?l era aquel
He escuchado a gente inteligent¨ªsima sostener que si a Lorca no lo hubieran asesinado, habr¨ªa terminado de letrista de Roc¨ªo Jurado. Es muy probable en este pa¨ªs que si no mata o exilia a sus grandes talentos, los condena a una supervivencia precaria. Pero jam¨¢s considerar¨ªa una derrota ser letrista de la Jurado, una mujer por la que sent¨ª siempre una admiraci¨®n explicable, como la que hoy puedo sentir por Beyonce pese a ser zumo de un sector industrial m¨¢s bien grimoso. En los ¨²ltimos d¨ªas hemos asistido a cierta racaner¨ªa medi¨¢tica con respecto a la concesi¨®n del Grammy de honor al compositor Manuel Alejandro. No ha tenido, desde luego, la repercusi¨®n de otras distinciones musicales, quiz¨¢ por ese estigma paleto que acompa?a precisamente a quien os¨® ser letrista de la Jurado.
Cuando todos nos miran, siempre andamos emocionados con la Sexta de Mahler. Pero cuando nadie nos ve, en ese rinc¨®n ignoto de nuestra memoria sensorial, donde se confunde lo hortera y lo necesario, lo fundamental y lo culpable, nos conmociona siempre Lo siento mi amor, con esa Roc¨ªo Jurado entregada a la sinceridad rota con la sutileza de una apisonadora industrial, lanzando el grito entre l¨¦sbico y liberador de decirle en voz alta a la pareja legal que ahora tu cara y tu pecho y tus manos parecen escarcha. Y no se quedaban a la zaga sus relatos cantados en Se?ora, Mi bruto bello o Si amanece, narrativas imprescindibles para entender un pa¨ªs que se sacud¨ªa la dictadura sexual de las sacrist¨ªas.
Pero por si esto fuera poco, Manuel Alejandro, a veces con la complicidad de su esposa, que firmaba con el cult¨ªsimo seud¨®nimo de Ana Magdalena, compuso en su sastrer¨ªa musical los mejores trajes para Raphael o Julio Iglesias. Capaz de escribir Yo soy aquel, Como yo te amo, Lo mejor de tu vida o Soy rebelde para Jeannette, bastar¨ªa su Procuro olvidarte para elevar lo vulgar de un hit a la categor¨ªa de bella arte. Y puede que exista una verg¨¹enza irreprimible en reconocer c¨®mo esos himnos han conformado lo que somos, nos guste o no, pero de ah¨ª a no poner la columna a los pies de Manuel Alejandro va un abismo de ingratitud.
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