral que haya preguntado por el Senado", confiesa el director general de Metroscopia, Jos¨¦ Pablo Ferr¨¢ndiz. Tampoco es que descarten hacerlo por principio. Simplemente, nadie se lo ha pedido. "No se publican encuestas sobre el Senado porque nadie las encarga", a?ade el responsable de los sondeos electorales que contrata EL PA?S. "Supongo que esto revela el poco inter¨¦s de la sociedad, los partidos pol¨ªticos y los medios de comunicaci¨®n". Al Gobierno tampoco le debe de interesar, porque ni siquiera el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas lo menciona en sus sondeos.
Los senadores no tienen la ¨²ltima palabra en nada. Da igual lo que decidan
La reforma est¨¢ ¨ªntimamente ligada al cierre del mapa territorial de Espa?a
El espa?ol "es un sistema 'de facto' monocameral", dice un experto
Los dos grandes partidos perder¨ªan una importante v¨ªa de financiaci¨®n
Pero el 20-N se eligen 208 senadores, cuatro por provincia m¨¢s las islas y las ciudades aut¨®nomas. Se presentan en listas abiertas y se puede votar a tres en la papeleta, de igual o diferentes partidos. A esos se van a sumar 58 designados por los parlamentos aut¨®nomos. Los n¨²meros son as¨ª de raros porque cuando se hizo la Constituci¨®n nadie se imaginaba que habr¨ªa 17 comunidades aut¨®nomas ni que la poblaci¨®n de Espa?a llegar¨ªa a los 45 millones (el n¨²mero de senadores cambia de una legislatura a otra, en la pasada fueron 264 y en la pr¨®xima ser¨¢n 266).
Nada m¨¢s asentarse el Estado auton¨®mico se vio la necesidad de reformar el Senado para responder a la nueva realidad. Tras alg¨²n intento serio, muchas llamadas al consenso y una palabrer¨ªa asfixiante, nunca se ha hecho. Aunque los partidos siempre se declaran dispuestos a la reforma y los constitucionalistas sue?an con una "verdadera c¨¢mara de representaci¨®n territorial", la idea de suprimirlo empieza a calar entre los expertos y se plantea abiertamente entre los pol¨ªticos.
El catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago Roberto Blanco es un conocido entusiasta de esta idea. "Si no estamos dispuestos a cambiarlo en serio, quit¨¦moslo. Es una c¨¢mara in¨²til que no a?ade nada al proceso legislativo ni al control al Gobierno, y no le hace caso nadie, ni siquiera cuando veta los presupuestos". Y a?ade que "puestos a tener desverg¨¹enza, se podr¨ªa hacer por mayor¨ªa de tres quintos". No hace falta ni refer¨¦ndum, se podr¨ªa hacer igual que la reciente reforma constitucional.
Para no iniciados: el Senado tiene las mismas funciones que el Congreso. Puede proponer leyes, pero despu¨¦s debe enviarlas al Congreso para que inicie su tr¨¢mite. Puede controlar al Gobierno, pero si no va, no pasa nada (ning¨²n presidente fue antes de Zapatero). En su funci¨®n de segunda lectura puede enmendar parcial o totalmente (veto) las leyes, pero el Congreso puede anular esa votaci¨®n hasta por mayor¨ªa simple. Y si acaso tuviera la tentaci¨®n de presionar al Congreso, la Constituci¨®n le impone un l¨ªmite de dos meses para revisar una ley. Si pasa el plazo, se entiende aprobada.
En cuanto a su funci¨®n de "representaci¨®n territorial", en las dos c¨¢maras se elige por circunscripci¨®n provincial y los parlamentarios (los designados tambi¨¦n) se organizan en grupos partidistas, por lo que el Senado no a?ade nada especial a favor de los intereses auton¨®micos, que ya se defienden en el Congreso. Para Blanco, la democracia espa?ola "es un sistema de facto monocameral".
