Campa?a
Cuando la campa?a electoral ya ha cruzado su paso del ecuador no parece que haya contribuido a cambiar la previsi¨®n de una abultada mayor¨ªa absoluta del PP, una estrepitosa derrota del PSOE y un sensible ascenso de las candidaturas menores, lo que de confirmarse determinar¨ªa la ruptura del bipartidismo actual para inclinar el sistema hacia un nuevo r¨¦gimen de partido dominante. ?A qu¨¦ atribuir esta congelaci¨®n de las posiciones de salida, tal como fueron estimadas por la encuesta del CIS? ?Es que acaso las campa?as no importan, ya que no parecen capaces de alterar el previsible resultado electoral?
Si as¨ª fuera, una posible explicaci¨®n de esta p¨¦rdida de eficacia de la campa?a electoral para modificar las intenciones de voto podr¨ªa residir en la particular coyuntura internacional en la que se viene desarrollando, sometida como est¨¢ a un impresionante clima de alarmismo mundial ante el creciente riesgo de estallido de la eurozona a causa de la crisis de la deuda soberana que ha precipitado la s¨²bita ca¨ªda de los Gobiernos griego e italiano, sustituidos in extremis sin elecciones. Y ante tal estado de excepci¨®n creado por la crisis global, ?a qui¨¦n puede importarle nuestra ramplona campa?a electoral?
?Continuar¨¢ Rajoy manteniendo su falta de transparencia cuando gobierne tras el 20-N?
Este contraste entre el angustioso dramatismo de la coyuntura europea y la aparente inutilidad de la campa?a espa?ola resulta determinante en un doble sentido. Ante todo en t¨¦rminos narrativos, pues en comparaci¨®n con el contexto exterior la competici¨®n espa?ola parece todav¨ªa m¨¢s incre¨ªble y ficticia de lo que resulta habitual en toda campa?a propagand¨ªstica. Digamos que ante la urgente gravedad de la crisis nuestros comicios parecen algo en buena medida irreal. Y esta p¨¦rdida del sentido de la realidad est¨¢ duplicada por una mucho m¨¢s importante p¨¦rdida del sentido democr¨¢tico que deber¨ªan tener unas elecciones generales. Pues dado el estado actual del tablero europeo, tampoco importa demasiado que ganen Rajoy o Rubalcaba, o que lo haga por mayor¨ªa simple o absoluta, pues quien seguir¨¢ ejerciendo el poder real no ser¨¢ Madrid, ni siquiera el eje Par¨ªs-Berl¨ªn, sino el Banco Central con sede en Fr¨¢ncfort. De ah¨ª la gran pregunta: ?mayor¨ªa absoluta para qu¨¦, si en todo caso Rajoy habr¨¢ de obedecer a Merkel?
Esta sensaci¨®n de impotencia relativa es la que pareci¨® atenazar al pasivo e impasible Mariano Rajoy que pudimos contemplar en el debate de la Academia de Televisi¨®n, sin duda el ¨²nico episodio significativo de esta, por lo dem¨¢s, irrelevante campa?a electoral. Soy de los que creen que el debate lo gan¨® claramente Rubalcaba, o m¨¢s bien lo perdi¨® un renuente y furtivo Rajoy, que no supo defenderse del vendaval de acusaciones de ocultaci¨®n y opacidad con que le acosaba su competidor. Si los sondeos decretaron la victoria de Rajoy a los puntos fue porque para cocinarlos se aplic¨® el manual del marketing electoral, basado en el dogma de que siempre se impone la imagen de calma y serenidad que aparent¨® Rajoy frente a la crispada tensi¨®n que exhibi¨® Rubalcaba. Pero no hay que olvidar que las campa?as electorales son la continuaci¨®n de la Guerra Civil por medios incruentos, y en toda guerra quien gana es el antagonista m¨¢s combativo. Pues bien, a Rajoy yo le vi rehuir la pelea dej¨¢ndose acorralar por momentos contra las cuerdas. ?A qu¨¦ se debi¨® su falta de combatividad?
Hay varias explicaciones posibles para entender esa t¨¢ctica defensiva, y la m¨¢s evidente es puramente estrat¨¦gica. Rajoy se neg¨® a responder a los ataques para no asustar a las clases medias indecisas que le pueden conceder la mayor¨ªa absoluta, mientras que en cambio Rubalcaba ya ha dejado de pelear por la clase media no alineada y se centra en tratar de retener a sus fieles que desertan en desbandada: de ah¨ª que se lance en tromba al ataque para enardecer y excitar a sus seguidores potencialmente abstencionistas. Una segunda explicaci¨®n es que Rajoy se sienta inseguro ante Rubalcaba por creerse en inferioridad de condiciones dial¨¦cticas (justo al rev¨¦s de lo que le ocurr¨ªa contra Zapatero, al que despreciaba por creerse superior a ¨¦l). Lo cual es frecuente en el timorato Rajoy, que suele rehuir el enfrentamiento verbal con quienes le desaf¨ªan (como Esperanza Aguirre). Ya veremos c¨®mo reacciona cuando tenga que enfrentarse a Sarkozy y Merkel.
Pero hay otra explicaci¨®n m¨¢s ominosa, y es que Rajoy rehuy¨® la pelea porque tiene demasiado que ocultar. En efecto, su principal estrategia es la ocultaci¨®n, la opacidad, la falta de transparencia. Por eso mantiene un programa oculto y por eso se niega a dar ruedas de prensa. De ah¨ª que en el debate rehuyese responder a Rubalcaba que le acusaba de opacidad, sin advertir que quien calla otorga. ?Continuar¨¢ manteniendo su falta de transparencia cuando gobierne tras el 20-N?
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