Del tren de Sarrionandia
Estimado Joseba: Qui¨¦n te lo iba a decir. Tras vivir una infancia sin libros, tu hermana Mariaje recogiendo el Premio Euskadi de Ensayo en euskera en tu nombre. Han pasado ya muchos a?os desde aquel sonrojo de la ni?ez por no saber ir m¨¢s all¨¢ del ondo con tus abuelos, poseedores, por lo que cuentas, de ese nutricio euskera campesino sin alfabetizar. Casi el mismo tiempo que el que existe entre esas barbadas fotograf¨ªas tomadas por Jes¨²s Uriarte poco antes de tu fuga de la c¨¢rcel en el a?o 85 y ese cogote con esa tonsura en la coronilla vuelto a fotografiar por Uriarte en el a?o 2002. La historia de una vida contenida en lo no fotografiado entre esas im¨¢genes. Escrib¨ªas en tus apuntes carcelarios de los ochenta que "en las vidas humanas y en las historias sociales hay siempre un primer error, un peque?o error, sucedido casi imperceptiblemente, pero ese primer error crea otros, y los errores se suceden, amonton¨¢ndose poco a poco uno sobre otro". ?Cu¨¢l crees que fue, Joseba, tu primer error? "Si pudi¨¦ramos vivir otra vida, no repetir¨ªa lo vivido, har¨ªa otra elecci¨®n", dec¨ªas hace unos a?os.
Y es que siempre hay otra elecci¨®n. Afirmaba Goethe que prefer¨ªa la injusticia al desorden. Creo, m¨¢s bien, que los hombres preferimos la injusticia a la ausencia de significado. Como animales narrativos que somos, siempre estamos escribiendo, borrando y reescribiendo un relato que al leerlo d¨¦ coherencia a nuestras vidas. Esa b¨²squeda activa de significado tanto a nuestras vidas como al mundo que nos rodea es a lo que se conoce como "teor¨ªa de la atribuci¨®n". Y claro, Joseba, al escribir tu novela de esa vida sin rostro que es el exilio, de esa teor¨ªa de la atribuci¨®n para tu vida, siempre se tiene la humana tentaci¨®n de buscar y encontrar coartadas para acallar la dolorosa disonancia que nos provoca la decisi¨®n equivocada. "La imagen podr¨ªa ser la de un tren que toma un camino equivocado, el tren entra en una v¨ªa equivocada", anotabas en tus apuntes. Y a?ad¨ªas: "Investigar qui¨¦n es el verdadero culpable es seguramente absurdo, pero el tren avanza por un camino equivocado cruzando extra?as estaciones".
Y ah¨ª sigues, Joseba, subido al tren que tomaste hace ya tantas d¨¦cadas, al que tantos -quiz¨¢ t¨² el que menos- prosiguen echando paladas de carb¨®n para que no se detenga jam¨¢s. Esos a los que les interesa -tal vez a ti tambi¨¦n- que tu retrato continu¨¦ congelado en esa perenne instant¨¢nea del joven de los ochenta mientras todo lo dem¨¢s se torna a?oso. Al final de tu libro premiado, sostienes: "No somos moros. Tampoco somos vascos. Porque no somos nada podemos decidir qu¨¦ queremos ser y qu¨¦ queremos hacer". No, Joseba. No somos adanes naciendo con el mundo. Son muchas las estaciones recorridas y el tren al que te subiste ha atropellado a tantos transe¨²ntes como sus sucios vagones han engullido vidas como la tuya. Este saludo. Julio.
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