Censura en Twitter
La red social y el PP deber¨ªan explicar por qu¨¦ se clausur¨® una cuenta que parodiaba al partido
En el caso de la cancelaci¨®n de una cuenta en Twitter que hac¨ªa una parodia, con malicia pero sin injuriar, de los mensajes de Mariano Rajoy, tanto el PP como la red social deber¨ªan dar una explicaci¨®n. El primero por comunicar su existencia a la empresa albergante y Twitter por proceder a su cierre.
La parodia, cuando no conduce a la confusi¨®n con la obra o sujeto parodiado, est¨¢ protegida por las leyes espa?olas. Y no parece que esta cuenta infringiera las condiciones de uso de la red social, ya que era visible su intenci¨®n jocosa y nadie pod¨ªa creer que su autor¨ªa tuviera la m¨¢s leve cercan¨ªa con el pol¨ªtico popular. Entonces, ?por qu¨¦ Twitter la clausura? Las empresas de las redes sociales imponen su propia ley en sus territorios virtuales por encima de las leyes de las naciones. Ah¨ª est¨¢ el caso reciente, tan rid¨ªculo como lamentable, de Facebook suprimiendo la cuenta de uno de sus miembros porque hab¨ªa publicado una imagen de El origen del mundo, de Courbet. Faceboook directamente la consider¨® pornograf¨ªa. Tanto este caso como el de Twitter entran en el penoso cap¨ªtulo de la censura.
Tampoco es comprensible que el PP reaccionara en este caso, provocando la censura de la cuenta, cuando existen otras sobre otros pol¨ªticos del partido que sobreviven sin problemas en la misma red social. Desde luego, quien tom¨® la iniciativa de denunciar ante Twitter esta cuenta debe estar arrepinti¨¦ndose de haberlo hecho. La notoriedad que alcanz¨® fue muy superior a la que ten¨ªa antes de su clausura y los mensajes que hab¨ªa emitido para diversi¨®n de unos cuantos se replicaron en la red alcanzando una visibilidad que nunca hubieran tenido sin la ayuda involuntaria del PP y de Twitter.
El mismo d¨ªa del cierre se crearon decenas de clones de la cuenta censurada y muchos internautas advirtieron la existencia de una cuenta que desconoc¨ªan. Pero ya no se trataba ¨²nicamente de una colecci¨®n de sarcasmos ingeniosos. Ya era una bandera de la libertad de expresi¨®n. Si alguien, tremendamente equivocado, consideraba injuriosa la citada cuenta deb¨ªa haber acudido a la justicia espa?ola, y no al expeditivo tr¨¢mite de que la empresa que la hospedaba la cerrara, sin otro procedimiento que su propia evaluaci¨®n de que infring¨ªa las condiciones de uso. Este episodio no tiene otro nombre m¨¢s que el de censura.
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