?No quiero ser invisible!
Un consejero de un Gobierno auton¨®mico fue a una inauguraci¨®n y, como suele ocurrir en estos casos, a su llegada se encontr¨® con un grupo de empresarios que le esperaban. Tras salir de su autom¨®vil, los fue saludando uno por uno, al tiempo que cada uno de ellos se presentaba indicando su nombre y el nombre de la empresa a la que representaba.
Al llegar a la ¨²ltima persona del grupo, el consejero le dio la mano y con semblante interrogativo esper¨® a que se presentase. Visiblemente turbada, la persona en cuesti¨®n le dijo: "Consejero, soy su asistente de prensa. Lo acompa?o a los actos este fin de semana".
La an¨¦cdota no tendr¨ªa mayor trascendencia si no fuera por el hecho de que el asistente de prensa no era nuevo: llevaba casi dos a?os trabajando para el consejero.
"Hay que recuperar y multiplicar aquella comunicaci¨®n que reconoce la presencia de los otros: saludar, sonre¨ªr, mirar a los ojos..."
Todos tenemos a nuestro alrededor gente invisible: son personas que est¨¢n all¨ª, que existen, pero que nos pasan totalmente inadvertidas o simplemente ignoramos su presencia.
Son personas con las que no hablamos, con las que no contamos, que no sabr¨ªamos decir si estaban o no estaban en un determinado evento, o que nos olvidamos de citar cuando rememoramos un proyecto, una cena o un encuentro.
Nos ocurre con personas del trabajo, pero tambi¨¦n con amigos, o incluso con la propia familia. Son nuestros invisibles.
Todos tenemos nuestra particular lista, que podr¨ªamos f¨¢cilmente confeccionar si nos paramos a pensar en ello. Y deber¨ªamos hacerlo, tomar consciencia de que la tenemos, por las implicaciones que tiene para las personas que figuran en ella. Tenemos en esta lista y en primer lugar las personas a las que nosotros hemos hecho invisibles. Son personas a las que, muy a su pesar, no prestamos ninguna atenci¨®n. Pasamos por su lado sin saludarlas, no contamos con ellas para nuestros proyectos, no sabemos con exactitud lo que hacen y mucho menos qui¨¦nes son.
convertidos en 'invisibles'
"El peor pecado contra el pr¨®jimo no consiste en odiarle, sino en mirarle con indiferencia"
(George Bernard Shaw)
Ellas no han elegido ser invisibles, pero nuestro comportamiento las hace sentir como tales, y es importante saber que tiene sus consecuencias tanto para la persona como para nuestra relaci¨®n con ella. En el plano personal, la persona invisible puede ver gravemente afectada su autoestima (los invisibles, especialmente en los grupos escolares, lo pasan muy mal). Y a nivel relacional, ignorar a alguien es un mensaje muy claro: no nos importa. Como reza el dicho, la peor ofensa es la ignorancia.
Es cierto que la mayor¨ªa de las veces hacemos a la gente invisible sin darnos cuenta, a menudo simplemente porque obviamos aquella comunicaci¨®n de cortes¨ªa que tiene como misi¨®n reconocer la presencia de los otros; as¨ª, no saludar por la ma?ana, o no decir adi¨®s cuando marchamos por la tarde, contribuye a generar la invisibilidad de la gente que nos rodea. La comunicaci¨®n de cortes¨ªa est¨¢ en horas bajas, y nos la saltamos a menudo, justific¨¢ndolo con las prisas o con la concentraci¨®n en nuestros asuntos, pero el hecho real es que estamos ignorando a personas que tenemos a nuestro alrededor.
Tambi¨¦n es cierto que hay personas que se hacen m¨¢s invisibles que otras a los ojos de los dem¨¢s, porque son discretas, porque no les gusta llamar la atenci¨®n ni aparecer en la foto. Puede ser una actitud absolutamente consciente y deseada, pero puede tambi¨¦n esconder una cierta inseguridad personal o baja autoestima. Si este es el caso, ayudarlas a estar presentes ser¨¢ fundamental. Dirigirse a ellas directamente haci¨¦ndoles ver que han captado nuestra atenci¨®n les ayudar¨¢. Pasar inadvertido a los ojos de los dem¨¢s puede vivirse mal. Al fin y al cabo, como afirmaba Mae West, "es mejor ser examinado que ignorado".
