Una dimisi¨®n tard¨ªa
Hubiera debido ser un d¨ªa de fiesta: con el tiempo que hace que Italia y otros en Europa esperaban la partida de Silvio Berlusconi, este acontecimiento hubiera debido dar lugar a manifestaciones jubilosas. Si no ha sido as¨ª, ha sido por una buena raz¨®n: la renuncia ha llegado en un contexto particularmente grave. El destino del euro, el de la eurozona e incluso la misma construcci¨®n europea depend¨ªan de un dirigente pol¨ªtico caricaturesco hasta el punto de supeditar el inter¨¦s de su pa¨ªs, y el nuestro, a su propia voluntad. En efecto, Italia, tercera econom¨ªa de la Uni¨®n Europea y octava del mundo, es hoy la ¨²ltima muralla: si la brecha no es taponada, ser¨¢ un desastre para toda la eurozona.
No se puede separar la dominaci¨®n ejercida por Berlusconi de la debilidad intr¨ªnseca de la izquierda
Berlusconi deja el poder tras haber dominado la escena pol¨ªtica italiana durante 17 a?os. Al principio, pasaba por un renovador. Su primera victoria, en 1994, vino de la mano de una doble promesa: la modernizaci¨®n, en un sentido liberal, de la econom¨ªa italiana, a¨²n marcada por un excesivo peso de la burocracia, y la reorganizaci¨®n de la vida p¨²blica, en un sentido bipolar: tras la reagrupaci¨®n de la derecha y la izquierda, ambas se alternar¨ªan en el poder. En realidad, la econom¨ªa apenas se ha modernizado: el ritmo de crecimiento de Italia durante todo el periodo berlusconiano se ha caracterizado por su debilidad; y, sobre todo, Berlusconi no tard¨® en revelarse como un millonario m¨¢s preocupado por sus propios negocios -que, en efecto, ha hecho fructificar considerablemente- que por el inter¨¦s general. Berlusconi elev¨® el conflicto de intereses a la categor¨ªa de principio de gobierno. Su feudo ha sido siempre los medios de comunicaci¨®n, que en unos casos controlaba a trav¨¦s de sus intereses privados y, en otros, a trav¨¦s del poder pol¨ªtico. En cuanto a la vida p¨²blica, Berlusconi solo ha tomado de los otros sistemas, y especialmente del franc¨¦s -los italianos siempre se han sentido atra¨ªdos por el modelo de la Quinta Rep¨²blica Francesa-, la personalizaci¨®n excesiva y los peores defectos del presidencialismo, que hacen de un hombre el alfa y omega de la vida pol¨ªtica.
El ¨²nico que lo ha elogiado ha sido, y esto es caracter¨ªstico, Vlad¨ªmir Putin. De hecho, el mandatario ruso es su socio en distintos negocios: Berlusconi confund¨ªa tambi¨¦n la diplomacia italiana con sus intereses de hombre de negocios deseoso de establecer v¨ªnculos privilegiados con los amigos de Putin. No hay m¨¢s que recordar las revelaciones de Wikileaks para calibrar la amplitud de este fen¨®meno.
Sin embargo, hay un punto en el cual Berlusconi aport¨® algo a su pa¨ªs: se trata, parad¨®jicamente, de su alianza con la Liga Norte. Este partido populista y xen¨®fobo, dirigido por Umberto Bossi, preconiza el federalismo para poder abstraerse, en nombre de la riqueza de las provincias del norte, que no quieren ayudar a las del sur, de cualquier perecuaci¨®n nacional. Ahora bien, el hecho de que, cuando estaba en la cima de su poder, Berlusconi lograse controlar a la Liga Norte le evit¨® a Italia una importante crisis alrededor de su unidad. De hecho, hay motivos para temer que, una vez la Liga haya salido de su alianza con el centro derecha, vuelva a surgir la cuesti¨®n de la unidad nacional.
Por dos veces, Berlusconi cay¨® bajo la presi¨®n combinada del presidente de la Rep¨²blica Scalfaro y los jueces, que incluso lo condenaron a prisi¨®n por m¨²ltiples operaciones fraudulentas. Las dos veces supo recuperarse y volvi¨® con m¨¢s fuerza, porque la izquierda, que lo sucedi¨®, se mostr¨® incapaz de preservar su propia unidad. As¨ª, la actual legislatura naci¨® de la fragmentaci¨®n de la coalici¨®n que Romano Prodi forj¨® en torno a su persona. Sin embargo, ?qui¨¦n no ve que una gesti¨®n de Romano Prodi hubiera evitado que Italia, y nosotros mismos, nos hundi¨¦ramos en el desorden econ¨®mico y monetario actual? Fue, no obstante, la propia izquierda la que debilit¨® a Prodi hasta el punto de obligarle a partir. Por tanto, no se puede separar la dominaci¨®n que ha ejercido Berlusconi sobre la vida p¨²blica italiana de la debilidad intr¨ªnseca de la izquierda, que ha sido incapaz de unirse de forma duradera en nombre de los intereses superiores del pa¨ªs y, como vemos hoy, de Europa.
En este trance tan delicado, hay que aplaudir el papel del presidente de la Rep¨²blica Italiana. Este antiguo dirigente del Partido Comunista, convertido adem¨¢s en el s¨ªmbolo de la unidad italiana, ha tenido el valor y la inteligencia de empujar a Berlusconi a la dimisi¨®n. Una dimisi¨®n tard¨ªa pero muy necesaria, pues la cuenta atr¨¢s que nos separa del hundimiento de la eurozona ya ha comenzado.
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