"No la mat¨® a ella, nos mat¨® a todos"

"Cobardes, cobardes de mierda, que las matan a traici¨®n. No tienen la dicha de ir a arreglar las cosas. Si quieres algo, p¨ªdelo, pero no te lleves a mi ni?a, que le has robado media vida. Cualquier cosa yo te doy, pero no la acorrales". Ana Garc¨ªa, de 74 a?os, estalla al recordar a su hija. Luc¨ªa Montes muri¨® con 47 a?os, asesinada de 15 pu?aladas por su expareja el 19 de septiembre en la estaci¨®n de tren de su pueblo, Lora del R¨ªo (Sevilla).

En una casa peque?a, fr¨ªa, modesta, lejos del centro, casi en un pol¨ªgono, m¨¢s all¨¢ de una gasolinera de las afueras, est¨¢ la vivienda de Ana Garc¨ªa. Ah¨ª, frente a una estufa el¨¦ctrica, relatan su dolor cuatro mujeres que rodeaban la vida de Luc¨ªa: sus dos hijas, que tuvo con un exmarido, su madre y una de sus hermanas.

"No somos de nadie. Por muchas veces que te pida perd¨®n, no caigas"

Viven atormentadas por los condicionales: "?qu¨¦ podr¨ªamos haber hecho para poder evitarlo?" A la madre de Luc¨ªa le queda un coraz¨®n con tres operaciones y una hija de menos. Delira al preguntar: ?por qu¨¦ no la llevasteis a la sierra y la metisteis en un agujero? Ah¨ª no la encontrar¨ªa".

Son preguntas sin respuesta. No encuentran razones ni justificaciones que las calmen. "?C¨®mo la mano del hombre puede cegar tantas cosas a la vez? ?C¨®mo nos arrancamos esta pena tan grande?", se pregunta su hermana Carmen. "No solo han asesinado a una persona. ?La de ilusiones y proyectos que se ha llevado! ?Nos ha matado a todos en vida! Tenemos miedo".

La hija peque?a de Luc¨ªa, que lleva su mismo nombre, cumpli¨® los 18 a?os y siempre iba con su madre en coche a recoger aceitunas. "Ahora no me puede llevar, no puedo trabajar", dice la hija, que a¨²n sigue en tratamiento psicol¨®gico. "?No voy a ver a mi madre nunca m¨¢s porque ¨¦l se ha cruzado en su camino! ?No me ha dado tiempo ni de despedirme! Me la ha quitado."

La hija mayor, Setefilla, se ha quedado sin abuela para su beb¨¦. "No puedo amamantarle bien. Naci¨® 15 d¨ªas antes de que mataran a mi madre y del disgusto no siempre baja leche. Por si acaso, solo tomo valerianas y tila". Los llantos del peque?o la mantienen en duermevela, pero las pesadillas la martillean. "Mi madre estaba content¨ªsima con mi ni?o, dec¨ªa que ya lo ten¨ªa todo para ser feliz".

Las manos en la cara, las miradas perdidas, las cabezas bajas, el silencio, el llanto, la ira. "Queremos la cadena perpetua. ?Cu¨¢ndo va a pagar la lacra que ha dejado? Nunca est¨¢ pagada la muerte de una mujer", dicen casi al un¨ªsono.

El agresor, que ten¨ªa antecedentes por violencia de g¨¦nero, mantuvo una relaci¨®n de casi nueve a?os con Luc¨ªa. "Pero cortaron meses antes", asegura Carmen, que fue a reconocer el cad¨¢ver a esa estaci¨®n que no es capaz de volver a pisar. "El criminal le dio hasta 15 pu?aladas, y despu¨¦s se entreg¨® a la Guardia Civil. Por eso le rebajan cinco a?os (...) Esto es una pesadilla de esas que ves en la tele. Despu¨¦s de asesinar a mi hermana fue a su casa, se duch¨®, se despidi¨® de su madre y se fue al cuartel a inculparse. Hasta al perro lo dej¨® a buen recaudo", cuenta.

Y quedan m¨¢s v¨ªctimas por el camino. "Su madre y su hermano vinieron a darme el p¨¦same. Yo les recib¨ª en mi casa", cuenta Garc¨ªa sin dilaci¨®n.

Sus hijas confiesan que el asesinato ha hecho que no puedan confiar en ning¨²n hombre, ni siquiera en sus parejas. "Si se lo han hecho a nuestra madre, nos lo pueden hacer a nosotras". "Yo fui con ella a poner la denuncia, pero no la ratific¨® porque le dio pena", cuenta la peque?a.

Y aprovechan para lanzar un aviso a otras mujeres. "No somos propiedad de nadie. A la m¨¢s m¨ªnima que te sientas humillada, no lo aguantes. Por muchas veces que te diga perd¨®name, no caigas". "Y si ¨¦l siente esos instintos, que vaya al psic¨®logo, o que se mate", dicen con rabia. Setefilla se anima a proponer un mayor esfuerzo en labores de concienciaci¨®n. "Ten¨ªan que estudiar en el colegio derechos humanos e igualdad".

La salita ha entrado poco a poco en calor. Ana Garc¨ªa toquetea nerviosa sus anillos. "Y yo, como una gilipollas, cosi¨¦ndole los bajos de los pantalones al asesino", termina dici¨¦ndose a s¨ª misma con un hilo de voz.

"Cobardes, matan a traici¨®n"