Pero en nuestra lista de invisibles tendremos tambi¨¦n una serie de personas que tienen una habilidad especial para desaparecer en el momento oportuno, para hacerse ellas deliberadamente invisibles. Son esas personas que cuando hay un problema, cuando hay que arrimar el hombro, desaparecen del mapa sin que quede rastro de ellas.
Lo hacen para ahorrarse trabajo o disgustos, desarrollando una habilidad especial para escabullirse de los problemas. Mi generaci¨®n aprendi¨® la t¨¦cnica en la mili, donde lo mejor que pod¨ªa pasarte es que no existieras a los ojos de nadie, especialmente de los mandos.
Son personas capaces de ocupar un lugar de trabajo sin que nadie sepa a ciencia cierta qu¨¦ es lo que hacen, y lo que es todav¨ªa m¨¢s sorprendente: sin que nadie se lo pregunte. Son maestros en el arte de fingir estar ocupados y de eludir las responsabilidades. En todos estos casos, nuestra actuaci¨®n consistir¨¢ en no hacerles el juego, en no ponerles las cosas f¨¢ciles y, por tanto, en resaltar su presencia siempre que sea posible.
Y finalmente hay tambi¨¦n puestos de trabajo tendentes a la invisibilidad. En este caso no son las personas que los ocupan las que se hacen invisibles, sino que por la naturaleza de su tarea tendemos a hacerlas invisibles entre todos. Sugiero al lector que realice una prueba: que vaya a un edificio de oficinas a la hora de entrada o de salida, que se siente en alg¨²n rinc¨®n en el que tenga el conserje a la vista y que observe qu¨¦ porcentaje de los atareados oficinistas que entran o salen y que pasan a un palmo de ¨¦l le dirigen un saludo o simplemente le hacen un m¨ªnimo gesto que confirme que han percibido su presencia.
Tambi¨¦n es destacable c¨®mo se llega a sorprender aquella persona a la que saludamos de forma ostensible y hace horas que nadie lo hace o est¨¢ acostumbrada a que nadie lo haga normalmente. Pruebe a saludar a un guarda de seguridad de unos grandes almacenes: tardar¨¢ en reaccionar por su sorpresa.
Acortando la lista
"Nadie es lo suficientemente peque?o para ser ignorado"
(Henry Miller)
Nadie merece, ni por accidente, nuestra ignorancia, as¨ª que ser¨¢ bueno revisar de vez en cuando la lista e intentar acortarla, que tienda a cero. Porque la gente a la que hacemos invisible lo pasa mal. Y de la que se hace la invisible debemos evitar ser c¨®mplices.
?C¨®mo lo podemos hacer? En primer lugar, recuperando y multiplicando aquella comunicaci¨®n que reconoce la presencia de los otros. No hacen falta grandes conversaciones ni mucho tiempo: sencillamente saludar, sonre¨ªr, mirar a los ojos... y no andar por el mundo ajeno a las personas que nos rodean. Si nos cruzamos por la ma?ana, salud¨¦monos siempre y hag¨¢moslo de forma sincera. Prestemos atenci¨®n a los seres humanos que tenemos a nuestro alrededor. Es sin duda cierto que es m¨¢s f¨¢cil responder a un saludo que hacerlo, as¨ª que este es nuestro reto: llevar la iniciativa.
En este sentido no ayudan los iPods, los m¨®viles o andar por los pasillos leyendo correos. La tecnolog¨ªa, que tanto nos conecta aparentemente, en este aspecto nos est¨¢ aislando.
Hemos de reservarnos el tiempo y la capacidad de atenci¨®n para dar a los dem¨¢s el mensaje "s¨¦ que existes". Hagamos del extendido comportamiento de ignorar a los otros porque tenemos prisa o porque estamos concentrados en lo nuestro la excepci¨®n, no la norma.
Para leer o para ver
1. La pel¨ªcula
- 'Hijos de un dios menor', protagonizada por William Hurt y Marlee Matlin, nos muestra la dolorosa situaci¨®n de una persona sordomuda que vive en el aislamiento propio y la invisibilidad ajena.
2. Libros
- En la memorable novela de John Irwin 'Pr¨ªncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra', llevada a la gran pantalla como 'Las normas de la casa de la sidra', tenemos un impactante ejemplo de la lucha de un colectivo (ni?os hu¨¦rfanos) por hacerse visibles a los ojos de los potenciales padres.
- En la novela de Kazuo Ishiguro 'Los restos del d¨ªa', el autor nos presenta la gran virtud del oficio de mayordomo: resultar invisible en su delicada tarea.
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