Ver cine en las catacumbas
El Cineclube de Santiago, referente antifranquista, arranc¨® sus proyectores en 1961
Alberto Lattuada (Mil¨¢n, 1914- Roma, 2005) no era el m¨¢s conocido de los neorrealistas, pero s¨ª un conspicuo segunda fila del fundamental movimiento italiano que devolvi¨® el p¨¢lpito de la vida al cine de posguerra. Y en la memoria sentimental de una generaci¨®n de cin¨¦filos y progresistas compostelanos, una marca importante. Su El alcalde, el escribano y su abrigo (Il cappotto, 1952), que narra a partir de un relato de Gogol la historia de un hombre atrapado en el ascensor social, fue, el 5 de noviembre de 1961, la primera pel¨ªcula del Cine-Club Universitario del SEU en Santiago. Aquel contubernio de cin¨¦filos de la educaci¨®n superior, comandados por Ezequiel M¨¦ndez (Santiago, 1941) y cuya denominaci¨®n mut¨® con los a?os, acab¨® convertido en uno de los referentes del debate intelectual no franquista. Y en un templo para los esforzados adoradores del celuloide al margen de las salas comerciales.
M¨¦ndez: "Lo dif¨ªcil eran los permisos de Informaci¨®n y Turismo"
"Progresivamente, el tono pol¨ªtico de los coloquios fue creciendo"
"Constituimos el cineclub por cinefilia, as¨ª de simple", relata, en un correo electr¨®nico, M¨¦ndez. ?l mismo, acompa?ado de algunos de los directivos de la entidad a lo largo de los sesenta -entre ellos, el exministro de Cultura C¨¦sar Antonio Molina- disertar¨¢n el lunes a las ocho de la tarde en el Ateneo de Santiago sobre la ef¨¦meride. "Quer¨ªamos ver m¨¢s cine que el que ofrec¨ªan las pantallas comerciales", resume.
Pero aunque los tiempos estaban cambiando, no resultaban nada f¨¢ciles. "Tuvimos que aprenderlo todo, contratar pel¨ªculas y salas, hacer programas de mano, inventarnos publicidad gratuita, realizar una rudimentaria contabilidad", se explica M¨¦ndez. Y lidiar con la censura, por supuesto. "Las principales dificultades proven¨ªan de las autorizaciones de Informaci¨®n y Turismo y siempre hab¨ªa motivo para denegar o retrasar alguna proyecci¨®n", recuerda, "nunca nos dieron facilidad alguna y el personal de la oficina era hosco, malencarado, hostil y desconfiado". Las delegaciones de aquel ministerio, que entonces dirig¨ªa Manuel Fraga, no solo revisaban el material a proyectar. Escudri?aban tambi¨¦n los programas de mano. "Era la censura previa; no val¨ªa con entregar el texto mecanografiado, sino que hab¨ªa que llevar una prueba de imprenta y la empresa, entonces, esperaba por la autorizaci¨®n", expone Ezequiel M¨¦ndez. El Cine-Club Universitario, transformado a partir de 1965 y hasta 1967 en Cine-Club Agrupaci¨®n Fotogr¨¢fica Compostelana, trabajaba con la imprenta Rivera. "Nunca le agradecimos lo suficiente las horas extra solidarias, sin coste a?adido".
La Sala Yago, en desuso entre 2007 y la breve ocupaci¨®n del pasado fin de semana, acogi¨® las proyecciones hasta que el desbordamiento del aforo los oblig¨® a mudarse al Capitol, ya demolido, y m¨¢s tarde al Metropol. Alcanzaron el millar de socios. Con bobinas de filmes en 35 mil¨ªmetros obtenidas, con paciencia y cabezoner¨ªa, en el fondo de armario de las distribuidoras, en la Federaci¨®n de Cine-Clubs, en las embajadas o en los institutos culturales for¨¢neos, aquellos estudiantes abrieron una ventana a la imagen en movimiento en el opaco Santiago de la ¨¦poca. Desde la revisi¨®n de Kenji Mizoguchi en versi¨®n original y subt¨ªtulos en ingl¨¦s hasta las proyecciones clandestinas en domicilos privados -copia en ocho mil¨ªmetros facilitada por un inspector de Hacienda de Vigo- del Acorazado Potemkin o el estreno de Nunca pasa nada de Bardem en enero de 1967, los cineclubistas tejieron una peculiar red para el pensamiento cr¨ªtico.
"No hab¨ªa sesi¨®n sin su correspondiente coloquio, en el que cada uno se expresaba como quer¨ªa, sabiendo los riesgos", explica, "y, progresivamente, el tono pol¨ªtico fue subiendo". La polic¨ªa del r¨¦gimen asist¨ªa, pero no se met¨ªa: as¨ª llenaban sus fichas con los consabidos galleguista, desafecto, comunista, disolvente. Y, pese a todo, la memoria de Ezequiel M¨¦ndez, que despu¨¦s ejerci¨® en Madrid de directivo en las editoriales Fondo de Cultura Econ¨®mica y Alianza, y m¨¢s tarde de mercadotecnia en EL PA?S, a?ora "la intensidad". "Aquello fue una iniciaci¨®n, configuramos poco a poco nuestra ideolog¨ªa desde la inocencia cinef¨ªlica", concluy¨®.
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