A la caza del narco
Resulta extra?o c¨®mo pueden coincidir a veces la realidad y la ficci¨®n. Jos¨¦ Luis Dom¨ªnguez, el observador del p¨¢jaro, est¨¢ atento a la pantalla del visor t¨¦rmico de Argos, la nave del cielo que lleva un gran ojo nocturno en la proa. "Todav¨ªa no nos han visto", dice. En la pantalla, mientras el helic¨®ptero de Vigilancia Aduanera vuela en la noche, acerc¨¢ndose a la playa desde el mar, la goma es una mancha alargada en la orilla, y los malos, una docena de siluetas que se mueven alrededor acarreando fardos de 30 kilos de hach¨ªs. La semirr¨ªgida de nueve metros a la que seguimos el rastro ha ido a varar en una playa oscura de Guadalmina Baja, a poniente de Marbella. Y mientras Javier Collado, el piloto, lanza el p¨¢jaro sobre ellos a 150 nudos de velocidad no puedo evitar una risa incr¨¦dula. Esos t¨ªos est¨¢n alijando el hach¨ªs a pocos metros de la casa de Teresa Mendoza, alias La Mejicana, compruebo asombrado. Ni a prop¨®sito. Cualquiera dir¨ªa que acaban de leerse la maldita novela, o que salen de ella.
"Vamos all¨¢", dice el piloto. Abajo, en la playa, los malos no nos ven hasta que tienen el 'p¨¢jaro' encima
Todos son cazadores. Nadie se mete en una planeadora solo por dinero. Nadie les persigue solo por el deber
Veintinueve meses de trabajo concluyen esta noche, aqu¨ª mismo, sobre la playa. Quinientas cincuenta p¨¢ginas que he querido rematar en uno de los escenarios de la historia, para recordar los ¨²ltimos detalles -estoy a tiempo de corregir las galeradas- y tambi¨¦n como excusa para salir una noche m¨¢s de caza con los viejos amigos, ahora que la realidad se mezcla en mi cabeza con la ficci¨®n hasta el punto de que resulta imposible separar una de otra. (...) En cuanto a la escena que vivo esta noche, suspendido entre cielo y mar en la cabina del BO-105 de Vigilancia Aduanera, ya la viv¨ª muchas veces como reportero, en otro tiempo, cuando entre viaje y viaje de la cosa b¨¦lica ven¨ªa de caza al Estrecho; porque Gibraltar era la principal base contrabandista del Mediterr¨¢neo occidental y las im¨¢genes eran rentables y espectaculares, y hab¨ªa adrenalina a chorros, y encima abr¨ªamos con esas im¨¢genes los telediarios y nos lo pas¨¢bamos -M¨¢rquez, Valent¨ªn, los viejos colegas de la Betacam- de coj¨®n de pato. Pero de eso hace la tira. Desde entonces han cambiado las cosas; y adem¨¢s, esta noche, lo que hago no tiene fronteras claras entre lo imaginado y lo vivido. Gracias a los viejos amigos de Aduanas -la agenda de un antiguo reportero contiene de todo-, ahora no vuelo para la tele, como cuando era un mercenario m¨¢s o menos honesto, sino que vuelo para m¨ª. Para la novela en la que trabajo desde hace 29 meses: la joven mexicana que huye a Espa?a y, tras un largo y accidentado camino de 12 a?os, se convierte en la reina del narcotr¨¢fico en el estrecho de Gibraltar. Y lo parad¨®jico es que, en la historia que se cierra esta misma noche, el escenario que eleg¨ª hace mucho tiempo para la imaginaria residencia espa?ola de la protagonista, Teresa Mendoza, la Reina del Sur, est¨¢ a menos de quinientos metros de la playa donde ahora el helic¨®ptero de Vigilancia Aduanera cae del cielo sobre la planeadora contrabandista. Lo que tiene mucha guasa, o al menos la tiene para m¨ª. Y lo m¨¢s curioso es que ni los hombres que est¨¢n en tierra ni los que se encuentran en la cabina aqu¨ª arriba saben nada de eso. Ya ves, me digo. Chaval. Qu¨¦ extra?as son las coincidencias y las bromas de la vida. (...)
