Roberto Dorado, el estratega de la democracia
La muerte de un amigo produce una tristeza sin l¨ªmite en el coraz¨®n de los que le amaban. Cuando el amigo, adem¨¢s ha derramado generosidad e inteligencia sobre la colectividad, le debemos un recuerdo p¨²blico. Este es el caso de Roberto Dorado, fallecido el s¨¢bado, un hombre bueno y tambi¨¦n un hombre l¨²cido que nos hace deudores de su capacidad y de su integridad. Nacido en una c¨¢rcel, en 1939, a causa de la condici¨®n de librepensadores de sus padres, vivi¨® toda su vida con una gran pasi¨®n por la libertad. Pronto defendi¨® las ideas socialistas y se comprometi¨® en el combate contra el r¨¦gimen totalitario.
Su inteligencia racionalista y su esp¨ªritu creativo compon¨ªan una combinaci¨®n que le llev¨® hasta el centro de la elaboraci¨®n de la estrategia del socialismo en la Transici¨®n y la democracia. Lo que sabemos los que hemos dirigido el socialismo contempor¨¢neo lo asentamos sobre su elaboraci¨®n te¨®rica. Sus documentos, sus gr¨¢ficos y ¨¢rboles de posibilidades iluminaron el camino estrat¨¦gico que llev¨® al PSOE a ganar la confianza de los espa?oles en 1982.
En el Gobierno de Espa?a fue el jefe del Gabinete de Presidencia , pero fue mucho m¨¢s. Instal¨® por vez primera una red inform¨¢tica en la Presidencia del Gobierno que facilit¨® el trabajo y ayud¨® a la transparencia. Cre¨® ex novo un gabinete de crisis, racionaliz¨® el funcionamiento del Consejo de Ministros y de la reuni¨®n de subsecretarios y secretarios de Estado, facilit¨® a los ministros informes sobre todos los asuntos tratados en el Gobierno y propuso otros muchos. Y todo con una discreta presencia, sin el menor gesto de escalar posiciones ni en el partido ni en el Gobierno. La mayor¨ªa no lo sabe, pero la democracia espa?ola tiene una deuda con Roberto Dorado, eclipsado por voluntad propia y creador de la estrategia que ha hecho a nuestra democracia fuerte y consolidada. Con todo, su servicio a la naci¨®n no es lo que m¨¢s me empuja a recordarlo; la modestia con que opacaba su inteligencia, el activismo que mostraba su incansable capacidad de crear y trabajar, su probada honradez, su indiferencia ante la ambici¨®n de poder o riquezas me motivan m¨¢s.
Un hombre cabal con quien tuvimos el privilegio de compartir a?os de complicidad. Le mantendremos vivo en el recuerdo. Que descanse en paz.
Alfonso Guerra, diputado del PSOE, fue vicepresidente del Gobierno entre 1982 y 1991.
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