Con permiso de los mercados
Hay que remontarse a 1982 para encontrar encuestas tan decantadas a favor de uno de los candidatos. Espa?a sal¨ªa del trauma de un golpe de Estado y el partido gobernante hab¨ªa saltado en pedazos. Felipe Gonz¨¢lez fue capaz de crear una esperanza colectiva en torno a un proyecto modernizador con tintes regeneracionistas. Tambi¨¦n entonces la oposici¨®n apelaba al lema del cambio. Rajoy se impone hoy en los sondeos con similar contundencia, pero la ilusi¨®n que genera m¨¢s all¨¢ de la familia nada tiene de inenarrable. Al inicio de la campa?a solo inspiraba confianza a un escaso 30% de los electores aunque m¨¢s de un 45% se mostrara dispuesto a votarle.
Ha sido una campa?a extenuante de casi cuatro meses, que se abri¨® de hecho el 29 de julio tras el anuncio de Zapatero de que las elecciones iban a celebrarse el 20 de noviembre. Desde entonces no ha cesado el aluvi¨®n de noticias cada vez peores que nos han metido de lleno en zona de rescate, con lo que eso significar¨ªa de sometimiento a una suerte de protectorado econ¨®mico eurogerm¨¢nico de cuyos efectos nos ilustran suficientemente Grecia y Portugal.
La mayor¨ªa cree que el Gobierno ha fracasado, pero la alternativa suscita no pocos temores
Los estudios sociol¨®gicos muestran un des¨¢nimo colectivo ante el futuro. La mayor¨ªa considera que el Gobierno ha fracasado, pero la alternativa despierta no pocos temores. Y bajo este estado de depresi¨®n se ha desarrollado una campa?a insoportablemente larga en la que Rajoy ha pedido un acto de fe de los espa?oles porque ellos ya superaron la ruina heredada en 1996 y volver¨¢n a hacerlo ahora. Un voto masivo a su proyecto ser¨ªa la mejor credencial para recuperar la credibilidad de Europa. A juzgar por lo ocurrido con la prima de riesgo esta semana, cuando todo el mundo da por descontada la victoria de Rajoy, no parece que haya sido un argumento lo bastante convincente para tranquilizar a los mercados.
Su recetario pasa por una dieta radical de adelgazamiento, con un men¨² cuyos detalles no termina de concretar. Hacer un presupuesto que cumpla el objetivo de d¨¦ficit del 4,4% para el a?o pr¨®ximo es, a su juicio, la condici¨®n inexcusable para que Espa?a recobre el cr¨¦dito de los inversores y para ello se dispone a hacer recortes en todo, "salvo en pensiones". A lo mejor necesita enviar tambi¨¦n alguna se?al que abra expectativas de crecimiento, porque si no los prestatarios seguir¨¢n dudando de nuestra solvencia para pagar las deudas.
Rubalcaba, que empez¨® con una estrategia de perfil bajo, ha terminado convirti¨¦ndose en el candidato correcaminos a la b¨²squeda de votantes socialistas indecisos, aquellos que pueden marcar la distancia entre la cat¨¢strofe electoral y la derrota digna, que no dulce. Primero tuvo que marcar distancias con la estrategia anticrisis seguida por Zapatero cuando ¨¦l era vicepresidente del Gobierno, un reproche que Rajoy ha explotado hasta la caricatura con aquel Rodr¨ªguez-Rubalcaba del debate.
En esa l¨ªnea de correcci¨®n estrat¨¦gica se inscriben sus demandas a Europa (m¨¢s tiempo para reducir el d¨¦ficit, un papel m¨¢s decidido del BCE en defensa de las deudas soberanas en euros, un plan Marshall del Banco Europeo de Inversiones), sus propuestas de subir impuestos (grandes fortunas, tabaco, alcohol) y una m¨¢s activa intervenci¨®n p¨²blica para crear empleo (cero cotizaciones sociales para los nuevos puestos de trabajo).
Pero su dedicaci¨®n principal ha sido desvelar el programa oculto de Rajoy y advertir de los recortes que proyecta en derechos sociales: sanidad, educaci¨®n, dependencia, seguro de desempleo. Y a medida que la campa?a entraba en su recta final hac¨ªa m¨¢s apremiante su llamamiento al voto ¨²til, con el argumento de que solo los esca?os socialistas podr¨¢n oponerse con eficacia a los planes del PP, que a su juicio dejar¨¢n a la intemperie a los m¨¢s desamparados. Frente a la voz de los mercados, que Rajoy traduce en nuevos y m¨¢s dolorosos ajustes, Rubalcaba reivindica para s¨ª la supremac¨ªa de la pol¨ªtica.
Hasta aqu¨ª los discursos. Tal vez demasiados. La palabra pasa ahora a los ciudadanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.