"Vamos all¨¢", dice el piloto. Abajo, en la playa, los malos no nos ven hasta que tienen el p¨¢jaro encima, cuando la sombra negra parece salir del mar y Javier les mete el foco en los ojos, y corren en desbandada, arrojando los fardos. Maric¨®n el ¨²ltimo. Los hemos pillado justo en el momento: demasiado pronto tiran el hach¨ªs al mar, demasiado tarde se largan por tierra y se escapan a bordo de la planeadora vac¨ªa. Las palas volando a dos metros del suelo levantan torbellinos de arena, y entre ellos se tira Jos¨¦ Luis Dom¨ªnguez, blandiendo la linterna a modo de arma mientras grita, "alto, Aduanas, alto", mientras los malos, que no le hacen, por supuesto, ni puto caso, corren como conejos y el oleaje atraviesa la goma abandonada en la playa. Hasta hay un cojo, lo juro, que deja la muleta en la playa y sale zumbando a saltos sobre la pierna sana. Pero lo que interesa es asegurar el hach¨ªs: esta noche solo somos cuatro porque todo fue r¨¢pido y no hubo tiempo de avisar a nadie en tierra, y ya me dir¨¢n c¨®mo se para a 11 o 12 t¨ªos alumbr¨¢ndolos con una linterna. Adem¨¢s, si aparece ahora la Guardia Civil, teme Jos¨¦ Luis, y te pillan descuidado, les echan mano a los fardos y se apuntan el servicio. "Que para eso los picos madrugan que te cagas, oye". Y Jesucristo dijo hermanos y tal, pero nadie dijo primos. As¨ª que los pilotos maniobran el p¨¢jaro acerc¨¢ndolo m¨¢s a la playa, Jos¨¦ Luis le pone un pirulo con destellos azules al hach¨ªs y los malos, qu¨¦ remedio, se piran por esta noche, porque lo que es yo no voy a ponerme a perseguir a nadie. Ni siquiera al cojo, que a estas alturas, salta que te salta, debe de andar ya por Estepona. El que suscribe es novelista y solo ha venido a mirar. Adem¨¢s, qu¨¦ carajo. Tambi¨¦n los malos me son familiares, pienso mientras salto a mi vez del helic¨®ptero y me acerco a la planeadora para observarla de cerca. Varias de las escenas de la novela que acabo de terminar transcurren a bordo de lanchas de goma como esta, con cargas similares a la que transporta. En otro tiempo mantuve tambi¨¦n estrechas relaciones con los del otro lado de esa frontera, a veces difusa, que solemos definir como la de el delito y la ley. Eso me ha permitido contar la historia de Teresa Mendoza precisamente desde ese lado: recrear las persecuciones nocturnas, la costa marroqu¨ª, las luces de los faros espa?oles entrevistas en la marejada, cuando a¨²n no hab¨ªa GPS y se navegaba a ojo, a puros huevos, del economato de Al Marsa derecho al norte, por ejemplo; o rumbo 60 desde Ceuta, y al perder de vista el faro, rumbo norte, entre las farolas de Estepona y de Marbella. Narrar la forma de vida de los narcos del Estrecho, tal y como los conoc¨ª hace 15 o 20 a?os. Algunos de los viejos amigos de ese otro lado de la noche -entonces eran j¨®venes, y las planeadoras, el tabaco, el hach¨ªs y el mar supon¨ªan para ellos una gozosa y rentable aventura- ya no est¨¢n. Se han jubilado. Hola, adi¨®s. C¨®mo pasa el tiempo, colega. Otros est¨¢n muertos: completamente RIP. Y a algunos, varios a?os en c¨¢rceles marroqu¨ªes los han vuelto casi irreconocibles, amargos y malos de verdad. En fin. (...)
Tambi¨¦n ellos son leyenda, aunque no lo sepan, pienso mientras observo moverse por la playa a los tripulantes del p¨¢jaro. Y tambi¨¦n son cazadores natos, decido una vez m¨¢s. Nadie se mete en una planeadora solo por dinero. Ni loco. Nadie los persigue jug¨¢ndose la vida solo por sentido del deber. Ni borracho. Hay algo personal en todo esto. Reglas propias, c¨®digos ¨ªntimos de cada cual. Hace much¨ªsimo tiempo que conozco a algunos de ellos, tanto dotaciones de helic¨®pteros como de turbolanchas HJ, y estos t¨ªos siguen asombr¨¢ndome. Vuelan de noche a ras del mar, empapados por el aguaje de las lanchas contrabandistas, se tiran en la oscuridad sobre planeadoras que huyen entre pantocazos a 50 nudos, aterrizan en playas estrechas y lugares imposibles, abordan mercantes cargados de coca¨ªna en mitad del Atl¨¢ntico. Tengo un mont¨®n de cintas de v¨ªdeo hechas con ellos en los viejos tiempos: persecuciones incre¨ªbles en Galicia, en el Estrecho, a bordo del p¨¢jaro o planeando a 50 nudos en palmos de agua por la orilla, o entre las bateas mejilloneras, a oscuras y con la ¨²nica luz del foco oscilante, los rostros de los contrabandistas mirando atr¨¢s, los fardos arrojados por la borda, el aguaje de la planeadora cegando al helic¨®ptero, la adrenalina, el miedo, la caza. Ch¨ªngale.
