Viaje al pasado

Con sencillez, incluso con un cierto distanciamiento, Madeleine Peyroux supo caldear el ambiente y, poco a poco, meterse al p¨²blico en el bolsillo, cosa sumamente dif¨ªcil con una propuesta como la suya, que encaja mal en un escenario tan grande como el Palau. Madeleine Peyroux es artista de club, mejora en las distancias cortas, pero el ¨¦xito a veces es traicionero y un Palau lleno equivale a cinco actuaciones en Luz de Gas o m¨¢s de 12 en Jamboree, lugares m¨¢s aptos para disfrutar de una m¨²sica que busca ser cercana.

El concierto fue impecable, aunque excesivamente plano. Peyroux posee una voz soberbia, c¨¢lida y matizada, pero afronta todos los temas con una desconcertante igualdad, tanto da que versione a Bob Dylan o a Leonard Cohen (la interpretaci¨®n que hizo de Serge Gainsbourg, mejor olvidarla) como que se trate de un original suyo. Su visi¨®n de todas las partituras es como un viaje al pasado, en cada lectura persiste una sensaci¨®n de d¨¦j¨¤ vu, d¨¦j¨¤ entendu que al final provoca un cierto cansancio. Por suerte, su voz se impone y su dicci¨®n y sus frecuentes inflexiones seducen. Al final se le acaba perdonando todo. Buena parte de la actuaci¨®n gir¨® en torno a los temas de su reciente disco Standing in the rooftop, aunque retom¨® algunos de sus cl¨¢sico para cerrar por todo lo alto el concierto.