Madrastra
Durante este fin de semana, el diario franc¨¦s Le Monde ha dedicado un seguimiento preciso a nuestro proceso electoral en un loable intento por comprender nuestro estado de las cosas. Francia tiene una visi¨®n sobre Espa?a tan reductora como la podemos tener nosotros sobre Jap¨®n. All¨ª te preguntan por la movida como t¨² le preguntas a un japon¨¦s por Mishima.
A veces, los lugares comunes terminan por crear una definici¨®n nacional, un poco al estilo de los collares de flores hawaianos. En Le Monde, junto a an¨¢lisis m¨¢s previsibles y superficiales, lat¨ªa una sabia acidez. Espa?a hab¨ªa hecho trampas durante su d¨¦cada de crecimiento econ¨®mico, se hab¨ªa desarrollado de manera desigual y poco inteligente. Una de sus colaboradoras eleg¨ªa el ejemplo del hotel de la playa de El Algarrobico, paralizado en su construcci¨®n por una sentencia de protecci¨®n ambiental, para ejemplificar la voracidad por un crecimiento desmedido y condenado a la ruina.
En los mismos d¨ªas y en el mismo medio, el tenista Yannick Noah se marcaba un art¨ªculo de denuncia contra nuestro deporte ba?ado en una llovizna de insinuaciones, de lectura populista dentro de su propio pa¨ªs. Para ¨¦l, las trampas espa?olas tambi¨¦n se extend¨ªan al deporte. Poco importaba que el propio peri¨®dico acabara de ser condenado por difundir falsas informaciones sobre dopaje espa?ol; si uno pone la oreja en territorio franc¨¦s, ser¨¢ complicado que los ecos de esta sospecha no resuenen, con una mezcla dolorosa de envidia y rencor vecinal.
Ser¨ªa est¨²pido no asumir cierta culpa y seguir jugando a Blancanieves. Hemos cometido errores que ensucian la imagen general, por m¨¢s que nos revolvamos indignados frente a la maledicencia. Ignoran all¨¢ que muchos de los ¨¦xitos deportivos tienen que ver con nuestra obsesi¨®n, casi monotem¨¢tica, que nos ha convertido en una rep¨²blica deportiva. Quiz¨¢ en esta explosi¨®n tambi¨¦n pecamos de excesivos, fabricando una burbuja que no nos deja ver el resto de carencias como pa¨ªs y que nos mantiene a resguardo de lo que los dem¨¢s piensan de nosotros. A la imagen edulcorada que nos devuelve el espejo propio, no est¨¢ de m¨¢s a?adir la mirada de los otros, aunque sea de malvada madrastra eg¨®latra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.