El fin del berlusconismo
El Gobierno Monti debe abordar otros problemas, adem¨¢s del de la deuda p¨²blica. Solo cuando el sistema tentacular de ilegalidades haya sido desmantelado, la era pos-Berlusconi habr¨¢ empezado de verdad
Berlusconi ha dimitido, el Gobierno Monti ha tomado su lugar, pero el posberlusconismo a¨²n no ha empezado. Y no parece estar pr¨®ximo siquiera. En efecto, la acumulaci¨®n de poder de la que ha disfrutado Berlusconi, incompatible con los principios elementales de toda democracia liberal, y obviamente en conflicto con la Constituci¨®n italiana nacida de la Resistencia antifascista, se basaba solo parcialmente en su control del Gobierno. Su n¨²cleo duro resid¨ªa (y sigue residiendo) en el dominio monopol¨ªstico (y cada vez m¨¢s orwelliano) del sistema televisivo, en la red de leyes ad personam que le han garantizado impunidad judicial (a pesar de que en los tribunales haya sido declarado culpable de los hechos imputados por lo menos una decena de veces), en la mara?a de poderes subversivos, criminales, corruptos (secciones de los servicios secretos, jueces venales, ejecutivos de grandes grupos paraestatales con gigantescos intereses en el petr¨®leo y en el armamento, c¨ªrculos mafiosos, d¨¦spotas de pa¨ªses extranjeros...) con quienes siempre ha amasado su propio poder patrimonial y pol¨ªtico, construyendo un aut¨¦ntico Estado paralelo privado.
No es casualidad que el ¨²nico ministerio que Berlusconi ha impuesto a Monti es el de Justicia
La continuidad est¨¢ asegurada en el desprecio por el car¨¢cter laico del Estado
Solo cuando este sistema tentacular de ilegalidades (del que las decenas de leyes ad personam forman el escudo "legal") haya sido radicalmente desmantelado, podremos decir que el posberlusconismo ha empezado de verdad, es decir, irreversiblemente. Hasta entonces Berlusconi seguir¨¢ en la vida pol¨ªtica italiana y, bastante m¨¢s all¨¢ de la figura de "convidado de piedra", como c¨¢ncer latente de poderes antidemocr¨¢ticos, capaz en cualquier momento de met¨¢stasis que arrojen de nuevo a Italia al abismo.
No es desde luego una casualidad que el ¨²nico Ministerio en el que Berlusconi ha sido capaz de imponerse a Monti y a Napolitano haya sido el de Justicia: circulaba con insistencia el nombre de una magistrada, Livia Pomodoro, presidenta del tribunal de Mil¨¢n y profesora en la Universidad Cat¨®lica de esta ciudad (no exactamente una bolchevique, por lo tanto). Seguramente hubiera reconducido ese ministerio a la decencia, y acaso hasta convenciendo a los ciudadanos de que el lema que campea en cada aula judicial, "la ley es igual para todos", no es una mofa. Precisamente por eso, Berlusconi ha impuesto su veto. La nueva ministra (por primera vez una mujer), Paola Severino, es la abogada que ha defendido a la crema y nata de las finanzas y del mundo empresarial (y hasta aqu¨ª nada que reprochar, se dir¨¢), pero tambi¨¦n a Giovanni Acampora, una de las pr¨®tesis berlusconianas en la corrupci¨®n judicial con la que Berlusconi consigui¨® arrancar a De Benedetti la propiedad de la mayor empresa editorial italiana, el grupo Mondadori. El art¨ªfice de aquel hurto fue el abogado Previti, brazo derecho de Berlusconi (quien lo nombr¨® ministro de Defensa), y el diario hiperberlusconiano Il Foglio escribe en primera p¨¢gina que fue precisamente en casa de Previti donde Berlusconi conoci¨® a Paola Severino. Compa?¨ªas inquietantes, a decir poco.
La prueba de que el poder de Berlusconi va mucho m¨¢s all¨¢ del mero control del Gobierno nos la proporciona un patinazo repetido pr¨¢cticamente por todo el mundo en los d¨ªas anteriores. Hasta el jefe de la oposici¨®n, Bersani, ha hablado de los "diecisiete a?os de berlusconismo", cuando lo cierto es que en ese largo periodo, el Partito Democr¨¢tico ocup¨® el Gobierno, con Prodi y con D'Alema, ?nada menos que durante siete a?os! El caso es que el poder real, el poder an¨®malo y anticonstitucional, en efecto, siempre ha permanecido en manos de Berlusconi, en forma creciente, hasta transformarse en un aut¨¦ntico "r¨¦gimen autoritario". Por lo tanto, habr¨¢ que ver si el Gobierno Monti tendr¨¢ valor para desmantelar realmente dicho poder, restituyendo a las palabras legalidad e informaci¨®n su significado. Monti no puede invocar excusas: Berlusconi, en efecto, se halla hoy en un momento de m¨¢xima debilidad en el Parlamento. Si impide gobernar a Monti se convocar¨¢n nuevas elecciones, con una prima de riesgo de los bonos de estado italianos frente a los alemanes propio de vigilia de default, y con la certeza de que los electores infligir¨ªan al amigo de Putin (el nuevo zar de Rusia es el ¨²nico gobernante que en todo el mundo defiende a¨²n a Berlusconi) una derrota devastadora.
