Libia y la justicia global
Tr¨ªpoli quiere juzgar en su suelo al hijo de Gadafi encausado por la Corte Penal Internacional
Una dictadura perfecta de 42 a?os y una guerra civil han arrasado Libia. La devastaci¨®n acarreada por el siniestro reinado de Muamar el Gadafi en el pa¨ªs norteafricano abarca lo pol¨ªtico, lo econ¨®mico, lo institucional. Entre los atributos del Estado que deber¨¢n ser puestos en pie, en lo que se anticipa como una larga y dolorosa reconstrucci¨®n, figura prioritariamente un sistema legal digno de tal nombre.
Los libios no lo tienen, ser¨ªa imposible en un lugar donde durante casi medio siglo la norma suprema ha sido la voluntad del d¨¦spota y su c¨ªrculo ¨ªntimo. Y sin embargo todo sugiere que, pese a esta carencia fundamental, y contradiciendo declaraciones previas de sus responsables pol¨ªticos provisionales, Tr¨ªpoli se dispone a juzgar en su suelo a Saif el Islam, el hijo de Gadafi recientemente capturado, acusado desde junio por la Corte Penal Internacional (CPI) de cr¨ªmenes contra la humanidad. El fiscal del Tribunal de La Haya, de visita en Tr¨ªpoli, dej¨® ayer abierta esa posibilidad, favorecida por las renovadas presiones de las diferentes fuerzas libias sobre el primer ministro designado, Abdurrahim El-Keib.
Moreno Ocampo ha asegurado que la CPI no pugnar¨¢ por procesar al hijo de Gadafi, siempre y cuando las nuevas autoridades libias puedan hacerlo con las suficientes garant¨ªas. Libia, donde est¨¢ vigente la pena de muerte, no es signataria del tribunal, reconocido por 119 pa¨ªses, que otorga a las justicias nacionales la preferencia en el encausamiento de los dirigentes pol¨ªticos que hayan cometido atrocidades en el ejercicio de su cargo. Sus jueces podr¨ªan a?adir a las acusaciones de cr¨ªmenes contra la humanidad otras de corrupci¨®n, malversaci¨®n de dinero p¨²blico, tortura o asesinato.
Si finalmente no es entregado a La Haya, como ser¨ªa deseable, el proceso de Saif el Islam representar¨¢ para Tr¨ªpoli una prueba de fuego sobre su anunciado respeto por el imperio de la ley. Y no puede convertirse en un acto de venganza. Libia ya ha consumido su cuota de macabros excesos con los cometidos a la ca¨ªda de Sirte con Muamar el Gadafi y sus ¨²ltimos leales. La abierta implicaci¨®n de la Corte Penal Internacional desde este mismo momento, mediante el necesario asesoramiento o, llegado el caso, la presencia de sus propios magistrados en suelo libio, es la mejor manera de asegurar que la justicia prevalece en una causa que puede iluminar decisivamente el tenebroso viaje de un pa¨ªs sojuzgado.
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