"Ser¨¢s mi puta"
Una esclava sexual de Gadafi cuenta su calvario en el har¨¦n del coronel
Tiene 22 a?os, es bella como un sol y est¨¢ destrozada. A veces, se r¨ªe durante unos segundos, y entonces un destello infantil ilumina un rostro ara?ado por la vida. "?Cu¨¢ntos a?os me echa?", pregunta, quit¨¢ndose las gafas de sol. Espera un momento, esboza una leve sonrisa y murmura: "Yo me siento como si tuviera 40". Y le parecen muchos.
Aparta la mirada y se cubre la parte inferior del rostro con el velo negro; unas l¨¢grimas asoman a sus ojos oscuros. "Muamar el Gadafi me ha destrozado la vida". Quiere contarlo todo. Piensa que es peligroso, pero acepta dar su testimonio durante un encuentro de varias horas en un hotel de Tr¨ªpoli . Sabe que est¨¢ confusa, que no encontrar¨¢ palabras para describir el universo de perversi¨®n y locura en el que la precipitaron.
El Gu¨ªa de Libia ten¨ªa una veintena de chicas a su disposici¨®n, adem¨¢s de compa?eros sexuales masculinos, seg¨²n Safia
Pero necesita hablar. Sus recuerdos constituyen una carga demasiado pesada. "Manchas", dice ella, que le provocan pesadillas. "Por mucho que lo cuente, nadie sabr¨¢ nunca de d¨®nde vengo ni lo que he pasado. Nadie puede imaginarlo. Nadie". Sacude la cabeza con un aire de desesperaci¨®n. "Cuando vi el cad¨¢ver de Gadafi expuesto ante la muchedumbre, experiment¨¦ un breve momento de placer. Luego sent¨ª un gusto amargo en la boca". Ella hubiera querido que Gadafi sobreviviese, que hubiera sido capturado y juzgado por un tribunal internacional. Durante todos estos meses no pensaba en otra cosa. "Me preparaba para enfrentarme a ¨¦l, para preguntarle, mir¨¢ndolo a los ojos: '?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦ me hiciste eso? ?Por qu¨¦ me violaste? ?Por qu¨¦ me golpeaste, drogaste e insultaste? ?Por qu¨¦ me ense?aste a beber y a fumar? ?Por qu¨¦ me robaste mi vida?".
Cuando su familia, originaria del este del pa¨ªs, se traslada a Sirte, la ciudad natal del coronel Gadafi, ella tiene cinco a?os. En 2004, cuando la eligen entre las alumnas del instituto para entregar un ramo de flores al Gu¨ªa durante una visita al centro escolar, ella tiene 15 a?os. "Era un gran honor. Yo lo llamaba 'pap¨¢ Muamar' y se me pon¨ªa la carne de gallina". El coronel le apoya una mano en el hombro y le acaricia el cabello lentamente. Es una se?al para sus guardaespaldas que significa: "A esta la quiero". Ella lo sabr¨¢ m¨¢s tarde.
Al d¨ªa siguiente, tres mujeres uniformadas al servicio del dictador -Salma, Mabrouka y Feiza- se presentan en el sal¨®n de belleza que regenta su madre. "Muamar quiere verte. Desea darte unos regalos". La adolescente -llam¨¦mosla Safia- las acompa?a de buen grado. "?C¨®mo sospechar? Era el h¨¦roe, el pr¨ªncipe de Sirte".
La conducen al desierto, donde la caravana del coronel, de 62 a?os, se ha instalado para una cacer¨ªa. La recibe enseguida, hier¨¢tico, con ojos penetrantes. La interroga sobre su familia, sobre los or¨ªgenes de su padre, de su madre, sobre sus medios econ¨®micos. Despu¨¦s, le pide fr¨ªamente que se quede a vivir con ¨¦l. La joven est¨¢ desconcertada. "Tendr¨¢s todo lo que quieras: casas, coches...". Ella se asusta, sacude la cabeza, dice amar a su familia y querer estudiar. "Yo me ocupar¨¦ de todo", responde ¨¦l. "Conmigo estar¨¢s a salvo. Te aseguro que tu padre lo comprender¨¢". Y llama a Mabrouka para que se ocupe de la adolescente.
Durante las horas que siguen, Safia, aterrada, ve c¨®mo le adjudican un lote de lencer¨ªa y ropa sexi. Le ense?an a bailar y a desvestirse al son de la m¨²sica, as¨ª como "otros deberes". Ella solloza y pide que la lleven a casa de sus padres. Mabrouka sonr¨ªe. El regreso a una vida normal no forma parte de sus opciones.
Durante las tres primeras noches, Safia baila sola ante Gadafi. ?l escucha una casete de un m¨²sico "al que m¨¢s tarde mandar¨¢ matar". La mira, pero no la toca. Simplemente, dice: "Ser¨¢s mi puta". La caravana vuelve a Sirte con Safia en el equipaje.
La noche del regreso, ya en palacio, la viola. Ella se resiste. ?l le da de palos y le tira del pelo. Ella intenta huir. Mabrouka y Salma intervienen y la golpean. "Continu¨® durante d¨ªas. Me convert¨ª en su esclava sexual. Me viol¨® durante cinco a?os".