El gobierno Monti deber¨¢ ser valorado pues por tres factores: la equidad (o el clasismo) al afrontar la crisis econ¨®mico-financiera, el restablecimiento de la legalidad y la destotalitarizaci¨®n del sistema televisivo.
La cuesti¨®n de la legalidad es decisiva, entre otras cosas, para resolver la crisis financiera de la deuda p¨²blica. Hace pocas semanas, los Gobiernos (?de derechas!) alem¨¢n e ingl¨¦s firmaron con Suiza un acuerdo sobre la fuga de capitales de sus respectivos pa¨ªses hacia bancos de los cuatro cantones. El mecanismo funciona de manera que impide a esos ricos ocultos esconderse en nuevos y m¨¢s inaccesibles para¨ªsos (grosso modo: si lo hacen, los bancos revelar¨¢n sus nombres, y la judicatura alemana e inglesa los perseguir¨¢n penalmente). Los bancos har¨¢n pagar a estos clientes una tasa que asciende aproximadamente al 30% y que se endosar¨¢ a los Gobiernos de Merkel y Cameron, quienes se embolsar¨¢n as¨ª 35.000 y 10.000 millones de euros, respectivamente. Los propios banqueros suizos han calculado que con id¨¦ntico acuerdo Italia conseguir¨ªa 30.000 millones. Pero Monti no ha hecho la menor alusi¨®n a esta obvia medida de equidad, ni tampoco a una an¨¢loga tasa exigible a los capitales que han regresado a Italia gracias al "escudo fiscal" que los grav¨® solo al 5%. Y, sin embargo, se trata de privilegios de clase particularmente odiosos, indefendibles, aparte de indecentes violaciones de la legalidad fiscal. Involucran como m¨¢ximo a 200.000 personas, una exigua minor¨ªa: si no se act¨²a en esta cuesti¨®n, las palabras "legalidad" y "equidad", pronunciadas por Monti, no pasar¨¢n de la mera ret¨®rica.
Un aspecto en el que la continuidad entre Monti y Berlusconi est¨¢ pr¨¢cticamente asegurada es, por desgracia, el de la laicidad. Es decir, el desprecio por el car¨¢cter laico del Estado, que se manifiesta en el peso del Vaticano en la vida p¨²blica italiana. Los ministros bendecidos por la Conferencia Episcopal son much¨ªsimos, empezando por el superministro responsable de todas las actividades productivas (telecomunicaciones incluidas), Corrado Passera, a quien el cardenal Bagnasco quiso hace pocas semanas como ponente en un important¨ªsimo convenio de todas las asociaciones cat¨®licas. Por lo dem¨¢s, el rector de la Universidad Cat¨®lica de Mil¨¢n, controlada por el Vaticano, el profesor Ornaghi, deb¨ªa convertirse nada menos que en ministro de Educaci¨®n (?que en otros tiempos se llamaba "Ministerio de Educaci¨®n p¨²blica"!). Ha acabado desviado al Ministerio de Bienes Culturales, porque, por lo menos en esto el PD ha sabido no dar su brazo a torcer. Pero el peso clerical en el Gobierno sigue siendo, en todo caso, fort¨ªsimo (un gran onc¨®logo, famoso en todo el mundo, el profesor Umberto Veronesi, era el candidato m¨¢s acreditado para Sanidad, pero es ateo y favorable a la eutanasia: el veto vaticano fue inmediatamente tenido en cuenta).
Por lo tanto, si Monti se concentra exclusivamente en la deuda p¨²blica, y no resuelve el problema de la multitud de cortesanos (a menudo aut¨¦nticos criminales) con los que Berlusconi ha ocupado todos los ganglios vitales del pa¨ªs, liberando en primer lugar las televisiones (y obligando a pagar a Mediaset las nuevas frecuencias que el Berlusconi primer ministro estaba regalando al Berlusconi empresario), no solo no empezar¨¢ el posberlusconismo, sino que se preparar¨¢ el terreno para un "regreso del caim¨¢n" tr¨¢gico para Italia. Parece dif¨ªcil, con todo, que Monti, Passera (y Napolitano, a quien se debe este Gobierno) renuncien a hacer algo de limpieza: lo pagar¨ªa su cr¨¦dito internacional, adem¨¢s.
Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
Paolo Flores d'Arcais es fil¨®sofo y editor de la revista MicroMega.
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