Gerardo Ruiz-Rico, catedr¨¢tico de la Universidad de Ja¨¦n y expresidente de la Asociaci¨®n de Constitucionalistas, reconoce la situaci¨®n. "Los constitucionalistas no vivimos en una urna de cristal, hay una cultura pol¨ªtica que est¨¢ poniendo en cuesti¨®n la existencia misma del Senado". ?l quiere dejar claro que no es plato de gusto: "Si va a seguir as¨ª y no vamos a reformarlo, tiene l¨®gica cerrarlo. Pero lo digo con esa condici¨®n, forzado por el incumplimiento de las expectativas constitucionales".
Para dar la puntilla a las funciones del Senado, el Tribunal Constitucional ha sentenciado que la C¨¢mara alta no puede aprobar ni rechazar leyes, sino solo introducir enmiendas. Y tampoco puede meter morcillas en cualquier ley si no tienen que ver con el objeto de la misma. El Senado tiene hoy las competencias legislativas de una comisi¨®n del Congreso.
Un mito que conviene sacar de este debate es que los senadores no se ganen el sueldo. El Senado hace lo mismo que el Congreso, con 90 esca?os menos e infinitamente menos medios. El porcentaje de in¨²tiles es igual en las dos C¨¢maras. Pol¨ªticos muy valiosos pasan horas preparando discursos, noches revisando enmiendas. Sobran ejemplos de moderaci¨®n y capacidad de acuerdo. Pero no tienen la ¨²ltima palabra en nada, y por tanto lo que decidan da igual. "Con la cantidad de horas que te pasas releyendo las leyes, luego se te queda cara de tonto", reconoce Joan Josep Nuet, el ¨²ltimo senador que tuvo IU y hoy candidato al Congreso por Barcelona.
A pesar de que el debate est¨¢ ah¨ª, los partidos vuelven a proponer la reforma del Senado en sus programas y declarar¨¢n cuando se les pregunte que est¨¢n preparados para el acuerdo en cualquier momento. En estas elecciones, IU federal habla de "reforma radical". Solo dos partidos no llevan la reforma en sus programas. ERC plantea abiertamente la supresi¨®n del Senado. En el programa del PP, partido que s¨ª o s¨ª ser¨¢ mayoritario en la C¨¢mara alta, ni se menciona.
?Qu¨¦ probabilidades hay de reformarlo? Los problemas son, primero, que el Congreso tendr¨ªa que renunciar a parte de sus poderes. Un Congreso que ya cede poder hacia arriba, a la Uni¨®n Europea, y hacia abajo, a las comunidades aut¨®nomas. Segundo, que el PP admita un cambio en la forma de elegir, sujeta a la provincia, que le favorece enormemente (hasta el punto de que ha tenido mayor¨ªa durante las dos legislaturas de Zapatero). Tercero, que los nacionalistas admitan que en un Senado de tipo federal todos los territorios deber¨ªan ser iguales. La reforma del Senado est¨¢ ¨ªntimamente ligada al cierre del mapa territorial de Espa?a, que es la madre del cordero de la pol¨ªtica espa?ola, y eso tambi¨¦n explica por qu¨¦ ha sido imposible de pactar en 30 a?os.
Tampoco es f¨¢cil suprimirlo, porque los dos grandes partidos tendr¨ªan que renunciar a una importante v¨ªa de financiaci¨®n indirecta. Partido Popular y PSOE tienen m¨¢s de cien sueldos cada uno en esa C¨¢mara. Un puesto en el Senado no se le ofrece a cualquiera. Si uno repasa los senadores, se dar¨¢ cuenta de que hay muchos l¨ªderes o secretarios regionales, personajes de aparato duro. De esa forma, viajan a Madrid con cargo a la C¨¢mara, cobran un sueldo (que ronda los 5.000 euros al mes) y, dada la poca presi¨®n que hay sobre el Senado, se pueden dedicar a labores de partido sin costarle nada a la organizaci¨®n. En el caso de algunos partidos, como el PSOE, los senadores aportan parte de su sueldo a la tesorer¨ªa.