Muy pronto se encuentra en Tr¨ªpoli, en la guarida de Bab el Azizia, un complejo ultraprotegido por tres recintos de murallas en el que viven, en diversos edificios, el amo y se?or de Libia, su familia, sus colaboradores y sus tropas de ¨¦lite. Al principio, Safia comparte una peque?a habitaci¨®n en la residencia del amo con otra joven de Bengasi, tambi¨¦n raptada, pero que un d¨ªa conseguir¨¢ huir. En la misma planta, en unos cuartos min¨²sculos, hay permanentemente una veintena de muchachas, la mayor¨ªa de entre 18 y 19 a?os, en general reclutadas por las tres emisarias. Estas tres mujeres, brutales, omnipresentes, regentan una especie de har¨¦n, en el que las chicas, camufladas como guardaespaldas, est¨¢n a disposici¨®n del coronel. La mayor¨ªa solo se queda algunos meses, antes de desaparecer, una vez que el amo se cansa de ellas.
Safia sabe que es la m¨¢s joven y se pasa el tiempo viendo la televisi¨®n en su cuarto. Le niegan l¨¢piz y cuaderno. Consume las horas delante del espejo, hablando sola en voz alta y llorando. Debe estar siempre preparada, por si la llama el coronel; d¨ªa y noche. Las dependencias de Gadafi est¨¢n en el piso superior. Al principio, la llama constantemente. Luego, la relega en favor de otras, escogidas entre las amazonas, que a veces consienten -algunas dicen "entregarse al Gu¨ªa"-, pero en su mayor¨ªa forzadas. El coronel sigue reclam¨¢ndola al menos dos o tres veces por semana. Siempre violento, s¨¢dico. Safia tiene moratones, mordeduras y el pecho desgarrado. Sufre hemorragias. Gala, una enfermera ucrania, es su "¨²nica amiga". Cada semana practica extracciones de sangre a las j¨®venes.
Regularmente, se celebran fiestas con modelos italianas, belgas y africanas, o con estrellas de esas pel¨ªculas egipcias que aprecian los hijos del coronel y otros dignatarios. Cenas, bailes, m¨²sica, "org¨ªas". En ellas, Gadafi se muestra generoso. Safia recuerda haber visto maletas llenas de euros y d¨®lares. "Se las daba a los extranjeros, nunca a los libios". Seg¨²n ella, el coronel ten¨ªa tambi¨¦n numerosos compa?eros sexuales masculinos.
Su mujer y el resto de la familia, que viven en otros edificios de Bab el Azizia, est¨¢n al tanto de las costumbres del dictador. "Pero sus hijas no quer¨ªan verlo en compa?¨ªa de otras mujeres, as¨ª que se reun¨ªa con ellas el viernes, en su otra residencia, cerca del aeropuerto". En el jacuzzi que tiene en su habitaci¨®n, y desde el que consulta su ordenador, exige juegos y masajes. Obliga a Safia a fumar, a beber whisky Black Label, a esnifar coca¨ªna. Ella la odia. Tiene miedo. La segunda vez sufre "una sobredosis" y termina en el hospital de Bab el Azizia. ?l la consume sin cesar. "Siempre estaba bajo sus efectos y nunca dorm¨ªa".
En junio de 2007 la lleva a un viaje oficial de dos semanas por ?frica. Mal¨ª, Guinea-Conakry, Sierra Leona, Costa de Marfil, Ghana. El coronel le coloca un uniforme caqui y la presenta como guardaespaldas, cosa que no es, pese a que Mabrouka la haya ense?ado a recargar, desmontar, limpiar y utilizar un kal¨¢shnikov. "El uniforme azul estaba reservado para los verdaderos guardias entrenados. En general, el uniforme caqui no era sino puro teatro".
Los padres de Safia no han tardado en conocer el destino de su hija. Su madre ha podido ir a verla una vez a palacio. A veces, Safia puede llamarla por tel¨¦fono, pero siempre bajo escucha. Le han dicho que si sus padres se quejan, los matar¨¢n. El padre est¨¢ tan avergonzado que no quiere saber nada. Sin embargo, es ¨¦l quien organiza la fuga de su hija. Pues, harto de verla deprimida, Gadafi la autoriza tres veces a visitar brevemente a su familia en un coche de palacio. Durante la cuarta visita, en 2009, consigue abandonar la casa disfrazada de anciana y, gracias a un c¨®mplice en el aeropuerto, toma un avi¨®n hacia Francia.
Permanecer¨¢ all¨ª durante un a?o, para luego volver a Libia, donde tendr¨¢ que esconderse, y oponerse a su madre, que quiere casarla enseguida con un viejo primo viudo; m¨¢s tarde huye a T¨²nez y, en abril de 2011, se casa en secreto, con la esperanza de partir con su joven marido hacia Malta o Italia. La guerra los separa. ?l cae gravemente herido. Safia no tendr¨¢ noticias suyas durante meses.
Ahora fuma. Llora a menudo. Se siente "destruida". Quisiera testificar ante un tribunal, pero sabe que, en su pa¨ªs, el oprobio ser¨ªa tal que se convertir¨¢ en una paria. Su vida est¨¢ en peligro. "Gadafi a¨²n tiene partidarios". Ya no sabe ad¨®nde ir.
? Le Monde | Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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