La caza. Esa palabra acude constantemente a mi cabeza esta noche, y tal vez sea porque lo resume todo: lo que ellos hacen, lo que yo hago aqu¨ª; la novela que he escrito y de la que por fin, de esta forma casi simb¨®lica y frente a tonelada y pico de chocolate fresco, acabo de librarme. A media historia, cap¨ªtulo seis, necesit¨¦ algo concreto. Imaginar sobre el terreno, o m¨¢s bien sobre el mar, el itinerario de una persecuci¨®n a lo largo de la costa espa?ola, desde Punta Castor, cerca de Estepona -un sitio cojonudo para alijar hach¨ªs, dicho sea de paso-, hasta un lugar conocido como la Piedra de Le¨®n. Anduve por la zona d¨¢ndole vueltas, sin terminar de verlo del todo, hasta que la gente de Vigilancia Aduanera me sac¨® del apuro. Chema Beceiro, el patr¨®n de una HJ, me llev¨® de patrulla nocturna al mar, como en los viejos tiempos, y a bordo de esa embarcaci¨®n pude establecer, milla a milla, el itinerario que Santiago Fisterra, alias El Gallego, el patr¨®n de la planeadora Phantom en la que navega Teresa Mendoza, sigue a lo largo de la costa en una escena de cacer¨ªa nocturna donde solo los nombres de los personajes son del todo ficci¨®n. Roooar. Como la vida misma.
"Estoy sangrando como un jalufo". Jos¨¦ Luis, el observador del helic¨®ptero, se ha cortado profundamente las manos con los cristales de una tapia al perseguir a los malos. (...) Javier Collado deja a Juan, el copiloto, vigilando el helic¨®ptero, y viene a reunirse con nosotros. Javier es mi amigo desde hace 15 a?os: desde aquella primera noche en que salimos juntos a cazar planeadoras gibraltare?as, ¨¦l para Vigilancia Aduanera, y yo, para los telediarios, o para Informe semanal, o para algo de la tele, ya no me acuerdo bien, y nos quedamos el uno con el otro para siempre. Durante mi vida como reportero vol¨¦ muchas veces en helic¨®ptero, en paz y en guerra, con pilotos militares y civiles, y jam¨¢s encontr¨¦ uno como ¨¦l. (...) De las 12.000 horas de vuelo que acaba de cumplir, las cuatro quintas partes las ha hecho volando de noche. Es leyenda viva, y yo he visto a los contrabandistas, al reconocerlo, darse con el codo y mirarlo con respeto. Ah¨ª va ese hijoputa. F¨ªjate, oye. El piloto del p¨¢jaro. Y quiero tanto a este cacere?o volador, que hasta lo he metido en la novela, con nombre y apellidos. De personaje. Me lo prohibi¨®, claro, porque todo lo agresivo que resulta cuando est¨¢ all¨¢ arriba lo es de t¨ªmido en tierra firme, donde no habla por no molestar. Pero me importa un pito. Los amigos est¨¢n para joderlos, le he dicho. Y para compensar el mal trago de verse como personaje de ficci¨®n, acabo de regalarle un dibujo de Joan Mundet, el ilustrador de El capit¨¢n Alatriste, para las dotaciones de los helic¨®pteros Argos de Aduanas: el jalufo. Un cerdo con casco de piloto y bufanda de Snoopy bajo un cielo estrellado, con la leyenda: VenorNoctu: cazo de noche. Con dos cojones.
Del hach¨ªs a la coca¨ªna
Puerta de Europa. Espa?a, seg¨²n informes de Europol, es "la puerta de entrada a Europa" en la ruta de la droga. En 2010, la polic¨ªa espa?ola le arrebat¨® al narco 384.315 kilos de hach¨ªs y 25.241 kilos de coca¨ªna.
Desde M¨¦xico. Aunque la novela de P¨¦rez-Reverte se constru¨ªa sobre la ficci¨®n de un narcocorrido, la realidad ha ido en paralelo a su Reina. "Hay datos de mafias mexicanas" en Espa?a, constataba en octubre la fiscal¨ªa antidroga. Hasta ahora eran colombianas.
Adaptaci¨®n. La reina del Sur se adapt¨® para el canal hispano de EE UU Telemundo, que registr¨® en el estreno el mejor dato de su historia. Mientras, los latinos del pa¨ªs comenzaron a preguntarse qu¨¦ era el hach¨ªs. La resina del cannabis es la droga m¨¢s popular en Espa?a. Con ella se empieza pronto: casi un 20% de los quincea?eros madrile?os asegura haberla fumado, seg¨²n un estudio de 2010. Somos el cuarto pa¨ªs de Europa en consumo de cannabis y el segundo en coca¨ªna, tras Reino Unido, seg¨²n el Observatorio Europeo de Drogas.
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