Para Roberto Blanco est¨¢ claro que "es una forma de reparto de juego entre los partidos". "No lo van a tocar y no lo va a suprimir, salvo que la situaci¨®n econ¨®mica sea de tal gravedad que haya que ahorrar hasta en eso"
Y los ciudadanos lo ven. "Yo escrib¨ª que el debate de la reforma del Senado corr¨ªa peligro de italianizarse, y es lo que ha sucedido", afirma Juan Fernando L¨®pez Aguilar, exministro de Justicia y catedr¨¢tico de Derecho Constitucional. En Italia, "las instituciones degeneraban en un debate interminable sobre su reforma y nunca se reformaban, hasta que se desprestigiaban, e Italia cay¨® en un cinismo pol¨ªtico y una desafecci¨®n de la democracia que nos produjo pavor en los ochenta".
L¨®pez Aguilar advierte contra los que "dicen que sobran pol¨ªticos y hay que empezar a cerrar instituciones como si fueran chiriguitos". Afirma que "echar¨ªamos de menos un Senado", porque Espa?a es un Estado federal. "Soy consciente de las cr¨ªticas, participo de muchas, pero no me resigno". El exministro ve hoy ese riesgo de italianizaci¨®n, que define como "el desprecio de la gente hacia las instituciones".
La carencia de sentido del Senado espa?ol no es algo sobrevenido. Los constituyentes lo dise?aron as¨ª a prop¨®sito para que la C¨¢mara, entonces reducto del franquismo, no molestara en las importantes reformas que necesitaba implementar Espa?a en aquel momento. Hoy se puede decir que hicieron un trabajo impecable. En tres d¨¦cadas de democracia, el Senado, tal como le pide la Constituci¨®n, no ha sido una molestia para nadie. Excepto para los ciudadanos.
Quemados con el caf¨¦ de Jefferson
Habr¨ªa que determinar para qu¨¦ sirve un Senado. En tiempos recientes, cuando el entonces senador Manuel Fraga ten¨ªa que explicar por qu¨¦ debe existir un Senado, tiraba de una an¨¦cdota de los padres de la Constituci¨®n de Estados Unidos. Durante la Convenci¨®n de Filadelfia de 1787, George Washington, al igual que Thomas Jefferson, defend¨ªa que hubiera una sola C¨¢mara: "Si hay dos, o dicen lo mismo o dicen lo contrario, y las dos cosas son contradictorias con el buen funcionamiento del Estado". Irrefutable. Si las dos c¨¢maras opinan igual, la segunda es innecesaria. Y si opinan distinto, el sistema se paraliza.
En un receso de las sesiones, fueron a tomar un caf¨¦. Washington no se lo pod¨ªa beber porque se lo pusieron hirviendo. Entonces le pidi¨® otra taza al camarero para echarlo dentro y que perdiera temperatura. "Para esto sirve el Senado", dijo entonces Washington.
La versi¨®n oficial de esta an¨¦cdota que se encuentra en la web del Senado de EE UU no es exactamente as¨ª, pero la de Fraga tiene m¨¢s gracia.
En esencia, lo que concluy¨® Washington fue que la segunda c¨¢mara servir¨ªa para enfriar las leyes. Darles una segunda lectura, buscar un segundo acuerdo, en definitiva, echarlas en otra taza, para bajar la temperatura y hacerlas m¨¢s f¨¢ciles de tomar.
La met¨¢fora de los padres fundadores vale tambi¨¦n para decir que, a falta de esta segunda taza, en Espa?a los proyectos de ley que empiezan abrasando, terminan abrasando. Ha ocurrido con una ley del aborto o con un Estatuto de Catalu?a. Las leyes salen hirviendo del Congreso, los partidos pol¨ªticos se saltan el Senado y llegan hirviendo al BOE. Y los ciudadanos se queman cuando se las hacen tomar.
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