Llevamos 18 a?os presos del error
La Uni¨®n Europea lleva 18 a?os perdidos, porque no cuenta con eurobonos, no cuenta con un din¨¢mico mercado ¨²nico de deuda que federe su dispersa potencia inversora, articule su defensa contra las grandes crisis y profundice su capacidad financiera, diversificando las opciones inversoras de los ahorradores y expandiendo el papel internacional del euro como segunda moneda de referencia mundial.
De hecho, la UE ha acudido al endeudamiento ya desde antes de existir como tal, cuando a¨²n era la Comunidad Econ¨®mica Europea: lo hizo para sostener coyunturalmente a pa¨ªses (como Francia en 1983) perjudicados por las turbulencias del Sistema Monetario Europeo, la segunda serpiente monetaria. Incluso ahora, de forma algo rocambolesca, el fondo de rescate o facilidad con base en Luxemburgo, que es una sociedad o veh¨ªculo especial privado de sus socios, los Estados miembros, se endeuda en el mercado para prestar luego esos recursos a los pa¨ªses rescatados.
Los eurobonos para la deuda heredan la idea de Delors para crear las grandes redes
Es verdad que con poca fortuna, porque apenas nadie, ni chinos ni indios, cree en un fondo cuyos patronos rechazan inyectarle m¨¢s dinero propio: el resultado es que sus emisiones de bonos deben aplazarse (como ocurri¨® el pasado d¨ªa 1, cuando opt¨® por retrasar una de solo 3.000 millones) o remunerarse a tipos m¨¢s altos que los de los bonos alemanes. As¨ª, para colocar esa emisi¨®n postergada tuvo que pagar el d¨ªa 7 una prima de riesgo de 177 puntos b¨¢sicos, tres veces largas m¨¢s que en junio: y m¨¢s que Espa?a en su calvario de mayo de 2010, el que le condujo a un plan de austeridad.
Todas estas emisiones se lanzan, sin embargo, en dosis homeop¨¢ticas. Lo que vienen reclamando en Europa los europeos m¨¢s europe¨ªstas al menos desde hace un a?o son emisiones grandes, que supongan sustituir total o parcialmente las emisiones nacionales, mutualizar la deuda, crear un Tesoro ¨²nico que la gestione, para afrontar la debacle de la deuda soberana: junto a la licencia al BCE para que compre bonos perif¨¦ricos a mansalva (que es otra cara de la misma moneda), es el instrumento id¨®neo, definitivo, para cercenarla.
Con un retraso infinito en esta crisis, la panoplia de formatos que ayer ofreci¨® la Comisi¨®n viene a cubrir esta demanda. Con una modalidad u otra, m¨¢s o menos ambici¨®n, antes o despu¨¦s, con Merkel ejerciendo o jubilada, los eurobonos ver¨¢n la luz, si el euro debe seguir existiendo, porque constituyen una herramienta ineludible para la gesti¨®n de la tesorer¨ªa en un ¨¢rea monetaria articulada.
Un hermano peque?o de estos eurobonos son los Project Bonds, presentados por Bruselas y el Banco Europeo de Inversiones hace un mes. Totalizar¨ªan 230 millones de euros que avalados por el presupuesto de la Uni¨®n se transformar¨ªan en 4.500 millones y podr¨ªan levantar inversi¨®n privada para financiar conjuntamente parte de las infraestructuras convenientes (que deber¨ªan aproximarse a ?un bill¨®n de euros!). Se trata de bonos espec¨ªficos para grandes obras, muy usados en EE UU. Son oportunos en Europa porque la financiaci¨®n para esos fines era, sobre todo, bancaria, y se ha secado.
Ese proyecto es una copia en miniatura del propuesto por Jacques Delors en su Libro Blanco Crecimiento, competitividad, empleo en 1993, hace ahora 18 a?os. Los 12 jefes de Gobierno le aplaudieron, pero los ecofines, los ministros de Econom¨ªa y Finanzas, le boicotearon, porque emitir eurobonos para financiar obra p¨²blica les ol¨ªa a keynesiano, qu¨¦ gran y persistente error.
La apuesta era super-ambiciosa. No solo porque supon¨ªa una inversi¨®n p¨²blica comunitaria de 400.000 millones en 20 a?os. Tambi¨¦n porque se destinaba a financiar proyectos de redes transeuropeas de transporte, de energ¨ªa, y, atenci¨®n, de telecomunicaciones: era, en esto, visionaria de la "sociedad de la informaci¨®n" que se avizoraba y que se dej¨® expedita a la competencia de los garajes donde experimentaban los j¨®venes emprendedores norteamericanos.
Y tambi¨¦n era rompedora desde la perspectiva de su mecanismo financiador: cada a?o el presupuesto de la Uni¨®n y el Banco Europeo de Inversiones aportar¨ªan 12.000 millones; y el mercado, a trav¨¦s de una doble emisi¨®n de bonos, los otros 8.000. "Yo les recordaba la teor¨ªa cl¨¢sica de las finanzas p¨²blicas", deletrea Delors en sus M¨¦moires (Plon, 2004), "cuando un proyecto p¨²blico beneficia a las generaciones venideras, es l¨®gico repartir la carga del reembolso del pr¨¦stamo entre la generaci¨®n actual y las venideras". Pero no hubo forma. Y han debido pasar 18 a?os para que Bruselas recupere esa antorcha, si bien esta vez para otro fin, comunitarizar las deudas soberanas. Ojal¨¢ que esta vez no se la apaguen.
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